Los libros que explican la Argentina
¿Cuáles son los textos imprescindibles para desentrañar el enigma del ser argentino?
"Había una vez un país maravilloso, que la mayoría de sus habitantes amaba profundamente, pero al cual, a pesar de ese gran amor, no lograban entender..."
Alguna vez la historia de la Argentina, esa historia recorrida por desencuentros constantes entre hermanos, podría empezar así. Como en San Manuel Bueno, mártir , de Miguel de Unamuno, por ejemplo, donde el protagonista es un sacerdote que debe enseñar la religión a sus feligreses, a pesar de que él vive una crisis de fe permanente. O como en aquel cuento sobre el gran Basho, que enseñaba budismo zen a sus discípulos aunque él mismo nunca había terminado de comprenderlo.
Casi desde el momento mismo de su concepción, en el siglo XIX, los argentinos más preclaros han venido escribiendo libros que tratan de explicar cómo nació este país que pronto celebrará el Bicentenario de la Revolución de Mayo, cómo creció y qué fuerzas lo han llevado y traído para llegar hasta aquí. Y aun así, a pesar de lo mucho que se ha escrito, todavía la pregunta se mantiene: ¿qué es la Argentina?, ¿cómo comprender este país y, por ende, a sus ciudadanos?
No en vano en el tango se proclama que serán "los hombres sabios" los que nos den la clave del enigma. Y como nunca las preguntas son las indiscretas, sino las respuestas (dice un personaje de Oscar Wilde), adn CULTURA formuló la pregunta "inconveniente": ¿cuáles son los cinco libros que hay que leer para entender la Argentina?
"Por qué cinco y no diez", fue la respuesta primera de los ocho protagonistas de la cultura argentina elegidos para contestar hoy, aquí y ahora. Quizá porque el espacio en periodismo gráfico manda, quizá porque muchas veces la síntesis es hija de la sabiduría, lo cierto es que cinco, o seis, o siete libros pueden bastar para comenzar a descifrar este enigma que desvela no solo a los argentinos sino también a todos aquellos que realmente sienten aprecio por esta nación siempre al borde del abismo.
Civilización o barbarie
"Con el número dos nace la pena", escribió Leopoldo Marechal. Y este verso, pensado para describir el amor, se aplica perfectamente a la historia de nuestro país. Por algo, Facundo , el libro fundacional de la literatura argentina, lleva como subtítulo Civilización y barbarie , inaugurando para siempre una dualidad que nos caracteriza y aparentemente nos impediría pensar la nación en conjunto. No es extraño, entonces, que el "inevitable" Facundo (como dice Halperin Donghi, quien también menciona Recuerdos de provincia ) haya sido elegido seis veces de entre ocho. (En estos tiempos en que el marketing y el rating condicionan toda visión posible, qué felices estarían los conductores de TV: ya tendríamos "el gen argentino" en forma de libro.)
Curiosamente para lo dispuesto por la tradición nacional, Martín Fierro solo es nombrado una vez, lo cual vendría -muchos años de malentendidos de por medio- a corroborar el pensamiento de Borges: "No diré que el Facundo es el primer libro argentino... diré que si lo hubiéramos canonizado como nuestro libro ejemplar, otra sería nuestra historia y mejor".
Y está bien citar a Borges en este punto porque, en ese imaginario ranking virtual no deseable, él seguiría inmediatamente, con tres cuentos: "El Sur", "El aleph" y "La muerte y la brújula", lo mismo que Ezequiel Martínez Estrada, con Radiografía de la pampa y La cabeza de Goliat , y Juan Bautista Alberdi, con las Bases y Fragmento preliminar a la filosofía del derecho . Hay finalmente todavía alguna otra coincidencia, como el hecho de que Bartolomé Mitre haya sido elegido, desde muy distintas posiciones, para integrar dos de las listas, y Roberto Arlt figure, no porque sí, con sus Aguafuertes porteñas y Los siete locos en la selección de Beatriz Sarlo y Graciela Speranza, respectivamente.
Sin embargo, es justamente en ese equilibrio entre los que han sido elegidos más veces y los autores y los libros que solo tienen una mención donde está la posible riqueza de este artículo; por ejemplo, cuando Horacio González elige La simulación en la lucha por la vida , de José Ingenieros, "porque en realidad son pequeñas anécdotas traviesas sobre el arte de vivir, entre el sibaritismo y la ciencia". Cuánto sobre nuestra actual forma de encarar la vida nos sigue diciendo ese libro. Lo mismo que cuando Héctor Tizón menciona como obra fundamental el Código Civil de Vélez Sársfield, porque "no ha sido una simple recopilación de viejas leyes [...] [sino] una ley de fondo para que sirviera a un pueblo que aspiraba a vivir a tono con la cultura superior del siglo". Elecciones estas que no desentonan con la de Luis Gregorich, cuando se decide también por Una excursión a los indios ranqueles , de Lucio V. Mansilla, esa "presencia, en los márgenes, de los ranqueles de ahora, olvidados pese a excursiones justificatorias".
Todos los libros
Así como nuestros entrevistados objetaron la arbitrariedad de elegir solo cinco libros, también nuestros lectores podrían objetar la arbitraria secuencia en las respuestas. Sin embargo, parece lógico comenzar por Natalio R. Botana, tan organizado y didáctico en su exposición, y finalizar con Juan José Sebreli, quien, al elegir libros y autores de todas las nacionalidades y de la actualidad, inserta finalmente la Argentina en el mundo de hoy, globalizado e interconectado, con una esperanzadora visión de futuro.
Finalmente, solo resta agradecer profundamente a los escritores invitados (Natalio R. Botana, Tulio Halperin Donghi, Horacio González, Héctor Tizón, Beatriz Sarlo, Graciela Speranza, Luis Gregorich y Juan José Sebreli) que hayan aceptado poner al servicio de este artículo su profundo y valioso conocimiento de la vasta masa de libros escritos sobre el tema.
Y una última conclusión: a un día de las elecciones presidenciales en la Argentina, la lectura o la relectura de cualquiera de los libros aquí mencionados, hecha ahora o más adelante, puede ayudarnos a reflexionar sobre este país que fuimos, que somos y que seremos, obra de muchos hombres y mujeres que, pese a cualquier debilidad que quiera señalárseles, fueron consecuentes con los ideales en los que creían. Una lectura o relectura que los jóvenes no deberían dejar de hacer; hay allí una riqueza tal de pensamiento y acción al alcance de la mano, que no puede sino movernos al orgullo y la imitación.
© LA NACION
lanacionar