Magnicidios fracasados: disparos contra el carruaje de Sarmiento y otros atentados fallidos de la historia argentina
Armas de fuego, piedrazos y bombas en un recorrido que se remonta a 150 años de intentos de matar al presidente
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A Justo José de Urquiza lo asesinaron en su palacio de Entre Ríos el 11 de abril de 1870, años después de haber dejado la presidencia (1854-1860). Fue el último expresidente argentino del siglo XIX muerto en un acto premeditado y violento.
Domingo Faustino Sarmiento sufrió un atentado un sábado a la noche de 1873 mientras viajaba en su galera a ver a Aurelia Vélez Sársfield. El sanjuanino estaba tan sordo que no escuchó los disparos y se enteró del atentado muy risueño a través del jefe de policía Enrique O´Gorman cuando llegó a la casa de la escritora, con quien vivía un amor clandestino. Si bien fueron capturados los autores, Francisco Güerri, Pedro Güerri y Luis Casimir, nunca se pudo establecer la causa de por qué estos marineros italianos quisieron perpetrar el magnicidio, pues el instigador, un tal Aquiles Segabrugo, otro italiano conocido como “el austríaco”, fue muerto “en defensa propia” por Carlos María Querencio, representante de López Jordán en Montevideo. Recordemos que entonces se vivían las guerras jordanistas que convulsionaban a la Mesopotamia.
Como un comisario argentino llegó a decomisar los documentos que Segabrugo había dejado en un hotel de Montevideo, el barco que lo conducía a Buenos Aires fue capturado por una nave jordanista y los papeles comprometedores, sustraídos por los rebeldes.
Dos veces contra Roca
Julio Argentino Roca fue atacado de un piedrazo mientras se dirigía al Congreso en el inicio de sesiones de 1886 por un tal Ignacio Monjes que llegó a herir en la cabeza al presidente. Este fue prontamente atendido por su amigo el doctor Eduardo Wilde, quien a la sazón era ministro de Justicia y Culto, mientras que el agresor fue capturado por Carlos Pellegrini –un gigante de casi dos metros–, que lo asió de los cabellos. Monjes, a pesar de su epilepsia, no fue declarado insano y pasó 10 años en prisión.
No fue este el único atentado contra Roca ya que en 1891, cuando era ministro del Interior de Pellegrini, un menor de apellido Sambrice disparó contra el coche en el que se trasladaba. La bala se incrustó en la pared del vehículo que aún se conserva.
El agresor de Quintana y el de Figueroa Alcorta escaparon juntos de la cárcel
En 1905 le tocó el turno a Manuel Quintana, atacado en Av. Santa Fe y Maipú por un agresor que disparó no una sino dos veces contra el presidente (1904-1906) a escasos metros de distancia. Quintana siguió su camino casi sin inmutarse, mientras perseguían a quien había efectuado los disparos, un tal Salvador E. José Planas y Virella, un catalán de inclinaciones anarquistas. Una vez capturado confesó sus intenciones. Fue encarcelado, pero en 1911 logró huir de prisión y jamás fue hallado.
El atentado contra José Figueroa Alcorta tuvo ribetes cómicos ya que, en febrero de 1908, cuando el presidente acababa de bajar de su vehículo a las puertas de su casa, le arrojaron una bomba que atinó a patear mientras reducían al agresor, Francisco Solano Regis, un salteño que se había documentado sobre la fabricación de explosivos con un libro redactado por un militar español. Lo condenaron a 20 años “con diez días de reclusión solitaria en los aniversarios del atentado”. Fue encerrado en la Penitenciaria Nacional donde también estaba Planas y Virella, y desde allí ambos pudieron escaparse. De esta forma fue como dos fracasados magnicidas terminaron evadiéndose de la Justicia. No solo compartieron la intención delictiva sino una libertad inmerecida.
A Victorino de la Plaza un individuo le disparó durante el desfile del 9 de Julio de 1916. La bala dio en una moldura del balcón de la Casa Rosada. El segundo disparo falló y el autor fue detenido mientras gritaba “Viva la Anarquía”. Se trataba de un tal Juan Mandrini, porteño, de 24 años. El presidente se limitó a decir: “Este loco merece que lo condenen… por mal tirador”.
Hipólito Yrigoyen fue agredido el 24 de diciembre de 1929 mientras se dirigía en el auto presidencial a su hogar en la calle Brasil. Un hombre dio tres disparos contra su vehículo. Dos policías fueron heridos pero el agresor, Gualterio Marinelli, italiano, murió. Persistió la duda de si, efectivamente, se trataba del atacante o era una víctima fortuita del atentado.