Los refugios poéticos para la infancia que propone Mariana Cincunegui
Con una caja grande de cartón, una guirnalda de luces de colores y mucha imaginación, Carmela construyó un castillo a su medida que le sirve de refugio en estos días aciagos de aislamiento social. Adentro de esa casita, la nena canta, escucha música, lee cuentos, inventa poemas y hasta toma la merienda. Es un espacio propio dentro del espacio familiar: un espacio íntimo, una guarida creativa que habita con juegos, canciones y poesía. También, desde allí, sigue las clases que dicta Mariana Cincunegui en el Taller experimental de música para chicos adaptado al formato virtual a causa de la cuarentena.
Docente, artista, compositora, Cincunegui lleva adelante el taller hace treinta años. Pensado como un laboratorio de investigación y de cruces entre lenguajes y disciplinas artísticas, cuando se declaró la pandemia, el taller tuvo que reconvertirse y adoptar la pantalla como puente para continuar las clases y los encuentros a la distancia. "Hasta la cuarentena, el taller funcionaba en un galpón que alquilo en Parque Chas, que ahora ya no sé cómo mantener. Traté de que ningún chico se quedara sin su clase, por lo que bajé el valor de la cuota a la mitad y la mayoría de los 80 alumnos que se anotan por año pudo continuar", contó a LA NACION.
En la primera mitad del año, el taller virtual tuvo seis grupos de quince chicos cada uno, de 4 a 14 años. "Trabajo a partir del arte contemporáneo y moderno. Apliqué los contenidos al modo digital y fue un gran ejercicio repensar el sonido con la pandemia: cómo es el sonido del afuera y del adentro y cómo los chicos podían seguir haciendo música solos y con otros. Las plataformas digitales tienen el problema del delay: esos segundos que tarda el sonido en llegar a través de la conexión digital. Resulta muy difícil montar una canción o que toque una orquesta porque se necesita una unidad rítmica y no hay manera de lograrlo. Entonces, mi propuesta fue abrir a todo lo que hace al ser artista y ser músico con la propuesta de las casitas de cartón como refugio para que los chicos tuvieran un espacio propio dentro de sus casas. Se graban por separado, cada uno desde su lugar, y se hace un ensamble en video. Ya volveremos a tocar juntos cuando se pueda".
Integrante de una familia de educadores, Cincunegui se dedica a la cultura de la infancia desde muy joven. "Yo elegí la música como eje. Empecé a dar clases a los 15 en un espacio de la escuela de mi mamá, El jardín de la esquina, de donde salieron los discos de Piojos y piojitos. Grabé el primero a los 17 y produje el segundo. El taller experimental es un espacio de creación, un laboratorio de investigación de la música y la pedagogía. De ahí salen mis discos que tienen contenidos pedagógicos. No son de entretenimiento", dice la compositora, que por estos días tiene varios proyectos en marcha. Prepara un nuevo álbum y un documental sobre la experiencia del taller, escribe sus primeros libros para editorial Planeta (uno interactivo para chicos sobre el lenguaje sonoro y otro de canciones), diseña los talleres de primera infancia y bebés del Teatro Colón y armó el formato y los contenidos del atelier de invierno Poeta Aprendiz, que empieza el lunes 27 en conjunto con Fundación Filba.
"Poeta aprendiz es una invitación, un recorrido, una trama y enlace de lenguajes de diferentes áreas del arte sobre un conjunto de talleres de creación y construcción pensados para chicas y chicos de entre 4 y 14 años, divididos por edades", explica. Hasta el 1 de agosto, los participantes compartirán distintas disciplinas a la distancia: escritura, lectura, ilustración, música, danza, yoga, animación, escenografía, caracterización, vestuario y clown. Todo con un espíritu de juego creativo como parte de un proyecto pensado para las vacaciones en casa.
"Tengo la certeza de que el encuentro creativo hoy es un puente para sostener la salud o mejorarla. El arte tiene una función más importante que nunca. Si uno tiene un compromiso con la infancia es el momento de no dejar a los chicos en banda y motorizar los encuentros como sea. Veo cómo se iluminan en las clases: cantan, se relajan, componen, escriben y leen poemas, se mandan cartas, tienen sus rincones de intimidad en la casa", agrega la docente que es, también, Coordinadora de contenidos artísticos y pedagógicos para la infancia del Teatro Colón.
El año pasado, Cincunegui puso en marcha en el teatro lírico más importante un ciclo participativo exclusivo para bebes. "Fue la primera vez en cien años que el Colón le dio un espacio a los bebes. Estábamos armando el capítulo dos y, por la pandemia, tuvimos que virtualizarlo". Para el programa digital de invierno, preparó, entre otras propuestas, tutoriales de origami con poemas de Federico García Lorca; micros de Perla, la clown; realización de elementos de escenografía y cruces de poesía de Rafael Alberti con música de Vivaldi. "El Colón es un espacio institucional donde podemos repensar estructuras pedagógicas experimentales con el arte lirico, que es a lo que apunto en cada proyecto. El año pasado, por ejemplo, hicimos Seres fantásticos: los chicos creaban su vestuario en tiempo real mientras sonaba la orquesta. En el verano hicimos la colonia para 500 chicos incluyendo todos los talleres de oficios para que conozcan al Colón como fábrica y como teatro de producción".
La primera semana de agosto empieza el segundo taller experimental del año. Este cuatrimestre terminó con un picnic virtual por Zoom. Parte de las producciones que hicieron los chicos se pueden ver en Instagram y Facebook. "Un taller experimental permite crear un espacio de intimidad con los chicos. A los alumnos nuevos de este año los conocí a través de la pantalla. Se sumaron chicos de provincias y de otros países, algo positivo de la cuarentena. También, chicos con problemas de salud que no podrían concurrir a las clases presenciales pero sí por Zoom desde sus casas. Eso es muy conmovedor", dice Cincunegui. "Un grupo de 4 y 5 años cerró la última clase con un abrazo virtual. El papá o la mamá que acompañaba a cada chico se dibujó abrazando al nene y el nene en la misma hoja se dibujó abrazando al adulto. Quedaron dibujos cruzados hermosos. Estamos logrando transmitir emociones a través de la pantalla".
Los más grandes, de 8 años en adelante, grabaron un video con poemas y música de Luis Alberto Spinetta. "A partir de una estrofa de Rezo por vos, cada uno agregó una palabra, como en un ejercicio de cadáver exquisito, en tiempo real con la canción de fondo. Fue genial. Todo esto, claro, con los chicos que se pueden conectar. Sobre los demás no sabemos qué les está pasando. Eso me tiene muy preocupada", reconoce.
La idea de las casitas refugio proviene del neurólogo Boris Cyrulnik: "Es una relectura del inventor del concepto de resiliencia. Lo tomo en el sentido profundo de pensar cuál es la función del arte y la pedagogía en una pandemia. Para los que están sanos, pienso cómo seguir sosteniendo la fortaleza en este contexto critico; y para los que se enfermaron, cómo acompañarlos. También, pienso en la funcionalidad del arte a nivel emocional y psíquico de una sociedad en confinamiento y cómo eso afecta a los chicos. Creo que sin el arte no hay expresión posible".
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