Manuel Belgrano, un criollo de apellido itálico
La presencia en nuestras tierras de oriundos de la península itálica, que se dio en forma masiva a partir de finales del siglo XIX, se percibe aún en el período en el que formábamos parte de la corona de España. A solo título de ejemplo recordemos que nuestro barrio de Palermo debe su nombre a su primitivo propietario, el capitán Juan Domínguez Palermo, natural de Sicilia, regidor del cabildo de Buenos Aires en 1605.
Pero es don Manuel Belgrano, de cuya muerte se cumplen doscientos años, única figura de nuestra historia que despierta veneración sin discordancias, el prócer portador de apellido italiano que ha alcanzado mayor gloria en el país.
El creador de nuestra bandera era hijo de Domingo Belgrano Peri que nació en Oneglia, costa de Liguria, cerca de Génova, el 17-II-1731 y dejó de existir en Buenos Aires 24-IX-1795. En el ejercicio del comercio de aceite había pasado de su ciudad natal a Cádiz en 1750 y de allí a Buenos Aires en 1753 donde con rapidez logró buena posición. El 20.IX.1769 obtuvo carta de naturaleza de súbdito español luego de lo cual desempeñó en Buenos Aires altos cargos capitulares y militares. Tenía veintiséis años cuando casó aquí con la criolla doña María Josefa González Casero, de catorce años con quien tuvo diez y seis hijos. Manuel fue su octavo vástago.
Julio Jorge Pertiné, genealogista argentino, y el fraile italiano Alberto V. Casella o.p. publicaron en forma reciente sendos trabajos donde dan a conocer la ascendencia patrilineal documentada del general Belgrano hasta el siglo XVI. Ambas investigaciones –complementarias entre sí– coinciden en tener a Tomás Belgrano muerto en Oneglia antes de 1588 como el más antiguo antepasado conocido de esta familia ligur. Padre de varios hijos inscriptos en el Libro del Patriciado Genovés de él provienen diversas líneas de Belgrano asentados en Oneglia y en Turín, varios de los cuales sobresalieron en el ejercicio de funciones civiles, militares, eclesiásticas y universitarias. Uno ellos, Juan Bautista Belgrano (1686-1759), natural de Turín, jurisconsulto notable, fue honrado por el rey de Cerdeña en 1746 con el título de conde de Famolasco, título que ha perdurado en sus descendientes.
El estudio publicado por J.J. Pertiné toma como fuente principal el expediente obrante en el Archivo Histórico Nacional de Madrid que inició don Ángel María Calderón de la Barca y Belgrano, (Buenos Aires 1786- San Sebastián, España 1861) hijo de una hermana del prócer, para ingresar en el año 1828 a la orden nobiliaria española de Carlos III, cuerpo documental que brinda elementos inéditos sobre la ascendencia de los Belgrano de Oneglia y contiene nuevos aportes respecto de los antepasados de doña María Josefa Gonzalez Casero (1743-1798), madre criolla de nuestro general.
Esta señora fue hija de don Juan Manuel González Islas, quien nació en Santiago del Estero en 1715 y casó en Buenos Aires en 1741 con doña Inés Casero Ramírez nacida en Buenos Aires en 1714. El referido abuelo materno del prócer era hermano de doña Gregoria González Islas, también santiagueña, casada con don Fernando Villarino quienes fueron los abuelos maternos de Juan José Castelli, vocal de la Primera Junta de Gobierno. Tales hermanos González Islas eran hijos de don Juan Guillermo González y Aragón quien nació en Cádiz en 1687 y se estableció en Santiago del Estero donde cumplió funciones de regidor y maestre de campo, y se casó en 1713 con doña Lucía Islas y Alva Bravo de Zamora, santiagueña nacida en 1693 y muerta en 1726, descendiente por su lado materno de conquistadores asentados en esa ciudad desde el siglo XVI. Dicho bisabuelo materno del general Belgrano, el gaditano don Juan Guillermo González y Aragón, ya viudo se trasladó de Santiago del Estero a Buenos Aires donde en 1734 se ordenó de sacerdote y emprendió una destacable labor benéfica. Fundó la "Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo" cuyo fin era enterrar los muertos desamparados y practicar la beneficencia, encomiable labor que hizo se lo llamase "Apóstol de la Caridad de Buenos Aires". En el barrio sur construyó una capilla, luego parroquia de la Inmaculada Concepción y en 1738 la iglesia de San Miguel, origen de la parroquia situada en la calle Bartolomé Mitre y Suipacha, lugar donde fueron sepultados sus restos en 1768. Una placa ubicada a la derecha de la entrada de esa iglesia reza lo siguiente: Cenizas del Presb. Licº D. Juan Guillermo González Aragón, Viudo de Da. Lucía de Yslas y Alba, Fundador de la Hermº de la Caridad. Capellº de las Fundadoras Catalinas en Buenos Aires que condujo del Tucumán. Edificó la Pº Yglesia de S. Miguel, Nació en Cádiz en 1687. Murió en esta Ciud. en 1768. Sus deudos. Joaquín Belgrano.
