Magdalena Ruiz Guiñazú, ciudadana ilustre de Buenos Aires y de la vida
La niña que se dormía algo inquieta en la inmensidad del primer piso del Palacio San Martín mientras su papá, el canciller, ofrecía en planta baja alguna cena a una delegación internacional. La adolescente que se escapó para asistir al entierro de Eva Perón, a pesar de provenir de una familia nada peronista. La joven mujer que fue movilera de Cacho Fontana y que preparaba el noticiero de Canal 7 y las meriendas de sus cinco hijos al mismo tiempo. La bala que le dejaron en el felpudo de su casa como advertencia de que no gustaban para nada sus críticas a la dictadura. La periodista consagrada que se le plantó en Casa de Gobierno a Albano Harguindeguy, ministro del Interior del Proceso, sin amilanarse. La primera en sacar al aire en un programa de gran audiencia radial a Hebe de Bonafini en tiempos no convenientes. Y la primera mujer también en entrar al edificio de la ESMA como parte integrante de la Conadep y poner en caja a un extraño fotógrafo de los servicios. La conductora que le peleaba de igual a igual en el aire a Aníbal Fernández en los tiempos de esplendor del kirchnerismo y que se tuvo que bancar las peores calumnias sobre su pasado solo por el hecho de haber sido muy crítica del gobierno anterior.
Esa y muchas más es Magdalena Ruiz Guiñazú, ciudadana ilustre de la vida y del mundo desde siempre y que desde ayer, más formalmente, fue consagrada ciudadana ilustre de la ciudad de Buenos Aires, ciudad cuyas calles ha recorrido de madrugada, en noche cerrada, con frío o con calor, durante décadas rumbo a la radio para despertarnos a todos con buenas y malas noticias, Piazzolla mediante en la cortina musical o, si había tormenta, "Cantando bajo la lluvia". Y también alguna canción de María Elena Walsh para animar a los chicos a salir de la cama y prepararse para el colegio.
Con asistencia perfecta fue y sigue siendo un soldado del trabajo. Ni la tos ni la fiebre ni los duelos familiares fueron más fuertes que su romance apasionado con el micrófono.
Magdalena y las noticias, un combo indivisible a través del tiempo, un contrato para siempre que sigue vigente entre su voz tan única y una audiencia fiel que ha seguido sus movimientos a través del dial hasta el día de hoy.
Inteligente, campechana, filosa, con unos reflejos increíbles frente al micrófono, Magdalena cultiva varios registros con la misma idoneidad: desde la entrevista exigente a un presidente como el comentario sobre la última película o espectáculo que vio.
Y sabe ser trueno o graciosa, según lo demande la ocasión. Su repertorio de estados de ánimos es casi infinito.
Es una voz que quedará adherida para siempre a lo mejor de la historia de la radio en la Argentina, pero también una pluma que ha sabido mostrarnos otras facetas en distintas publicaciones y hasta en libros de ficción.
Maestra de varias generaciones de periodistas, jefa generosa y compañera, gran anfitriona de memorables comidas entre notables amigos, nunca se la creyó por más que es una grande en muchos, demasiados sentidos de la palabra.
Querida Magda: a partir de hoy Buenos Aires brillará un poco más con una ciudadana ilustre como vos.
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