Manuel Puig, deslumbramientos de un lector de provincias, 30 años después
Desde su primera novela, los libros y la lectura aparecen representados en la obra narrativa de Manuel Puig (1932-1990), de cuya muerte en una clínica de Cuernavaca, en México, a los 57 años, hoy se cumplen tres décadas. Si bien, a diferencia de otros autores, elegía letras de canciones o fragmentos de guiones cinematográficos en vez de citas literarias para los epígrafes de los capítulos, sus personajes leen y se prestan libros, visitan con asiduidad bibliotecas e incluso, como Clara Evelia en The Buenos Aires Affair, escriben y publican (los ejemplares de Verdor se reparten en forma gratuita entre las amistades de la poeta, que no puede amortizar los gastos de la edición). Los nombres de Jorge Isaacs, Arthur Schopenhauer, Fiodor Dostoievski, Victor Hugo y Albert Camus, diseminados en sus novelas, contextualizan el devenir lector de heroínas y héroes puiguianos. "Pero ahora veía que leer noveluchas se me habían subido a la cabeza y al crimen seguiría el castigo", reflexiona Paquita, socia de la biblioteca municipal de la imaginaria localidad de Coronel Vallejos, en La traición de Rita Hayworth.
Un adolescente cinéfilo y tragalibros
Pero ¿cuáles fueron las lecturas de Puig antes de dedicarse a la ficción? ¿Se parecían a las de sus personajes femeninos o a las de Toto, el "tragalibros" que protagoniza su ópera prima? "El personaje Puig lector es interesante porque, al parecer, no se trata de un escritor que se introduce en el universo literario a partir de sus lecturas, sino gracias a su intensa actividad como cinéfilo -dice el investigador brasileño Juan Ferreira Fiorini, organizador de la Jornada Virtual Internacional "30 años sin Manuel Puig", que se celebra hoy-. Prácticamente todos sus críticos y lectores establecen una génesis de la literatura de Puig a partir de ese intento de hacer una película y, por 'accidente', ingresar a la literatura". Eso no quiere decir, sin embargo, que Puig era un escritor que no leía. "Muy al contrario -sostiene Fiorini-. Era un escritor que poseía un nivel de lectura literaria que le permitía pensar críticamente en la posibilidad de un hacer literario consistente y en su acción misma de lector-escritor".
La bibliotecóloga Patricia Bargero vive en la casa natal de Puig, en la localidad bonaerense de General Villegas. Desde allí participará, junto con José Amícola, Lionel Souquet y Graciela Goldchluk, entre otros, de la Jornada Virtual Internacional auspiciada por la Universidad Federal de Matto Grosso, en homenaje a Puig. "Estaré contando cómo fue mi vínculo con él a partir de la lectura de sus libros, algo de su relación con el pueblo, las movidas que se vienen realizando en Villegas en su homenaje desde 1993 y sobre un proyecto de escritura en el que ando". Bargero es, además, una de las protagonistas de Regreso a Coronel Vallejos, documental de Carlos Castro estrenado en 2018, y una de las organizadoras del encuentro Puig en Acción, que se realiza cada dos años en General Villegas.
"En Villegas él iba a la antigua biblioteca pública, ubicada sobre el Cine Español y creada en 1935, a leer y ver revistas -dice Bargero a LA NACION-. Leía libros adaptados de clásicos de la literatura universal, de Cervantes a Dostoievski. Decía que no había leído libros de aventuras como Salgari o Verne y pensaba que para leer se debía ser grande, que solo los viejos leían. Prefería el cine". En la casa familiar del autor de Sangre de amor correspondido, se compraba la revista El Hogar. "La primera novela no abreviada que leyó fue Sinfonía pastoral de André Gide -detalla Bargero, en coincidencia con las afirmaciones del autor-. Gide había ganado el Premio Nobel en 1947 y la película basada en su libro había ganado el primer premio en Cannes por la interpretación de Michele Morgan. Lee la novela mientras espera la película. A partir de esta novela empieza a leer. Semanas después empieza con El sonido y la furia, de William Faulkner. Al estudiar idiomas, lee a los clásicos. Los franceses no le interesan mucho, aunque sí los italianos, sobre todo Dante y Petrarca y un gran poeta épico: Ariosto".
En el Colegio Ward (rebautizado "George Washington" en La traición de Rita Hayworth), Puig descubrió a Hermann Hesse,Aldous Huxley, Jean-Paul Sartre y "todos los autores que se leían en ese tiempo, más los ensayos freudianos La interpretación de los sueños y Lecciones introductorias al psicoanálisis, tras ver la película Cuéntame tu vida de Alfred Hitchcock, en 1947", destaca Bargero. Años más tarde, Puig afirmó que las teorías de Sigmund Freud "habían matado" la novela del siglo XIX y que el psicoanálisis se había convertido en el folletín de clase media argentina.
Desde Buenos Aires, en 1951, le envió a Luisa Sdrubolini, su profesora de piano y vecina en Villegas, la novela Moira de Julien Green, sobre un estudiante enamorado de una mujer mayor que lo rechaza. En los años cincuenta, asistió a un curso sobre novela policial de Jorge Luis Borges. "Como su profesor ponía tanto entusiasmo en el comentario e interpretación de los libros de Wilkie Collins, temía ir a ellos y desilusionarse", ironiza Bargero. Puig reemplazó entonces al autor de La piedra lunar por Raymond Chandler y Dashiell Hammett. Amigo de Ricardo Piglia, Osvaldo Lamborghini y Luis Gusmán, siempre se interesó por sus obras. Otros amistades literarias, y a las que leía con regularidad, fueron los cubanos Guillermo Cabrera Infante y Severo Sarduy, que recomendó la traducción de El beso de la mujer araña a la editorial francesa Seuil.
