Manuel Mujica Lainez: tiempo de redescubrir a un clásico a 110 años de su nacimiento
"Yo soy un escritor póstumo... ¡Cómo se van a ocupar de mí después de muerto...!", predijo un chispeante Manuel Mujica Lainez (1910-1984) en octubre de 1975 en diálogo con el periodista Enrique Raab.A ciento diez años del nacimiento del escritor argentino, se puede decir que esa profecía no ha llegado a cumplirse. Ninguna entidad cultural pública o privada lo recuerda, ni siquiera bajo la módica forma de los hashtags en redes sociales. Pese a que desarrolló una obra tan rica como "elegante" (epíteto que reaparece en cada texto sobre el autor), en la que combinaba la ficción histórica con la literatura fantástica, y el drama burgués con las fábulas homoeróticas, sus libros han dejado de circular. Hubo excepciones: en 2018, la editorial de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM) reeditó la que es tal vez su mejor novela, La casa (1954), en la colección Los Raros. Ese volumen tiene un prólogo del entonces director de la BNMM, el escritor Alberto Manguel.
"Manuel Mujica Lainez fue uno de los novelistas más destacados del siglo XX -escribe Manguel-. Si bien fue muy activo en el mundo del periodismo y la cultura de su convulsionada época, siempre anheló y sintió como propia la atmósfera del pasado". "Manucho" inició su carrera como periodista en LA NACION en 1932, donde publicó reseñas sobre el mundo del arte y crónicas del viajero extasiado que era. También dos años atrás, la editorial rosarina Iván Rosado lanzó La pintura ingenua, un texto escrito a partir de catálogos para la galería porteña El Taller.
"Hay autores cuya obra por momentos tiene una amplia recepción pero después parece desaparecer en medio de los nuevos escritores -destaca Cristina Piña, ensayista y traductora-. Pero, y eso es lo bueno de esta oscilación, la obra se mantiene silenciosa pero vuelve a desplegar sus atractivos. Creo que es lo que pasa con la de Mujica Lainez, cuya importancia lentamente vuelve a ser valorada. Porque además de su prosa excepcional, elogiada por sus contemporáneos y luego hasta por Roberto Bolaño, sus historias, su disección de la clase alta argentina y su capacidad para crear personajes inolvidables son un hito en nuestra literatura". Piña agrega que la figura de dandi del escritor tampoco se podría borrar de la memoria cultural. "Sus extravagancias marcaron una época y una forma de insertarse en la realidad. Nadie lo hizo y, probablemente, nadie pueda volver a hacerlo como él".
Exaltación de Buenos Aires
Publicó sus primeros libros de ficción, "teñidos de hispanismo" según César Aira, en 1936 y 1938: Glosas castellanas y la novela Don Galaz de Buenos Aires, donde aparece uno de los principales motivos de su obra: la recreación literaria de la ciudad como un personaje más de la ficción. "Lo que me ha importado al escribir sobre Buenos Aires ha sido tratar de exaltarla, creándole los mitos de los cuales esa ciudad carece, porque las grandes ciudades europeas los tienen hace mucho tiempo; la mía, tenía elementos con los cuales se la podía rodear de un hálito mítico; en los cuentos de Misteriosa Buenos Aires, una de las cosas que busqué fue el vincular esta ciudad tan remota con ciertos temas universales", dijo en referencia a ese clásica colección de cuentos, de 1950. Con toda justicia el Premio Municipal de Literatura del Municipio de San Isidro, que premia a cuentistas, lleva su nombre; este año, el jurado está integrado por Claudia Piñeiro, Hernán Ronsino y la periodista Susana Reinoso, que reemplaza a Rosario Bléfari, que murió a comienzos de julio.
"Aunque leí varias de sus novelas, la impresión más grata y duradera se la debo, sobre todo, a los hermosísimos cuentos de Misteriosa Buenos Aires -dice el escritor y periodista Fernando Sorrentino-. Las sabias morosidades, las riquezas de detalles, la precisión del vocabulario, los intensos núcleos narrativos de cada uno de esos textos, redactados en tiempo presente, fueron conduciéndome por esos mágicos escaques de un ajedrez siempre cautivante". Los relatos de Mujica Lainez no olvidan un aspecto central de la narrativa: la peripecia. "Por fortuna, para mi frívolo concepto de lector hedónico, en cada una de las invenciones de Mujica Lainez ocurren hechos, y todas empiezan, se desarrollan y terminan, acompañadas por la pregunta que me impulsaba a seguir recorriéndolas: ¿qué pasará ahora?".
Como otros de sus colegas, se lució en el arte de la entrevista. Sus respuestas, obras maestras de la malicia y la ironía, cautivaban a los lectores tanto como su cuidada imagen. "Cuando murió Perón había que explicar a cada rato cómo era posible que esta señora lo sucediese... -le confió a Raab-. Querían saber detalles y más detalles... Claro, para los extranjeros, sobre todo para los periodistas, la señora es un personaje espléndido... Con ese pasado tan particular... Y yo qué iba a explicar si no entendía nada... Mirá, cada vez que me preguntaban por la señora, o por López Rega, me las ingeniaba para cambiar de conversación". En el mismo diálogo, sobre Jorge Luis Borges, deslizó: "Me ofrecieron pronunciar unas conferencias, pero yo no soy como Borges, ¿viste?, que es un verdadero industrial de la conferencia". Antiperonista, en 1952 se presentó como candidato a legislador por el Partido Demócrata y, luego del golpe de Estado de 1955, fue designado director de Relaciones Culturales en la Cancillería. En el prólogo de El arte de viajar. Antología de crónicas periodísticas (1935- 1977), Alejandra Laera sigue las huellas del Mujica Lainez cronista (o funcionario) en sus recorridos por el mundo, donde fue testigo del ascenso del nazismo en Alemania, de la Londres de posguerra, del trasfondo revolucionario en Cuba y del fulgor de los tesoros coloniales que pueblan los museos peruanos.
