El nieto del fundador del psicoanálisis retrataba a sus hijas desnudas; entre ellas a Bella, conocida diseñadora convocada por Sotheby’s para celebrar el regreso de las subastas presenciales
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“¿Querés ir, echar un vistazo y decirme cómo va?”, solía preguntarle Lucian a Bella cuando se remataban obras realizadas por él. A veces, ella misma era la modelo. Como en Retrato desnudo sobre un sofá rojo, para el cual posó sin ropa –al igual que sus hermanas- ante su padre, uno de los principales pintores figurativos del siglo XX.
¿Qué hubiera opinado Sigmund, fundador del psicoanálisis y bisabuelo de la diseñadora de modas? Probablemente lo mismo que los asistentes a la subasta dedicada a “las musas” de artistas en Christie’s de Nueva York, en noviembre de 2015, donde no encontró comprador aquella pintura valuada en unos treinta millones de dólares. Esa misma noche, en cambio, otro retrato de una mujer desnuda realizado por Amedeo Modigliani llegó al segundo puesto del podio histórico de ventas, al ser comprado por 170,4 millones.
Lo inquietante, en el caso de Bella Freud, era el vínculo entre la modelo y su padre. “Ese trabajo se desvía hacia un territorio psicológico altamente ambiguo”, opinó entonces Brian Boucher en el sitio Artnet. “Captura la intensa pero frágil relación entre padre e hija, artista y musa”, reconocía por su parte el experto de Christie’s Francis Outred en referencia a la obra, que definió como “la culminación del valiente esfuerzo creativo” compartido por ambos.
Se trataba, de hecho, de la última de las once pinturas inspiradas en Bella desde Pregnant Girl (1960-61): un retrato de su madre embarazada, Bernardine Coverley. “Mujeriego incansable (y fértil), Lucian Freud llegó a engendrar tres hijos con tres mujeres en un año –publicó el Belfast Telegraph-. Fue tan descuidado con sus hijos como meticuloso en su trabajo. Reconoció formalmente a 14 de ellos, aunque se cree que engendró hasta 30. Se negó a vivir con sus descendientes. Las realidades mundanas de la paternidad habrían representado una concesión a la convención demasiado lejana para el último gran artista bohemio”.
Bella era una adolescente cuando comenzó a visitar a Lucian en Londres. Tanto ella como su hermana Esther, señala Vanity Fair, se dieron cuenta entonces de que “la única manera de llegar a conocer a ese elusivo padre era posando para él”. “Todo lo que aprendí sobre arte fue por su influencia”, dice ahora la diseñadora, convocada por Sotheby’s para dirigir un programa de eventos como celebración del regreso de las subastas presenciales. Subastas que, a los sesenta años y a una década de la muerte del artista, la ubican por fin en un lugar más sano.
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