Está ubicado frente a la Plaza San Martín, en el barrio de Retiro, y es uno de los edificios emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires. Construido en poco más de un año (entre 1934 y 1936) por la Constructora Cervini, se inauguró el 2 de enero de 1936, durante el cuarto centenario de la ciudad y puerto de Buenos Aires. El intendente porteño era entonces Mariano de Vedia y Mitre, impulsor de grandes reformas. Mide 120 metros, tiene 33 pisos y doce ascensores. En 1999, la Unesco lo declaró Patrimonio Mundial de la Arquitectura de la Modernidad.
La construcción del Kavanagh (Florida 1065) fue decisión de una mujer, Corina Kavanagh. "Las mujeres en los años 30 cumplieron un rol en la promoción de las vanguardias artísticas, que no siempre ha sido señalado", dice Silvio Plotquin, arquitecto y magíster en Historia y Cultura de la Arquitectura y Ciudad de la Universidad Torcuato Di Tella. Plotquin estuvo a cargo de la investigación del flamante libro Kavanagh, publicado con el auspicio de la Dirección General de Patrimonio del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires . El título de uno de sus ensayos es elocuente: "La pampa puesta de pie".
Con el diseño editorial y gráfico al cuidado de Ezequiel Díaz Ortiz, el libro contiene más de trescientas fotografías de interiores y exteriores, vistas panorámicas y otras aéreas (hechas con drones). El volumen parece querer imitar el portento arquitectónico de los años 30. "La modalidad del rascacielos en verdad terminó con el Kavanagh", revela Plotquin, y menciona que esa competencia por superarse en altura, una vez terminada la construcción del edificio Alas en los años 50, recién se retomó en la década de 1960 con el concurso Peugeot. "En verdad, el Kavanagh representó una oportunidad para el desarrollo urbanístico de un sector de la ciudad de Buenos Aires. La iniciativa surgió de la esfera privada, con gran acuerdo entre la norma municipal, el capital disponible y la voluntad de hacer", dice. El célebre estudio de arquitectos Sánchez, Lagos y De la Torre ya había trabajado para Diego Kavanagh, hermano de Corina, y su socio en otros desafíos técnicos.
A partir de la sanción de la ley de propiedad horizontal, entre 1949 y 1951 se atomizó la propiedad del Kavanagh y varios inquilinos de los pisos pasaron a ser propietarios. Por primera vez y en exclusividad para la edición del libro, varios de ellos se mostraron interesados en colaborar con los autores del libro con testimonios valiosos. E hicieron posible que los fotógrafos accedieran no solo al interior de sus residencias sino también a zonas vedadas a los visitantes, como el subsuelo y el sitio donde están las maquinarias que ponen en marcha, día a día, la vida del rascacielos. Desde los grabados orientales del lobby hasta el mobiliarios de madera cobriza de algunos interiores, varios estilos conviven en simultáneo.
Para los autores, hay aspectos de la historia de las ciudades que solo pueden ser conocidos a través de sus edificios. "Kavanagh pudo ser en 1934 el futuro de la ciudad de Buenos Aires. Ahí radica su interés histórico. En los escasos dos años de su gestión y construcción, Kavanagh manifestó una proposición, un modelo de producción urbana. Su singularidad es una contingencia: la hipótesis que subyace es que dio lugar a un tipo de desarrollo que pudo y debió ser reproducido", postulan. Esa posibilidad creativa de la ciudad, sin embargo, no prosiguió. En el libro se analiza el contexto que facilitó esa creación única. "El Kavanagh, que al momento de su construcción fue el edificio más alto de Sudámerica y el más alto del mundo con estructura de hormigón armado, es sin dudas un rascacielos monumental que fusiona el espíritu de su tiempo con formas tradicionales de un lenguaje formal decorativo", escribe Guillermo Alonso, director general de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la ciudad, en el prólogo del volumen.
Los fotógrafos Emma Livingston y Gustavo Sosa Pinilla realizaron las fotos de interiores y exteriores. Además de Silvio Plotquin, las investigadoras Mariana Fiorito y Eleonora Menéndez, también de la UTDT, escribieron artículos para la publicación. El arquitecto Marcelo Nougués y el embajador Sergio Baur se ocuparon de estudiar los temas referidos al diseño y la decoración y al vínculo del Kavanagh con las letras y las artes, respectivamente. El Kavanagh fue tapa de Caras y Caretas y motivo de inspiración de artistas tan diversos como Daniel Santoro, Anikó Szabó, Nicolás García Uriburu y Rómulo Macció, de fotógrafos como Sara Facio y Claudio Larrea y del dibujante Miguel Rep. Narradores y poetas destacados como Manuel Mujica Lainez, Héctor Viel Temperley y Esther Cross escribieron sobre el Kavanagh. El libro de Cross, un conjunto de cuentos que protagonizan personajes que habitan ese edificio, fue publicado en 2004 y acaba de ser reeditado por el sello Clubcinco con su título original: Kavanagh.
Deliberadamente, en el libro se omiten todas las leyendas que rodearon la construcción del edificio. "La investigación pasa por otro lado", remarca Plotquin. "El modelo de desarrollo urbano del Kavanagh había sido el Rockfeller Center, una obra que estuvo por encima de los estilos (art déco, modernismo, clasicismo) y que impuso un modo de ejecución de los edificios en el siglo pasado". Por medio de vistas en detalle para descubrir texturas, tomas desde distintos ángulos o en un sobrevuelo rasante, las incógnitas suscitadas por el Kavanagh, reveladas en el libro, determinan el papel central que el edificio jugó en el modo de crear y habitar una ciudad.
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