Los hermanos Marías: Javier y Fernando en un viaje entre la infancia y el presente
El escritor y el experto en pintura hablaron de sus oficios y su familia
MADRID.- Su madre, quien siempre tuvo los pies sobre la tierra, a diferencia de su padre, era quien les pedía que no hicieran demasiado ruido cada vez que José Ortega y Gasset, figura clave de la filosofía española, los visitaba. "Extraña." Con este adjetivo definen y recuerdan a su familia durante los años de su infancia, época en la que los domingos, luego de misa, Julián Marías llevaba a los pequeños a saludar a un ya anciano Azorín.
"Recuerdo esa rara sensación que me causó cuando vi que su cama aún estaba deshecha, porque se levantaba tarde. Hoy me levanto tarde, pero enseguida hago la cama", bromeó el escritor y columnista Javier Marías con aquel trauma de su niñez, a pocos centímetros de otro testigo privilegiado de la historia intelectual reciente. Su hermano, el catedrático Fernando Marías, el mayor experto en El Greco y erudito de la pintura del siglo XVI y XVII, condujo el encuentro "Diálogos desde la cuna", realizado anteayer en la Universidad Autónoma de Madrid, con la complicidad de quienes comparten genes, sangre y un pasado, y con la inteligencia de quienes hacen de la creación y el pensamiento su vida. Miembros de academias reales: la Española, uno, como filólogo, y la de Historia, el otro, como experto en arte plástico, colaron reflexiones con retazos de sus recuerdos profesionales y personales.
"¿Qué es un Power Point?", preguntó con inocencia y genuina curiosidad Javier a su hermano mayor [son cinco hermanos; el primogénito murió a los tres años], Fernando, que había realizado una presentación con fotos familiares, en sepia y también en digital, y donde incluyó las portadas de algunas de las novelas más famosas de su hermano. Este último, que ejerce como docente, le explicaba a su "poliédrico hermano" con paciencia en qué consistía esta tecnología, mientras seguían sucediéndose las imágenes en las pantallas del auditorio.
"Necesitamos a la ficción. Que algo pueda contarse sin vuelta de hoja, sin desmentidos ni rectificados. Ésa es una de las razones por las cuales escribimos novelas: para poder contar algo de una vez para siempre. La ficción es uno de los últimos reductos de la memoria. Pero si sólo escribiese novelas, estaría prestando poca atención a mi alrededor, mientras que si sólo escribiese periodismo, estaría agotado", opinó Javier, que luego deslizó que los poetas y los pintores viven en Babia.
Fernando reparó en una constante en las portadas de los libro de su hermano donde suelen aparecer figuras de espalda, o bien incompletas, y le preguntó por el motivo de este patrón. "Quizá se deba a que nadie puede conocer algo en su totalidad a ciencia cierta, incluso conocerse a sí mismo. Estamos también hechos de aquello con lo que fracasamos, que no hemos hecho, aunque acariciemos la idea."
Cuando falleció Julián Marías, autor de la Historia de la filosofía, el editor y periodista Juan Cruz -quien estaba presente- escribió una necrológica en El País, donde llamó al pensador "la memoria de la filosofía". De su padre, quien no pudo, por motivos ideológicos, enseñar en la universidad española tras la Guerra Civil, y su madre, la escritora Dolores Franco, heredaron sus hijos dos tesoros: la curiosidad que conduce a no encasillarse en una actividad o pensamiento, un universo opuesto al que propone la especialización intelectual; y un lema: "No hay mal trabajo hasta que no exista uno mejor".
Fernando y Javier alternaron los roles para iluminar fragmentos oscuros de la memoria del otro con anécdotas y también con reproches, en particular uno, con el que comenzó y cerró el encuentro, una herida que alguna vez sangró y que hoy genera ternura: un torneo de chapas [las chapitas de bebidas] donde Javier, ferviente hincha del Real Madrid, debía representar al Barcelona, puesto que las fichas "merengues" ya estaban en posesión de su hermano mayor.