Luis Pescetti: “El mejor juguete de cualquier papá o mamá es el deseo de jugar con su hijo”
Hace unos días, en plena cuarentena, un maestro de una escuela primaria pública muy admirado por Luis Pescetti le escribió al autor de Natacha para proponerle que empezara una canción y se la enviara para que él la continuara con sus alumnos. A Pescetti le fascinó la idea. Ahí nomás buscó un lugar tranquilo de la casa, agarró la guitarra y se puso a crear unos versos y una melodía.
"Me dijeron que era el amor de mi vida / me dijeron que era todo/a para mí / me dijeron que olía como rosas / me dijeron que iba a ser muy feliz / Me bañé para ir a conocerlo/a / me compré el mejor perfume del país / me peiné, busqué mi ropa más bonita / mis ahorros, todos juntos, preparé/ pero al ir a conocerlo/a / qué sorpresa…"
Pescetti grabó el principio del tema y se lo mandó al docente, a quien conoce hace años. Ahora, cada uno desde su casa, los chicos y sus maestros están creando juntos la historia de un amor de ficción surgido en días de aislamiento social preventivo.
Mientras por un lado muchas manos escriben la letra de esa canción, a miles de kilómetros de distancia, en la base argentina en la Antártida, las familias de los científicos y los militares que residen allí llevan su vida adelante como siempre, ya que hasta esa porción del sur no llegó el coronavirus.
Manual Pescetti para atravesar la cuarentena: No dramatizar. Lograr al menos un momento genial con la pareja y los hijos, y cinco muy buenos; el resto que acompañen
Pensando en quienes viven habitualmente en condiciones extremas, a Pescetti se le ocurrió contactar a los argentinos que residen en la base Marambio para pedirles algunos tips sobre rutinas, normas de convivencia y resolución de conflictos cuando se deben pasar largos días bajo el mismo techo sin saber a ciencia cierta cuándo se podrá volver a salir. El escritor y músico charló con varios residentes de la base y va a compartir ese material con el público en un programa especial, que se emitirá en vivo el domingo de Pascua, de 16 a 18, por Radio Nacional. "El abrazo más largo del mundo", título inspirado en una anécdota real de una amiga que se cubrió con una manta para poder abrazar a su madre enferma, va a incluir canciones para chicos y grandes, humor, desafíos de ingenio y sus reflexiones sobre las enseñanzas de la vida en aislamiento que le transmitieron los residentes de la Antártida.
Serio, pero sin perder el humor, preocupado por la situación, pero sin caer en el dramatismo, Pescetti conversó con LA NACION desde su casa, donde pasa la cuarentena junto a su mujer, Magdalena Fleitas, y sus dos hijos.
–A casi un mes del inicio de la cuarentena obligatoria ¿en qué aspectos te cambió la vida y qué medidas adoptaste para el día a día?
–Como soy artista independiente hace muchos años, no tengo una disciplina de horarios externos sino que estoy muy acostumbrado a establecer mi propia rutina de trabajo. Por ejemplo, si encaraba una novela, trataba de escribir mil palabras por día, todos los días. Esa costumbre, esa sistematización, me ayudó mucho. Es cierto que escribir ahora es como ir al autocine preocupado por si va a caer un meteorito cerca. No estás atento a la película de la misma manera. Hay más dispersión, más atención a las noticias y las redes, de una manera inútil porque siento que se pierde bastante tiempo. El primer día me senté con mis hijos (son pequeños y por eso nunca digo sus nombres ni sus edades) e hice una lista con todas las cosas que podemos hacer en casa. Son muchísimas y, por supuesto, eso incluye las pantallas. Perfecto: podemos hacer todo eso, lo que no podemos es hacer solo una sola de estas cosas. Me guía la imagen de la pirámide alimenticia, que incluye variedad de alimentos. Así que trato de que haya un combo completo.
–¿Y qué te resultó más difícil?
