Los cuentacuentos de Casa Cuna, premiados en un congreso internacional en Moscú
El grupo de narradores voluntarios fue distinguido en 2020 con el prestigioso premio Ibby-Asahi de promoción de la lectura; la entrega de la distinción se hizo el viernes 10 en un emotivo acto virtual
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El colectivo de voluntarios Casa Cuna Cuenteros recibió el viernes 10 el prestigioso premio Ibby-Asahi, otorgado en 2020 en la categoría de promoción de la lectura, en el Congreso Mundial de la Organización Internacional del Libro Infantil y Juvenil, que se realiza en Moscú hasta el domingo 12 en formato híbrido. En una emotiva ceremonia virtual, los cuentacuentos argentinos fueron aplaudidos de pie por los asistentes después de presentar un video con sus acciones en el hospital de niños Pedro de Elizalde y del contundente discurso leído desde Buenos Aires por Alejandra Alliende, una de las fundadoras del grupo.
“Nosotros, los cuenteros, elegimos el hospital, público y gratuito, donando nuestro tiempo, como una apuesta a que compartir literatura permite armar un nuevo modo de encuentro. A veces, el arte es un puente hacia otra escena no necesariamente luminosa. Porque también las palabras nos permiten nombrar la tristeza, la melancolía o la terrible verdad de sabernos solos. A veces las palabras son un hallazgo poético, si es que uno se abre a escuchar y provienen no de los pedestales de la literatura sino de la voz más sencilla y casi inaudible en una sala de internación”, dice en un momento. “Hacer literatura en el hospital es forjar otra historia, una que vamos enhebrando desde la ignorancia más absoluta: no se sabe lo que va a pasar allí porque cada encuentro es único e irrepetible. Se va contando y escribiendo lo que allí acontece en la vorágine, sin poder anticipar nada hasta el final, se cuenta desafiando a un sistema que intenta disciplinar los gritos, el cuerpo y hasta la muerte”, agrega más adelante el discurso de los cuentacuentos, que puso en contexto la problemática de la pandemia y el valor de la palabra y de la lectura compartida en situaciones de crisis.
En diálogo con LA NACION, Alliende, que coordina la banda de narradores junto con la autora Verónica Álvarez Rivera y la psicóloga Laura Ormando, contó detalles del acto a la distancia: “Ganamos el premio el año pasado, pero por razones obvias, se suspendió el congreso donde se hace la entrega de esta importante distinción. Fuimos invitadas a viajar a Moscú, pero por una cuestión de prevención, decidimos participar en modo online, ya que el congreso incluyó actividades presenciales y otras virtuales”.
El escritor argentino Mempo Giardinelli, por su parte, fue invitado por los organizadores a inaugurar el congreso desde Moscú. El responsable de la Fundación Mempo Giardinelli, que ganó el mismo premio en 2012 por el programa de las Abuelas Cuentacuentos, destacó en su discurso la incidencia de la literatura infantil en el mundo contemporáneo. Con los cuenteros de Casa Cuna es la tercera vez que Argentina recibe esta distinción, ya que en 2002 resultó elegida la organización cordobesa Cedilij (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil), que organiza las jornadas “Lectura: quietud y movimiento” entre el 16 y el 18 de septiembre.
Además de la premiación a la distancia, los cuentacuentos de Casa Cuna presentaron su proyecto de promoción de la lectura en un plenario, en el que participaron otros grupos de países como Irán, Italia y Canadá. “El jurado premia los proyectos que hacen que los libros lleguen a la comunidad en lugares de difícil acceso. Nosotros entendemos la lectura como un derecho y aunque no somos miembros de Ibby, lo que hacemos está en línea con lo que se denomina ‘acción Ibby’: llevar libros de calidad a aquellos lugares donde es necesario. Todas las ‘acciones Ibby’ tienen que ver con la promoción de derechos y el acceso democrático a la literatura. Por eso, en el plenario se presentaron experiencias con, por ejemplo, chicos refugiados de Irán y los libros y la mediación lectora en hospitales, que es nuestro caso”, agregó la narradora.
Hasta la irrupción de la pandemia, los cuentacuentos desplegaban sus acciones en los espacios de espera del hospital pediátrico del barrio de Constitución, donde se los solía ver rodeados de libros y de chicos. Son salas que, hasta marzo de 2020, estaban repletas de gente de todas partes del país. “La pandemia hizo que queden frenadas nuestras actividades. El hospital cambió, se vació y quedó silencioso y con la prohibición de ingreso de cualquier persona externa. Los voluntarios estábamos confinados, como todos los argentinos, y seguimos conectados vía zoom. Pero, como en toda buena historia siempre hay un pero que resuelve la situación, una de las coordinadoras, Laura Orlando, que es psicóloga del hospital, siguió yendo a trabajar, incluso en los momentos más complejos. Ella fue nuestro nexo con los pacientes. Para poder seguir presentes de alguna manera, pensamos dos nuevas acciones: los folios cuenteros y el cuento por intercomunicador”, contó Alliende.
Para crear los folios cuenteros, los voluntarios seleccionaron material de lectura según tres grupos de edades (primera infancia, niños pequeños y adolescentes) con rimas, adivinanzas, microrrelatos, cuentos breves y metieron las hojas adentro de folios transparentes para que pudieran ser sanitizados antes de la lectura. “Laura fue la encargada de visitar todas las salas de internación y en cada habitación, que tiene una ventana de vidrio que da al pasillo, dejaba los folios para que los chicos eligieran qué querían leer”, recordó. Como ese hospital público no tiene wifi, la presencia de los cuentacuentos no pudo ser a través de pantallas.
La otra acción en pandemia la organizaron en conjunto con el servicio de trabajo social y de terapia ocupacional: “Laura narraba cuentos a través del intercomunicador, ese aparato que utilizan médicos y enfermeras para comunicarse con las salas”. Era como un megáfono que se escuchaba en todas las habitaciones. Mientras la psicóloga leía el excepcional libro La gran fábrica de las palabras, de Agnès de Lestrade y Valeria Docampo, sus compañeras mostraban las páginas ilustradas a través de las ventanas.
“Este año estamos con una acción que llamamos ‘olilus’: objetos literarios y lúdicos. Son pequeños objetos hechos por los voluntarios que se asocian a algún cuento o poesía. Es una intermediación personal. Todavía no pudimos volver como grupo. Lo hace Laura con sus pacientes. Se está evaluando nuestro regreso a un hospital distinto, con menos gente en los espacios de espera. No es el mismo que conocemos desde 2013, cuando empezamos. Estamos viendo si vamos a hacer narraciones en el patio para que bajen los chicos que se pueden trasladar desde las habitaciones. La idea es volver antes de fin de año, pero primero tenemos que hacer un trabajo de campo para evaluar cómo volvemos, con qué protocolos y acciones”, completó Alliende.
Con los diez mil dólares que ya recibieron como premio (además, pronto les llegará un diploma desde Moscú), van a seguir desarrollando acciones para el proyecto. “Seguimos trabajando. Queremos replicar el modelo, generar material audiovisual, publicar un libro que refleje nuestra actividad y organizar el primer congreso de Casa Cuna Cuenteros”.
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