Los sonidos sin pasado
Quien visite la muestra de Proa se topará enseguida con unos objetos singulares que, a primera vista, no parecen exactamente futuristas. Pero los cajones con bocinas de medio metro de diámetro constituyen una de las aventuras más singulares y extravagantes de las vanguardias históricas. Esas cajas con palancas y manijas son la réplica que Pietro Verardo realizó del Intonarumori, artefacto inventado hacia 1914 por el pintor y músico aficionado Luigi Russolo. No hay engaño en el nombre: el aparato había sido diseñado para, literalmente, generar y "entonar" ruidos que, según la clasificación del manifiesto El arte del ruido, incluían truenos, explosiones, silbidos, chillidos, gritos, risas. Se encuentra aquí una anticipación del "ruidismo", del uso artístico del ruido. El programa futurista encontraba así su correlato musical en esos sonidos sin pasado. Contra lo que podría creerse, los ruidos del Intonarumori no provocan un shock en el oyente. El control de las dinámicas y de las alturas depara un sonido completamente artificial, indefinido, ajeno a cualquier instrumento conocido pero también a cualquier pretensión de mimesis de los sonidos naturales. Su amenidad parece más bien una resurrección vanguardista de la vieja Tafelmusik. Treinta años después llegaría Pierre Schaeffer con la "música concreta" y su Concert de bruits. Pero el lugar de Russolo persiste indisputable: su máquina había expandido ya los límites de los materiales, y con ellos los de la música misma.