–Lo que al principio me costó más fue dormir bien. Llegué a despertarme varias madrugadas a las cuatro de la mañana y no poder volver a conciliar el sueño. Eso ya pasó, por suerte. También tuve algunas madrugadas de despertarme con sensación de angustia, algo más visceral, más animal, una sensación física que no está acompañada de un pensamiento. Es como si la bestia de adentro desconociera este estado y reaccionara con sensaciones físicas fuertes. Pero arranca el día, arranca la actividad, y eso se disipa por completo. Por eso me ayudó mucho tener una rutina que no está basada en "tengo ganas de…" sino en "tengo que…" Entre las medidas que adopté y cumplo rigurosamente está la de no reenviar ningún mensaje ni perder tiempo con ninguno que me reenvíen. Desde el primer día.
Sé que si hago dos o tres llamadas significativas por día con amigos y gente que me importe su charla, me produce el mismo alivio que si hubiera salido un rato
–¿Para preservarte de la mala información?
–Porque todo eso genera mucha ansiedad y nada de alivio. Por eso prefiero las conversaciones reales. Sé que si hago dos o tres llamadas significativas por día con amigos y gente que me importe su charla, me produce el mismo alivio que si hubiera salido un rato.
–Uno de los primeros textos que escribiste en tu Facebook sobre esta situación fue acerca del exceso de información. ¿Es lo que más te preocupa?
–Sí, es una de las cosas que más me preocupa desde el primer momento por dos razones: porque vi este pico de reenvío, donde en la información que llega está al mismo nivel tanto la opinión de un infectólogo como la de aquellos que dicen que la Tierra es plana. Y como nuestra cabeza consume datos e información con eso le estás metiendo lo peor. A eso le sumé que no hay protocolos de información en los medios. Es una época para evitar el escándalo, la información no se debería tratar de la misma manera que siempre porque cuando la gente está encerrada en su casa, la relación de poder de los medios es enorme.
–En tu libro "Una que sepamos todos"(Siglo XXI) proponés el concepto de "bolsa de juglar": que cada uno, en su casa o en la escuela, utilice recursos creativos propios para jugar con sus hijos. Ahora que estamos todos en casa, ¿a qué podemos recurrir para pasar el tiempo libre con los chicos sin clase?
–Lo que hace falta es el deseo como motor esencial. En casa tenemos muchos recursos pero hace falta tener ganas. El mejor juguete de cualquier papá o mamá es el deseo de jugar con su hijo. Y con eso se convierte en momia con un rollo de papel higiénico. A los que más están atentos los chicos es que el momento del juego con los padres sea lo más verdadero posible. Primero, va a agradecer el momento; y después, que sea real.
–¿Qué significa exactamente: que le presten toda su atención, que estén atentos?
–Te respondo con un ejemplo. Una vez hice un curso de sitcom (comedia de situación) con un gerente del canal Sony de Estados Unidos y dio un tip que me sirvió mucho: "Nadie puede ser gracioso durante 21 minutos; entonces, nosotros nos proponemos un chiste inolvidable por programa, cinco muy buenos; y el resto que acompañen". Así sería cuidar el deseo en un día de juego con tu hijo. No te sobre exijas porque no vas a poder, pero buscá un gol por día, cuatro o cinco momentos muy buenos y el resto que acompañen.
–Si en la vida diaria "normal" se complica encontrar tiempo para esos momentos, ahora que estamos en casa pero con tareas, teletrabajo e incertidumbre ¿nos queda resto para hacer ese gol por día?
–Y, bueno, proponete uno solo: no sé, pintá bigotes con un corcho, lo que sea, pero que el pibe se ría. Entre los cinco que estén bastante buenos puede ser cocinar y tirarse al piso y ya con el resto vas a lograr una sitcom internacional.
–Pensado en los efectos de esta situación en los chicos ¿qué es lo que te parece más grave en cuanto a posibles consecuencias?