Además del ciclo de la saga porteña (conformado por Los ídolos, La casa, Los viajeros e Invitados en El Paraíso), escribió novelas históricas ambientadas en la Europa de siglos remotos: Bomarzo (1962), que debería inscribirse en la historia del barroco latinoamericano como uno de sus puntos más altos, y El unicornio (1967), situadas respectivamente en el Renacimiento y la Edad Media. En ambas, como apuntó el escritor Leopoldo Brizuela,Manucho comenzó a transitar de manera discreta una senda erótica. "La clasificación tradicional de ‘novelas históricas’, que una crítica distraída y en general reticente aplicó a esta nueva serie, disimuló todo lo que el proyecto de Mujica Lainez tiene en sí mismo de original y revolucionario, entre otras cosas, por la consideración de la homosexualidad en marcos premodernos, acompañada de una búsqueda de elementos formales anacrónicos que permitieran expresarla", observó el autor de Inglaterra. Una fábula. El investigador Jorge Luis Peralta señaló que, a pesar la presencia constante de este factor en la narrativa mujicana, "la disidencia homoerótica no es la única que articula la obra del autor, donde se aprecian muchas otras formas de transgresión a la sexualidad normativa: incesto, fetichismo, onanismo, travestismo".
Tres lectores avezados, y amigos del autor, consagraron ensayos literario-biográficos al creador de El escarabajo. El primero fue Jorge Cruz, en 1978, con Genio y figura de Manuel Mujica Lainez; en 1983, María Esther Vázquez publicó El mundo de Manuel Mujica Lainez, y el escritor Oscar Hermes Villordo, dio a conocer en 1991 la biografía Manucho. Una vida de Manuel Mujica Lainez. "Manuel Mujica Lainez alimentó a ‘Manucho’ casi como un personaje más de su galería de criaturas de ficción", señaló el autor de La brasa en la mano.
A fines de la década de 1960, Manucho convenció a su esposa, Ana de Alvear Ortiz Basualdo, de que debían dejar atrás Buenos Aires y mudarse a La Cumbre, más exactamente a Cruz Chica, en la provincia de Córdoba. Desde 1969 hasta su muerte en 1984, a los 73 años, Mujica Lainez vivió en El Paraíso, que se convirtió en centro de reunión de intelectuales, escritores y artistas y, luego de su muerte, en una casa museo que sufrió robos y vandalizaciones de todo tipo. En 2018, con apoyo del gobierno de la provincia de Córdoba, el Municipio, el Fondo Nacional de las Artes y la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y Bienes Históricos, La Cumbre fue declarada "poblado cultural", y "El Paraíso", uno de los hitos de ese mapa patrimonial.
Mujica Lainez por Hugo Beccacece
Siempre disfruté de la lectura de los libros de Mujica Lainez. De su numerosa obra, prefiero la serie de los cuentos y las novelas dedicadas a la historia y la sociedad porteñas: Aquí vivieron, Misteriosa Buenos Aires, Los ídolos, La casa, Los viajeros e Invitados en el Paraíso. Quienes lean o relean ese ciclo consagrado al auge y la decadencia de la alta burguesía de Buenos Aires comprobarán su actualidad literaria.
"Manucho" era un narrador nato, pero también un sabio creador de estructuras y de personajes. No dejaba nada librado al azar. Su estilo era muy elegante, quizá barroco por la riqueza del lenguaje. Ese aspecto puede ser el que resulte datado para las nuevas generaciones de lectores cuyo léxico es pobre en palabras llanas y dignas, pero abundante en insultos ingeniosos y escatológicos. Si por ese "disenso" no leen al autor de Crónicas reales, se pierden una producción de fantasía desbordante, de fina ironía y de réplicas notables; además, todas esas páginas son un documento invalorable desde el punto de vista histórico y lingüístico sobre una época, un grupo social y un modo de hablar y escribir: un capítulo importante en la formación de nuevos escritores.
Borges, al que Mujica Lainez admiraba profundamente, dijo en cierta ocasión que, más allá del futuro y de la ciencia ficción, quedaba todo el pasado por descubrir. Una de las buenas cosas que les reserva el futuro a las tiernas y recién llegadas generaciones de lectores es el descubrimiento de "Manucho". Verán que el pasado es tan fértil como el futuro.
En cierta ocasión, Mujica Lainez le dijo a uno de los jóvenes admiradores que siempre se le acercaban: "Con tu juventud, tu inteligencia y tu desfachatez, qué punta le habría sacado al lápiz. Ya habría ganado un Premio Nacional o Municipal. Apurate, pichón".