Los Casero, apellido de la abuela materna de Belgrano, provienen de Pedro Casero nacido en 1574 en Valle Olivas, obispado de Cuenca en Castilla la Nueva, quien ya en 1592 se hallaba asentado en Córdoba del Tucumán casándose allí en 1607 con doña Ana de Salvatierra, cordobesa nacida en 1592, hija legítima de Martín de Salvatierra, andaluz de Sevilla, vecino encomendero, y de María Pereira, mestiza, oriunda de La Serena, reino de Chile. Esta última era hija de Antonio Pereira, español hidalgo nacido en 1532 -participante activo de la conquista del Perú y de Chile, establecido luego en Córdoba donde fue vecino encomendero- y de María, india peruana moradora de La Serena. El español Pedro Casero y la criolla doña Ana de Salvatierra tuvieron en Córdoba ocho hijos. Uno de ellos fue Ventura Casero Salvatierra el cual se trasladó a Buenos Aires hallándoselo en 1649 como portero del Cabildo. Este casó en la ciudad porteña con Eufemia Ávalos de Mendoza, donde tuvieron larga descendencia. Fue uno de sus nietos don Martín Francisco Casero de la Vega nacido en Buenos Aires en 1688 quien casó en 1706 con doña Micaela Ramírez Delgado nacida en 1686, de vieja raigambre local. Estos últimos resultaron los padres de doña Inés Casero Ramírez, abuela materna del general Belgrano.
De las noticias anteriores se desprende que el general Belgrano fue hijo de padre europeo y madre criolla, cuadro frecuente en las genealogías de personajes relevantes de nuestra historia.
Para tomar conciencia del sentido de patria presente en el alma del creador de nuestra bandera es preciso formular algunas consideraciones históricas. Mientras los anglosajones que poblaron los Estados Unidos de América formaban parte de familias previamente constituidas lo que hizo que fuera excepcional la mezcla de sangre con indígenas, en la América española los conquistadores emprendieron en soltería la aventura indiana. Ese celibato generalizado determinó que en estos territorios cundiera el mestizaje. En épocas posteriores todo europeo que arribaba al Nuevo Mundo casaba invariablemente con mujer local. La indagación genealógica de esas cónyuges "criollas" conducen con frecuencia a resultados parecidos: eran hijas de españoles peninsulares y de mujeres nacidas en Indias, procedimiento una y mil veces reiterado desde el siglo XVI. Esa pesquisa matrilineal ascendente lleva casi siempre al hallazgo de la antepasada aborigen, de identidad imprecisa, olvidada -u ocultada- en el transcurrir de las generaciones.
El cuadro descripto hace entendible que en los hijos que nacían de padre europeo y madre criolla, el tono cultural predominante fuera el de esta última. Era ella la que tenía arraigo, tradiciones e historia centenaria en la región. Enseñaba a sus hijos a hablar y rezar con su inflexión de voz, utilizaba las expresiones del habla local, los alimentaba con productos de la tierra. Imprimía en sus vástagos, en suma, un sello de identidad con raíces en el suelo que pisaban.
Esas claves resultan válidas para entender el sentido de patria de nuestro prócer quien, pese a haber estudiado en Salamanca y Valladolid y ser hijo de padre italiano lejos estuvo de sentirse un europeo de América. La propuesta que planteó a los congresales de Tucumán de 1816 de que se reestableciera en estos territorios la monarquía de los incas muestra su íntima adscripción a la causa americana. Su actitud en tal sentido no solo respondía al hecho de haber nacido aquí sino -especialmente- por la pulsión de su sangre materna, resultante de la fusión de la de viejos pobladores con la de indígenas. Belgrano fue, sin duda, un hombre del Nuevo Mundo, un criollo.
El autor es Presidente del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas
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