–Voy a hablar en términos de familias sin problemas de violencia. Lo aclaro porque estamos en una situación privilegiada. Con mucho respeto hacia quienes no la están pasando bien, en líneas muy generales, lo que están viviendo los chicos hoy es tener a los papás cerca mucho tiempo; es una experiencia inédita y probablemente el recuerdo no sea negativo. Creo que, en un punto, será un recuerdo entrañable. Hay un libro autobiográfico de David Lodge que cuenta cuando le tocó vivir los bombardeos en Londres en su infancia. Compartían un refugio con unos vecinos, cuya casa desapareció por las bombas. Lo que recuerda de ese momento es que dormía con su vecinita abrazados en la misma cama. Probablemente el recuerdo de los chicos de este momento no sea exactamente el mismo que el nuestro.
–Por lo que cuentan muchos en las redes, los chicos y los perros son los que mejor están pasando esta cuarentena.
–Ese es un buen indicador "ecológico": la cola del perro, que no para de moverse en señal de alegría, y la sonrisa de los chicos. A los adultos nos pasa como pasa en cualquier situación de abstinencia: te pega fuerte la ruptura de los hábitos.
–¿Te preocupa que este sea un año interrumpido en la educación?
–Creo que en esta situación excepcional, como ocurrió en Estados Unidos con el atentado a las Torres Gemelas que interrumpió por un tiempo la cotidianidad de la población, pero a otra escala, cuando hablamos de educación online no se puede seguir el manual escolar igual. Lo lógico, lo formador, sería incluir lo que está pasando, como cuando sucede algo fuerte durante una función en un teatro y no se para sino que se suma a la ficción. Hay que tomar lo que sucede para reordenar la información. Las clases no pueden ser iguales. Primero porque la escuela es una abstracción del mundo, como el teatro y el cine: los chicos van a un espacio donde, por unas horas, el mundo exterior se suspende. En la casa no sucede lo mismo y, además, al estudiar o hacer tareas con una tablet, una computadora o un celular ese contenido compite con todos los otros que están ahí. Es como tener una charla íntima en una fiesta de casamiento o en un recital con pogo: pasan otras cosas alrededor que compiten y llaman la atención. Además, con la "música" de fondo de lo que está pasando puertas afuera. Habría que convertir en conocimiento para los chicos todo lo que sucede en el mundo.
–Sería como esa frase de Bernard Shaw: "Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela", pero al revés. En estos días de convivencia las 24 horas, los chicos ven cosas que no suelen ver como de qué manera trabajamos o la trastienda de cocinar con lo que queda en la heladera, por ejemplo.
-Claro. En términos de educación, tenemos que reordenar la información que se recibe e incluirla en las asignaturas escolares: lecturas, problemas del mundo, geografía, ciencia.
–En síntesis, si quisiera armar una especie de manual Pescetti para este momento ¿qué consignas no deberían faltar?
–Desde el centro del mundo, que hoy es nuestra casa, hay que organizarse rutinas, haya o no deseo; hacer como con las dietas, rutinas que se sostienen a fuerza de voluntad, pero para evitar fracasos tienen que incluir "permitidos": "Hoy no hice tal cosa porque no me dio el cuero". No dramatizar en casa como no se debería dramatizar en las noticias. Lograr al menos un momento genial con la pareja y los hijos, cinco muy buenos y el resto que acompañen.
–¿Cómo te imaginás lo que viene?
–Nos están cambiando experiencias y valores a todos. Creo que ya lo que está pasando es bueno como reacción mundial. Me refiero a apoyarse en la ciencia para enfrentar esta pandemia; la enorme demostración de humanidad que está surgiendo en la gente cuando uno podría pensar que iba a saltar todo por el aire; la mayoría de la gente está demostrando una potencia, una solidez para enfrentar esto que me resulta conmovedora. Eso mismo es un cambio. No hay que esperar el día después porque el cambio ya lo estamos viviendo.
Otras noticias de Arte y Cultura
Más leídas de Cultura
Alta Fidelidad. La última revelación de Kuropatwa
"Un experimento". Las editoriales empiezan a usar la inteligencia artificial para traducir
A los 77 años. Murió la escritora Inés Fernández Moreno
“No voy a meterme en su cama”. Jaime Bayly invita al presidente a hospedarse en su casa en Miami para ahorrar dólares