Louise Glück: un Nobel en voz baja para tiempos que gritan
Son muy pocos, pero hay días en los que la literatura, en su sentido bien restringido, le reclama a la actualidad sus fueros. La decisión de la Academia Sueca de conceder el Nobel a Louise Glück logró que, en lugar de toda la desgraciada mercadería política de la hora, hablemos hoy de la poesía de una poeta. Qué atrevimiento el de la Academia, que optó este año por la firma de un poema antes que por la firma de una solicitada. Glück escribe para lectores a los que no les gusta que le griten. Además de mejorar la economía de la poeta, el premio habrá logrado la extravagancia de que el objeto de un premio literario sea la literatura. No se puede pedir mucho más.
En uno de los ensayos reunidos en Proof and Theories (1994), Glück hacía notar que "el borde más insidioso de la desesperación consiste en una vida vivida en la superficie, intimidada por la profundidad, una vida que se niega a ser usada por el tiempo, que opta en cambio por dominar o evadirse". La poesía de Glück es de puertas adentro. No costaría mucho inscribir a Glück en la llamada poesía confesional, pero esa fácil adscripción es engañosa, como todo lo que es fácil (ella misma lo sabe: "Los estudiantes me miran. Les explico que la vida del arte es una vida de labor infinita"). Pero antes que con Robert Lowell o con Anne Sexton, su poética está en deuda con Theodore Roethke, a quien leyó a instancias de su mentor Stanley Kunitz.
Hubo de todas maneras una progresión, una conquistada continencia. En el prólogo a The First Four Books (Firstborn, The House of Marshland, Descending Figures, The Triumph of Achilles), Glück cuenta que, después de su primer libro, se impuso la restricción, para escapar del fragmento, de hacer poemas como si fueran oraciones simples y que, más tarde, en el otro extremo, procuró desasirse de las "torsiones sintácticas" porque "lo que empieza como visión degenera en manierismo". La poesía de Glück no se permite ninguna deshonestidad, ni siquiera (mucho menos) la del artificio. La suya no es una poesía di maniera.
Alguien llamó una vez a la poeta la mitógrafa secreta de Rilke. El Dinggedicht (el poema cosa), según lo entendía Rilke, encuentra en Glück una rememoración, claro que desprovista deliberadamente de sublimidad. De las cosas, igual que a Rilke, le importa lo que no está en ellas, pero que no sería sin ellas. Eso pasa en "Final del verano": "Después la luz blanca/ sin el disfraz de la materia". Hay también ángeles, pero en los poemas suyos el hombre mira angustiosamente el cielo. Por ejemplo, el poema "April", que empieza con la sentencia "no hay desesperación como la mía", y sigue, al modo rilkeano: "No tendrás lugar en este jardín/ si piensas cosas como ésas, y haces/ signos exteriores y tediosos; el hombre/ aplicado, desmaleza un bosque entero/ renguea la mujer que no quiere/ cambiarse la ropa ni lavarse el pelo".
El poema pertenece al celebrado The Wild Iris (1992). De todos sus libros, el preferido de Glück era (tal vez siga siéndolo) Descending Figure (1980). En el primero de la serie de tres poemas que nombran el volumen leemos: "Si pudiera escribirte este vacío…" Será la elección de ella. Sin embargo, The Triumph of Achilles (1985) anuda los hilos. La intimidad deja de ser individual y se vuelve angustiosamente humana: "Es este tu camino a dios,/ que no tiene nombre y cuya mano/ es invisible: un reflejo/ de luna en el agua oscura".
En el mismo prólogo a The First Four Books of Poems, Glück señalaba que, para ella, aun antes de aprender a leer, un libro era un "objeto sagrado". "Sagrado" debe ser entendido aquí de un modo literal, como algo separado del resto. "Ese temor reverencial", prosigue Glück, "se prolonga en cada tentativa de hacer de un cúmulo de poemas una totalidad que hable".