En Madrid, invitado a un evento realizado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana, Puig declaró: "Los primeros deslumbramientos, así de lector, fueron allá por los catorce o quince años. Muy seguidas una de otra, leí dos cosas absolutamente opuestas: Gide, que era la mesura, la economía, y dije: ¡Ay, este, este es el que me gusta! Enseguida Faulkner, Las palmeras salvajes, la desmesura, la extravagancia, esta es la verdad. Entre esas dos, ahí, entre uno y otro estaban mis gustos durante todos esos años. Diría que me apabulló Tolstoi más que nadie porque me parecía que, después de él, en tercera persona, no se podía hacer nada mejor, igualarlo también era bastante ambicioso; entonces, ¿para qué? Fue uno de los porqués de mi búsqueda por otros lados".
El precio que pagó el lector
El crítico cultural Daniel Molina, que comparte apellido con uno de los protagonistas de El beso de la mujer araña, visitó a Puig en Río de Janeiro en 1988. "Estaba terminando de escribir la que sería su última novela, Cae la noche tropical. El libro estaba en pleno proceso de corrección final. Lo ayudé a mecanografiar las páginas ya definitivas en su famosa Olivetti portátil. Así fue como pude ver su proceso de reescritura, casi microscópico, pero de resultados devastadores: apenas si agregaba un adjetivo o cambiaba la ropa de un personaje, pero eso terminaba transformando el clima de la escena o dándole a la acción un sentido nuevo. Esa novela escrita al final de su vida es también una novela sobre el final de la vida", recuerda en un texto publicado en Autoayuda para snobs.
"Casi no leía -dice Molina a este diario-. Tenía miles de VHS de films, miles de discos, y unos cientos de libros de los cuales casi un tercio eran dos o tres ejemplares de cada traducción de sus libros a unos treinta idiomas. Me dijo que le costaba mucho leer ficción porque apenas se ponía a leer una novela comenzaba a corregirla y al rato la dejaba porque le parecía fallida. Hacía tiempo que no las leía". En sus últimos años, prefería las biografías, los ensayos y los libros de historia.
En 1990, poco antes de morir, Puig se explayó al respecto: "Ahora, actualmente, y desde hace muchos años, por desgracia, sufro de deformación profesional. Después de empezar a escribir, lo cual sucedió a los veintinueve años a fuerza de releer mis manuscritos y revisarlos, leo todo como si fuera un manuscrito mío. Leo a Proust con un lápiz en la mano y lo corrijo. Digo: ‘Esto está muy largo’. Entonces, yo no gozo más con la lectura de ficción. Perdí ese placer. Es el precio de haber querido escribir. En cambio, leo con un entusiasmo brutal historia, biografías de directores de cine, sobre todo de productores, es lo que más me divierte, donde no entren dos elementos: estilo e imaginación, porque ahí, donde entra la imaginación, entra la desconfianza".
Un anticipo de la Jornada Virtual Internacional en homenaje a Puig
La investigadora Graciela Goldchluk, a cargo del archivo Manuscritos de Puig de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, comparte un texto sobre Pubis angelical, una de las grandes novelas de Manuel Puig, si bien cabe aclarar que en su obra no hay novelas pequeñas.
Hay una frase que aparece en la novela Pubis angelical (1979) pronunciada por Pozzi (abogado defensor de presos políticos) en referencia a Ana (organizadora de temporadas líricas del Colón), en una dimensión que nos costaría señalar como real, onírica, o de ficción anticipatoria, y que de algún modo resume lo que se piensa de Puig. En el final, Ana está moribunda en un hospital de México y W218 está infectada de una enfermedad altamente contagiosa en el hospital de los Hielos Eternos. Una paciente le cuenta que una vez logró escapar a "un país muy alejado de todo y que estaba en guerra, una guerra muy inútil y sangrienta", allí "en el centro mismo de la plaza, donde se yergue una pirámide blanca, apareció de nuevo ella". En ese momento, un viento extraño levanta el camisón de esta Madre y revela su pubis de ángel; es así que cesa la guerra y un soldado ciego avanza y le pide perdón "por haberme dicho que yo era una frívola mujer, despreocupada de la suerte de su pueblo". Aunque la toman por loca, "W218 tuvo la sensación de que el relato era verídico". Este relato tiene una historia, la inauguración del Mundial de fútbol de 1978 permitió que la prensa extranjera difundiera la historia de las "Locas de la Plaza de Mayo", como se las llamaba. Fue así como Puig, a punto de terminar su novela con la muerte de la protagonista, decidió escribir otro final. Ana despierta en el hospital, le han extirpado el tumor y su amiga le dice que podrá volver a su país, pero ella lo único que pide es ver a su hija y a su madre para "hablar con ellas… y hasta pueda ser… que nos entendamos". Este nuevo final que reúne tres generaciones imagina el advenimiento de una conversación que pueda derribar el mito del hombre superior y desarmar el pacto patriarcal. Saben que en eso les va la vida. Desde que "la mujer más hermosa del mundo" despierta en la página uno del libro hasta que esta otra mujer despierta en un sanatorio, se han desplegado tres historias que arriban a una conclusión: "Los cuerpos son distintos, el alma es la misma", dice un apunte manuscrito. Ese pensamiento hoy se transformó en consigna: Si matan a una nos matan a todas. En el futuro de la novela, el abogado le pide perdón a Ana por no haber visto cuál era la verdadera naturaleza de su aparente frivolidad. Quedan algunos señores que le deben una disculpa a Manuel Puig, pero a la mayoría eso nos causa risa.
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