Luna Paiva, unión de dos mundos
El día en que fue acorralada por la Gestapo, en 1942, Ángela Schwartzman se tragó los papeles que llevaba con mensajes de la Resistencia y se tiró por una ventana. Embarazada de varios meses, inició de inmediato el trabajo de parto. Alguien la rescató y la llevó en auto hasta un hospital de Marsella, en el sur de Francia.
"Así nació mi papá. Lo dejaron en un orfelinato hasta que mi abuela lo buscó para llevarlo a Polonia. Llegaron a la Argentina después de la guerra", dice hoy con voz suave la artista Luna Paiva.
Hija del fotógrafo Rolando Paiva y de Teresa Anchorena, actual presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, Luna encarna la unión de dos tradiciones muy distintas. Su abuelo paterno era Emiliano Paiva Palacios, miembro del Partido Comunista Paraguayo, que peleó durante la Guerra Civil Española contra el ejército de Francisco Franco; así conoció a Ángela. Sus ancestros maternos, en tanto, integraron una de las familias más poderosas de la burguesía terrateniente criolla.
Rolando y Teresa se conocieron cuando él iniciaba su carrera como fotógrafo y ella probaba suerte como modelo. A comienzos de la década de 1970 se fueron a vivir a París, donde permanecieron exiliados durante una década. Allí nació Luna, en 1980, tres años antes de que su madre decidiera separarse y volver a la Argentina. Inició así una vida nómade, entre dos continentes.
"Fue una gran escuela estar cerca de él –dice hoy la artista al recordar a su padre, fallecido en 2003–. Coleccionaba libros antiguos y me despertaba los fines de semana a las cinco de la mañana para ir los mercados de pulgas. Me enseñó grabado, pintura, fotografía. Íbamos a exposiciones y me hacía elegir una obra; tenía que reproducirla de memoria al llegar al taller, donde vivíamos. Después me hizo un libro con esos dibujos".
Esa historia cosmopolita continuaría más tarde al formar familia con Leandro Erlich, uno de los artistas argentinos con mayor proyección internacional y padre de sus dos hijos. Actualmente en pareja con Alan Faena, mientras diseña una vidriera para Hermès en Los Ángeles, se mueve con comodidad entre Buenos Aires y Miami.
En ambas ciudades participó en los últimos meses del Faena Festival con esculturas de bronce, similares al cactus gigante que exhibió hace dos años en la entrada de arteBA Focus y a la lápida que realizó para el cementerio ficticio de Maurizio Cattelan durante la semana de Art Basel Cities: Buenos Aires. "Sin esperanza, sin temor", escribió allí, a modo de despedida de este mundo, con la actitud heredada de su abuela.
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