Los sonidos del silencio
El lenguaje compartido en las obras de León Ferrari y Mira Schendel es el eje de una muestra del MoMA que llegó a Porto Alegre tras haberse exhibido en Nueva York y Madrid
En el principio no fue el verbo, sino el silencio. Al menos aquí, en la Fundación Iberê Camargo, frente a esta instalación de Mira Schendel. Que recuerda uno de los penetrables de Jesús Soto, salvo que no fue pensada para que el público caminara entre esas delicadas hebras blancas de nailon que cuelgan del techo, ni como una obra abstracta, ni como un estudio sobre el color. Si fue creada para evocar "el silencio de Dios en la historia", como afirma el curador Luis Pérez-Oramas (ver nota aparte), la artista logró lo que buscaba.
" Ondas paradas de probabilidad puede sacar a alguien de sus casillas", dijo sobre esta obra Roberta Smith, crítica de The New York Times , cuando la retrospectiva conjunta de Schendel y de León Ferrari fue presentada el año pasado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), antes de seguir camino hacia el Museo Reina Sofía, en Madrid, y terminar su recorrido en Porto Alegre. Lo mismo opinó sobre El juicio final , de Ferrari, una reproducción de la obra de Miguel Ángel cubierta de excrementos de paloma. Y aunque aseguró que la exposición era "esencial para cualquier interesado en el arte del siglo XX", también dijo que la producción de Schendel era más "consistente" que la de Ferrari, reconocido en 2007 con el León de Oro en la Bienal de Venecia.
"Eso no hace más que confirmar que ella no conoce ni a Ferrari ni a Schendel", comenta ahora Pérez-Oramas a adncultura sobre Smith, a la que califica como "una crítica profundamente provinciana, que sólo maneja las categorías del arte estadounidense".
Esto es sólo parte de la polémica provocada por una muestra que hace honor a su título, El alfabeto enfurecido , y que según Eduardo Costantini no llegará al Malba por razones de presupuesto.
Basada en la presencia de la palabra en la producción de ambos artistas, la exposición reúne 180 esculturas, pinturas, instalaciones y dibujos realizados desde 1960. Contrasta las delicadas obras sobre el silencio de Schendel (Zúrich, 1919-San Pablo, 1988), como una que refiere al Holocausto, con otras de Ferrari (Buenos Aires, 1920) que denuncian a gritos la violencia, el abuso del poder y la intolerancia. Por ejemplo, una caja de vidrio con pequeñas manos atrapadas en una maraña de finos alambres que simulan pelos y que parecen intentar aferrarse a la vida. Creada en 1964, anticipa el horror de lo que se viviría en la Argentina una década después, incluida la desaparición de uno de los hijos de León.
También hay muchos trabajos de Ferrari que abordan temas políticos y religiosos de una manera tan descarnada que tal vez para algunos resulte difícil de digerir. Basta recordar que en 2004 una retrospectiva sobre los 50 años de su producción en el Centro Cultural Recoleta, curada por Andrea Giunta, fue atacada por militantes ultracatólicos, clausurada por orden de una jueza y considerada "blasfema" por el cardenal Jorge Bergoglio.
Los collages que superponen iconografía católica con fotos de bombas atómicas y misiles e imágenes del Kamasutra sólo despiertan admiración aquí, en este impecable edificio frente al lago Guaíba que recuerda al Guggenheim de Nueva York, convertido con esta muestra en una auténtica Torre de Babel.
La nueva sede de la fundación que rinde homenaje al artista Iberê Camargo, fallecido en 1994, se inauguró hace dos años y fue construida a partir de un proyecto de Álvaro Siza que ganó el León de Oro en la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2002. Además de las exposiciones temporales, aloja más de 5000 obras de Camargo y un taller de grabado en el que participaron artistas argentinos como Matías Duville y el propio Ferrari, cuando visitó la Bienal de Porto Alegre en 2003, cincuenta años después de que Schendel caminara por las empinadas calles de esta ciudad.
Aunque compartieron el exilio en Brasil, el rechazo al fascismo y un fuerte vínculo con Italia, Ferrari y Schendel prácticamente no se conocieron. Conversaron apenas diez minutos cuando coincidieron en una muestra colectiva con obras de ambos en la Pinacoteca de San Pablo. Fue en 1980, ocho años antes de que ella falleciera a raíz de un cáncer de pulmón.
Hoy, a los 89 años, León sigue tabajando a diario en su taller porteño. No recuerda mucho de su encuentro con Schendel aunque dice admirar sus trabajos, que no volvió a ver salvo en libros. Este dato vuelve a confirmar que, así como ocurrió con la muestra de Ferrari y Henri Michaux montada por Jorge Mara el año pasado, el arte es un lenguaje universal que se hace entender más allá de las culturas, del tiempo y del espacio, incluso sin palabras y en silencio.
© LA NACION
FICHA. El alfabeto enfurecido: León Ferrari y Mira Schendel
adnSCHENDEL
(Zúrich, 1919-San Pablo, 1988)
Única hija de padres judíos, Myrrha Dub tuvo una educación católica. Vivió en Italia, emigró a Sarajevo para escapar del fascismo y de allí a Porto Alegre, en 1949. Estudió dibujo, escultura, filosofía y teología. Desde 1951 participó en varias ediciones de la Bienal de San Pablo, ciudad a la que se mudó en 1953 y donde conoció a su marido, Knut Schendel, con quien tuvo una hija. Realizó una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro (1966) y representó a Brasil en la Bienal de Venecia (1968)
adnFERRARI
(Buenos Aires, 1920)
Hijo de Augusto Ferrari, artista y arquitecto italiano que construyó varias iglesias, estudió en un colegio de curas al que consideró "el infierno". Artista autodidacta, trabajó como ingeniero durante décadas. Con Alicia Barros Castro tuvo una hija y dos hijos, uno de ellos desaparecido durante la dictadura militar. Vivió en Roma y Milán, y en 1976 emigró con su familia a San Pablo. En 1991 regresó a Buenos Aires, donde trabaja actualmente. Ganó el León de Oro en la Bienal de Venecia de 2007
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