Malba, moderno y contemporáneo
Con una muestra dedicada a Matías Duville, cumple diez años el programa destinado al arte actual y regional en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires
El tipo de lugar en el que estamos parados es muy distinto de hace diez años. Y eso nos modifica a todos", dice Matías Duville (Quilmes, 1974) en la sala que aloja su primera muestra individual en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Se refiere a que ya no somos los mismos después de haber visto en vivo y en directo la caída de las Torres Gemelas, el huracán Katrina y los desastres provocados por los tsunamis en el sudeste asiático, Chile y Japón. La perspectiva humana cambió y eso se percibe en su obra, donde abundan las imágenes apocalípticas.
Muchas cosas cambiaron también en Buenos Aires. Una década atrás, con apenas un año de vida, Malba estrenaba su programa Contemporáneo, destinado al arte actual y regional. Con entrada gratuita y 29 exposiciones realizadas desde entonces, cumplió la función esperada: aportarle vida a un museo con proyección internacional, que aloja una colección con alto valor histórico y a su vez permanece abierto a las nuevas tendencias.
Esa flexibilidad, propia de un museo del siglo XXI, se refleja incluso en el montaje. En la exposición actual, la Sala 1 de Malba –en la planta baja–mutó para adoptar una forma similar a la de una casa "chorizo" de cinco habitaciones, con pisos alfombrados. La idea del curador Santiago García Navarro fue potenciar ese clima ambiguo entre ficción y realidad tan presente en la obra de Duville, artista formado con Guillermo Kuitca y Jorge Macchi.
Ese clima no sólo está marcado por la incertidumbre que transmiten sus escenas de inundaciones y tornados, sino también por la presencia de exóticos soportes que ha reciclado y transformado con cuchillos calientes o martillazos: filtros de pileta, hojas de álbumes fotográficos, alfombras, tablas de madera aglomerada. Ahora, junto a trabajos en carbonilla sobre papel, exhibe por primera vez en la Argentina una instalación, un video, fotografías presentadas en loop con música de The Pupilos –la banda de su hermano, que él produce– y obras realizadas con barro, que parecen hechas por el último sobreviviente de la humanidad con el único material disponible.
De esta manera gana nuevas dimensiones una producción centrada en el dibujo, que integra importantes colecciones internacionales. El año pasado fue compilada en un libro editado por KBB, y el año próximo sumará otros dos: uno que publicará el Drawing Center de Nueva York con el proyecto de Duville sobre Alaska y otro que registrará la instalación que el artista está haciendo en un campo de Junín, gracias a la Beca Guggenheim que ganó en 2011. Es un hábitat en constante transformación, una obra infinita en la que se distinguen vestigios de una casa cuyas paredes y techo quedaron recostados sobre el piso. Un hogar que perdió su condición de refugio y comienza a ser devorado por la naturaleza. Como nuestro planeta.
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