Los estrechos lazos de Rodin con el país
Buenos Aires tiene el único monumento del continente hecho por el escultor francés y una importante colección de sus obras
Con excepción de Buenos Aires, ninguna otra ciudad del continente cuenta con un monumento hecho especialmente para ella por el escultor francés Auguste Rodin: la estatua de Sarmiento en Palermo. Ninguna otra ciudad le encargó directamente al escultor un gran "Pensador" como el que hoy se encuentra en la plaza del Congreso. Y ningún museo americano exponía piezas de Rodin cuando el de Bellas Artes de Buenos Aires puso en exhibición un primer mármol de su autoría.
Polémico, renovador y apasionado, Rodin tuvo una particular relación con la Argentina -donde vivió durante dos años al comenzar el siglo XX-, de la que pueden dar testimonio la cantidad y calidad de las obras de este precursor del modernismo que se atesoran en Buenos Aires.
Además de las dos esculturas públicas mencionadas, el Museo Nacional de Bellas Artes guarda una colección de más de 30 piezas, una de las cuales -el pequeño bronce "Estudio para manos", valuado en 10.000 dólares- fue robada de sus salas el jueves último.
La monumental "El beso", el mármol "Andrómeda", los bronces "La avaricia y la lujuria", "La mano de Dios", "Francia", "Cabeza del dolor" y el yeso "El Minotauro" son algunas de las piezas del museo, la mayoría donadas por coleccionistas.
Los vínculos que la Argentina entabló con Rodin comenzaron a fines del siglo XIX, cuando la clase dirigente e intelectual del país miraba a Francia en busca de ideas y de modas. A París recurrieron, también, para encargar los monumentos de homenaje a los próceres argentinos.
Feo y vulgar
El Sarmiento de bronce que hoy, subido a un pedestal, se encuentra en el parque Tres de Febrero fue encargado para la ciudad de Buenos Aires directamente a Rodin, en 1894, seis años después de la muerte del prócer argentino.
En el contrato se pactó la realización de una figura en bronce, de 2 metros de alto, sobre un pedestal de 5 metros, a un costo de 75.000 francos que se pagarían en seis cuotas. Se acordó un tiempo de ejecución de tres años y medio -que se extendió, como era costumbre en Rodin- y se aseguró la "libertad de creación" para el artista.
Esa cláusula les costaría cara a los promotores de la contratación de Rodin, entre ellos Enrique Schiaffino y Miguel Cané.
El 25 de mayo de 1900, ante el presidente Julio A. Roca, varios ministros, funcionarios, diplomáticos y una concurrencia de curiosos que los diarios calcularon entre 70.000 y 150.000 personas se descubrió solemnemente la estatua de Sarmiento. Entusiastas al principio, los aplausos se apagaron enseguida: ese Sarmiento de rostro aguerrido, vuelto desafiante hacia el futuro, fue considerado en la época muy poco parecido al original.
"Es difícil concebir algo más feo, vulgar, casi repulsivo y, por lo tanto, menos parecido a Sarmiento que el perfil de su estatua (...). Sarmiento era feo, pero no tenía un cráneo de degenerado ni era su cabeza la de un notario o la de un farmacéutico de aldea", comentó LA NACION, sin eufemismos, tras el escándalo. La oposición fue tal que dos días más tarde el pedestal -que tiene a Apolo luchando con una hidra de un lado y un escudo nacional del otro- amaneció cubierto de leyendas. Se habló de trasladar el monumento a un museo y hasta de recaudar fondos para realizar otro.
Controversias
No era la primera polémica que enfrentaba el artista, nacido en París en 1840, por su obsesión por retratar el espíritu de sus personajes, más que su apariencia física. "El vencido", su primera obra, en yeso, causó polémica por su realismo. Otro tanto le sucedió en 1886, cuando esculpió a Victor Hugo desnudo, para el Panteón de París, donde nunca fue expuesto.
"Para mí, la escultura moderna no debe ser una imitación de la fotografía. El artista no sólo tiene que trabajar con su mano, sino sobre todo con su inteligencia", dijo Rodin en 1898, en plena polémica con los más encumbrados escritores franceses, que le habían encargado una estatua de Balzac. Rodin trabajó seis años en una poderosa figura que muestra al escritor de pie, envuelto en el hábito de monje que usaba para trabajar y que transmite "la fuerza del autor". Los escritores de la época afirmaron que no podían aceptar una obra "en la que no se reconocía a Balzac".
Antes de encarar un trabajo, Rodin reunía y analizaba documentación y fotografías sobre los personajes y hechos que representaría.
Incluso "El pensador" original fue controvertido: representa al poeta italiano Dante Alighieri, y fue inicialmente esculpido en pequeño tamaño, en el centro de "La puerta del infierno", una abertura de bronce que le encargó el Estado francés para el Museo de Arte Decorativo de París, y que Rodin nunca completó.
"El pensador" que hoy está en la plaza del Congreso fue encargado para la ciudad por Enrique Schiaffino en 1906 y costó 15.000 francos. Es el quinto de todos los que se hicieron en gran tamaño y la entrega se retrasó hasta 1909.
De origen humilde, Rodin tuvo una trayectoria artística accidentada: tres veces rechazaron sus pedidos de admisión en la Escuela de Bellas Artes de París y en varias oportunidades resultó perdedor en concursos para construir monumentos públicos. Sólo alrededor de los 35 años comenzó a desarrollar un estilo propio y a recibir atención pública, que excedió los límites de Francia.
Ilustrador y dibujante, Rodin llegó a ser propietario de un próspero taller de escultura en la ciudad de Meudon, que recibía pedidos de los Estados Unidos, Austria, Alemania e Inglaterra. En esa ciudad murió, el 17 de noviembre de 1917, cinco días después de cumplir 77 años.