Los intelectuales y el poder en la Argentina, una relación “siempre difícil y confusa”
Una biografía política de Leopoldo Lugones, de quien se cumplen hoy 150 años del nacimiento, recorre el rol de escritores y figuras de la cultura como ideólogos de distintos gobiernos
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“La Argentina fue desde sus orígenes un país pensado por sus intelectuales. Esteban Echeverría, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Bartolomé Mitre eran a la vez estadistas y hombres de letras. No sólo sentaron las bases de la República, también fueron los autores de nuestras primeras obras clásicas. Ese fue un momento excepcional y único. Leopoldo Lugones aspiró, en su momento, a ocupar un lugar que ya no existía”, dice Cristina Mucci, que publicó este mes Lugones. Los intelectuales y el poder en la Argentina (Sudamericana), una biografía política del gran poeta nacional.
A 150 años del nacimiento de Lugones (1874-1938), a quien se le rinde homenaje en el país todos los 13 de junio, cuando se celebra el Día del escritor, la controvertida figura del autor de La guerra gaucha queda bajo la lupa en el libro desde distintas perspectivas: su trayectoria literaria, su metamorfosis ideológica, su polémica descendencia. La escritora y periodista profundiza en la frase que funciona como subtítulo: los escritores y las figuras de la cultura y sus vínculos con la política. “La relación entre intelectuales y poder político es siempre difícil y confusa, ya que existe el riesgo de que se resigne el sentido crítico”, dijo Mucci a la nación.
En el prólogo, la autora analiza que, a diferencia de Horacio Quiroga, que se suicidó un año antes que el poeta, “Lugones trabajó siempre desde un lugar distinto: el del artista que desarrolla su obra y paralelamente aspira a convertirse en el ideólogo de su tiempo, ocupando un lugar de cercanía al poder”. ¿Logró su cometido?
“A pesar de la gran importancia que tuvo en su época, Lugones no logró llegar al lugar para el que se consideraba destinado. A partir de su cercanía con Julio Argentino Roca, con quien colaboró desde distintos cargos, siempre buscó incidir en el poder y acercó proyectos a los sucesivos gobiernos. Fue el ideólogo de la revolución de 1930 y redactó el Manifiesto Revolucionario del 6 de septiembre. Sin embargo, ni José Félix Uriburu ni Agustín P. Justo lo convocaron, lo que dio lugar a una gran frustración”, asegura la autora, quien invita a los lectores a repasar la “difícil” relación entre los intelectuales, el poder político y la sociedad a través de la figura de Lugones.
A mayor cercanía al poder, mayor posibilidad de perder el sentido crítico, un rol fundamental del ejercicio intelectual: así define Mucci el “riesgo” que asumen escritores y pensadores al vincularse con la política de turno. En el epílogo pone de ejemplos a intelectuales contemporáneos que tuvieron acercamientos de distinta clase con los últimos gobiernos: de Néstor Kirchner a Cristina Fernández y Alberto Fernández a Mauricio Macri y Javier Milei.
Cuando se le pregunta qué lugar cree que ocupan hoy los intelectuales en el país y si son escuchados por la sociedad y el poder político, la periodista responde: “En líneas generales, podría decirse que a lo largo de los años en la Argentina se ha ido desdeñando el trabajo intelectual y se dejó de concebir la cultura como prioridad. Aunque Lugones no haya logrado el lugar al que aspiraba, tuvo un peso y una gravitación hoy impensable. Si pensamos, por ejemplo, en que a sus conferencias en el Teatro Odeón (donde consagraría al Martín Fierro como la obra emblemática de nuestra identidad) asistieron el presidente Roque Sáenz Peña y las máximas figuras del gobierno, vemos claramente la diferencia. Más adelante, en 1958, cuando Beatriz Guido publicó su novela Fin de fiesta, el presidente Arturo Frondizi le envió unas líneas: ‘Permítame felicitarla por su obra y alentarla a seguir ahondando en la realidad de nuestro país’, le dijo. Luego, Guido publicó El incendio y las vísperas, y hasta el mismo Perón desde el exilio se tomó el trabajo de comentarla. ‘Es el Grosso chico de la Revolución Libertadora’, dijo. Eran épocas en las que las novelas de autores nacionales que indagaban en nuestra realidad social eran parte del debate público: Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato; Rayuela, de Julio Cortázar; Boquitas pintadas, de Manuel Puig. Hoy ningún escritor argentino tiene ese lugar”.
Mucci dedica un capítulo a la “batalla cultural”, concepto tan mentado en la actualidad y defendido desde el poder político. ¿Qué papel cumplen los intelectuales hoy en esa batalla que estableció una renovada grieta en la sociedad argentina? “La expresión batalla cultural se empezó a utilizar en la Argentina a partir de la derrota electoral del kirchnerismo en las elecciones legislativas de 2009, momento en el que cambiaron muchas cosas. Cristina Fernández desplazó como secretario de Cultura a José Nun, un intelectual no peronista, y lo reemplazó por el cineasta militante Jorge Coscia. La génesis ya se había producido el año anterior, a raíz del llamado conflicto con el campo, cuando se formó Carta Abierta. Paralelamente crecía la influencia del intelectual Ernesto Laclau, quien desde Londres brindaba sostén ideológico al gobierno junto a su mujer, la belga Chantal Mouffe. A partir de allí se fue construyendo un nuevo escenario, que se tradujo en un fuerte clima de enfrentamiento entre quienes estaban a favor y en contra. Quienes no se reconocían ni en un extremo ni en otro se encontraban en una situación muy incómoda, habitando una especie de limbo y exponiéndose a fuertes críticas de ambos bandos”, rememora.
“Hoy cambió el eje de la grieta. De kirchneristas y antikirchneristas se pasó a ‘personas de bien’ y los que aparentemente no lo somos. La cultura, por las declaraciones que se hacen y las medidas que se toman, definitivamente está de este otro lado. Eso unifica, en cierto modo, a artistas y escritores que hasta hace poco no se dirigían la palabra” agrega la autora, cuyo programa cultural Los siete locos fue levantado de la televisión pública por el gobierno actual después 36 años ininterrumpidos. La buena noticia es que, a partir de fin de mes, se emitirá por el Canal de la Ciudad los sábados y domingos a las 12.30.
A modo de reflexión final, Mucci dice: “Es urgente que recuperemos el debate, que puede ser fuerte, pero debe ser respetuoso. En el libro recuerdo una frase de Noé Jitrik, que hace unos años, hablando de intelectuales y poder en Los siete locos, recomendó a los políticos que asistieran a cursos de poesía. ‘Simplemente para expresarse mejor, escribir mejor. Porque escribir mejor lleva a pensar mejor, y pensar mejor lleva a ser más responsable de lo que se hace y dice. Y ser más responsable lleva a ser más profundo. Cuando no se tiene una dimensión del lenguaje, se dice y se hace cualquier cosa. Y todo se dispersa y se disipa’”. Fue en 2012, pero parece dicha hoy”.
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