La carpa naranja era un refugio en el inmenso galpón devenido galería de arte. Diseñada por un joven tailandés nacido en Buenos Aires con la tela que usan para vestirse los monjes budistas, funcionó como casa de té destinada a calmar la "Fiebre". Así se tituló la muestra que reunió a comienzos de 1993, el SoHo neoyorquino, más de doscientas obras de unos cincuenta artistas menores de 35 años.
"Intentaba ofrecer una cura para esa fiebre, un espacio donde el público pudiera descansar de ver tanto arte", dijo Rirkrit Tiravanija un cuarto de siglo después en una entrevista con el curador Hans Ulrich Obrist al recordar los inicios de sus obras "relacionales", que llegarían a los principales museos del mundo y a la Bienal de Venecia. Es decir, esas acciones que fomentan la interacción humana para crear "forma en el encuentro", según la definición del crítico francés Nicolas Bourriaud.
Décadas antes de que la palabra "experiencia" se pusiera de moda a nivel global, Tiravanija vaciaba otra galería de arte del SoHo para cocinar arroz con curry en plena sala, y ofrecerlo gratis al público. "No es importante lo que se ve sino lo que sucede entre las personas", volvía a explicar en 2010 en Córdoba, cuando aplicó curry sobre decenas de costillares asados en una exposición colectiva.
Como parte de otra intervención pensada para "expandir comunidades", seis años más tarde instaló mesas de ping pong en el Centro Cultural Kirchner. Propuso entonces jugar en equipo con paletas que tenían grabado un signo de interrogación, sobre superficies con la frase "Mañana es la cuestión".
Ese aforismo, tomado del título de un disco de Ornette Coleman y recurrente en su trabajo, resurgió semanas atrás sobre la fachada del club Berghain en Berlín, en una muestra organizada por la Fundación Boros, y en una acción de la edición online de la feria Art Basel. Desafiado por la distancia social que impuso la pandemia, Tiravanija se vio obligado a apelar a la conexión virtual. Además de imprimir la frase sobre remeras y transmitir ese proceso en vivo, propuso al público contestar por chat la siguiente pregunta para participar de una obra colectiva, con las respuestas pintadas sobre diarios: "Si mañana es la cuestión, ¿cuál es realmente la cuestión?"
Una clave ya estaba presente en 2018 en la terraza de la Galería Nacional de Singapur, donde recreó aquella casa de té de los años 90. Para llegar había que atravesar un laberinto de cañas de bambú y disponerse a celebrar una ceremonia íntima y curativa, un refugio alejado de la idea del arte como un objeto de colección.
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