Manuel Vicent: "La imaginación es lo contrario a la fantasía"
La realidad es el tema que atraviesa todos los temas en la vida del autor de Aguirre, el magnífico, novela que el español presentó en su reciente visita al país
Divide sus horas de escritor entre el periodismo y la literatura: sus columnas para el diario El País -donde comenzó escribiendo crónicas parlamentarias- brillan a la par de su prosa narrativa, así como muchas de sus novelas se nutren de la realidad política para hacer de ella una buena historia. Su última obra, El azar de la mujer rubia, narra la transición del franquismo a la democracia desde una perspectiva que se detiene en un hecho inadvertido, mientras los fantasmas de una memoria devastada atraviesan momentos históricos. De visita en la Argentina para presentar Aguirre, el magnífico (Alfaguara) -donde buena parte del siglo veinte español se deforma al entrar en la órbita del personaje central-, recibió el título de doctor honoris causa de la Universidad de La Plata por ser "un gran renovador de los géneros breves de la literatura", por su "independencia y autonomía de criterios" y por su "integridad" ética y moral. Entre otras cosas, esto piensa, cree y define al español Manuel Vicent hoy.
Un escritor mientras vive, mientras sueña, mientras duerme, trabaja. Es la ventaja que tiene un escritor, que está todo el día trabajando, porque está viviendo, y vivir es trabajar para un escritor. Soy periodista en cuanto a que escribo en el periódico, en el periódico que transforma la realidad solamente por existir ese tejido que se mueve diariamente, que hay que llenarlo, que hay que llevarlo a un quiosco, y ahora al digital. El periódico todavía es un documento, todavía el papel pervivirá como documento; ya el digital no es ni documento, es un río muy rápido y muy superficial, muy poco profundo. Yo me sirvo de ese telar para hacer literatura, pero literatura que a veces es periodismo porque narra hechos de la vida, personajes de la vida; son retratos literarios, son viajes. Es decir, a mí no me interesa o no tengo talento para inventarme historias nuevas, de fuera de la realidad. Creo que toda la realidad es susceptible de ser transformada en literatura.
La literatura es imaginación, fundamentalmente, y verosimilitud. La verosimilitud indica que tienes que tener la complicidad del lector, la verosimilitud te la da el lector. Entonces, la imaginación es lo contrario a la fantasía; la fantasía es volar en el aire sin nada, como un juego fatuo, como una luz que se quema en sí misma; mientras que la imaginación se apoya en la realidad, sale de la realidad, la asume y la transforma; y una cosa real la hace verosímil, y la verosimilitud tiene más fuerza que la realidad, la verosimilitud es literatura.
La perfección máxima sería escribir una columna que a la vez incluyera un pequeño relato, un pensamiento profundo y una sensación, al final, placentera. Y dotado también de un enigma que tendría que resolver el propio lector.
Un gobierno corrupto está destinado al éxito. Ésa es la corrupción per se, que la corrupción te salve. La corrupción es un estado anímico -ahora se llama burbuja, es una forma de ser-, lo que pasa es que se realiza dentro de una fantasmagoría que no es corrupción. La corrupción aparece cuando se pincha la atmósfera y quedas visualmente como corrupto. Los políticos no hablan de tu problema, sino de su problema. Ellos lo primero que hacen es contar las lentejas. En eso son unos antiguos. No les importa el aborto, es si les da votos o no, una cosa endógena de una profesión que solamente está destinada a protegerse entre ellos.
Trato de no traicionarme a mí mismo. Creo que todos los días hay un examen rigurosísimo que es mirarse al espejo. Esa cara que ves ahí es un examen. Yo procuro no avergonzarme ni de lo que escribo, ni de lo que digo, ni que lo que digo sea lo contrario de lo que escribo, o lo que escribo sea lo contrario de lo que hago, sino ser un poco coherente, con tu vida, tus hechos; y con eso, yo voy que me maten.
Muchas veces si callas o elogias, tienes algunas ventajas, o a lo mejor te hacen académico o a lo mejor te dan un premio. A mí se me definió siempre como "nunca será de los nuestros". Tanto de unos como de otros; es decir, incluso, de parte de la izquierda. Como no eres fiel fanáticamente a una idea, pues nadie te da nada. Hay gente que quemaría a todo el mundo, pero a la hora en que sabe que hay que callar porque se juega algo grave... Ese silencio cuando tenías que haber hablado o haber arriesgado; es decir, "si digo esto, me quedo con aquello, o puede pasarme aquello", es contar habas.
Bioy Casares me invitó un día aquí a su casa. El que me llevó allí, a la calle Posadas, que era un editor amigo, dice: "Mira, no le hables de literatura, tú háblale de mujeres, de coches, de tenis, de perros, de caballos, pero no le hables de literatura". Él [Bioy] se había caído de un taburete y se había roto la cadera; y entonces estaba en la silla de ruedas. ¡Una mesa maravillosa llena de pastelillos, la casa desvencijada elegantísimamente...! ¡Una cosa fantástica, imposible encontrar un detalle; y él, vestido como un caballero! Entonces, yo le pregunto: "Bioy, usted sabe que hay una cosa que se dice, que a cierta edad las mujeres te miran pero ya no te ven, es una sensación; y usted, que ha sido un gran seductor, es un gran seductor -él tenía entonces 83 años-, esa sensación de que las mujeres le miraban y ya no le veían, ¿cuándo la ha tenido? Dice: «El año pasado»".
El cine cuando nació empezó a comer literatura. [David Wark] Griffith lo adaptó a la estructura de la novela de Dickens. Pero a partir de que la mitología cinematográfica crece, es al revés, ahora vive la literatura a favor de la imagen. Se nota muchas veces, en la forma de dialogar, en la forma de esperar que esa novela sea cine; ya le facilitas la labor al productor. La estructura ya es cinematográfica. Se ha perdido lo que antes era la descripción de un paisaje, que ahora es una idiotez; perder el tiempo en describir un paisaje cuando con un fotograma, solamente un fotograma... Es imposible que tú lo puedas mejorar. Ahora la literatura sirve al cine, es una esclava de la cinematografía.
El deporte es un drenaje de la electricidad estática que genera la sociedad. En los estadios se vacía esa electricidad. En el fútbol, se repite el mito de la idea y la orgía, Apolo y Dionisio. Hay una arquitectura. La cancha está llena de geometría: un círculo central, unos cuadrados, unos tiralíneas; después hay un coro, que grita, que se enaltece, se nutre a sí mismo de su propia energía; y después está el héroe, en este caso un gran futbolista de elite.
Manuel Vicent, Valencia, 1936
Escritor y periodista español, nació en Villavieja (provincia de Castellón, Valencia). Es, además, licenciado en Derecho y Filosofía. En 40 años de trayectoria, ha sabido aprovechar realidades conocidas para construir universos autónomos, literarios. Dos de sus novelas fueron llevadas al cine: Tranvía a la Malvarrosa (José Luis García Sánchez, 1997) y Son de mar (Bigas Luna, 1999)
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