Los 80 de Federico Klemm: el excéntrico que convirtió su cumpleaños en una performance y legó al público una impactante colección
Mezcla única de mecenas, coleccionista y personaje mediático, hoy festejaría entre obras de arte, panteras y una bacanal regada de alcohol; la fundación que lleva su nombre prepara una temporada de conmemoraciones: en noviembre se cumplirán 20 años de su muerte
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Decía que era un déjà vu. Lo definió así: ni un recuerdo ni un sueño, un déjà vu. Y la imagen era más o menos esta: Klemm, en su mejor traje de luces, espera en el backstage del Teatro Colón. De pronto el telón se abre y el barítono de melena rubia se planta en el centro de la escena apuntando la mirada hacia los seguidores. Entonces levanta su mano y con el dedo índice señala la cúpula de la ópera porteña. “Saquen ese Soldi”, se le escucha decir. Corte. Fundido a negro y títulos. Como si hubiera dejado escrita la escena final de su propia película para que, mañana, alguien la filme.
Tal la imaginación desmesurada y el humor de Federico Klemm, mezcla única de mecenas, coleccionista, personaje mediático y performer, que hoy mismo estaría cumpliendo 80 años si el HIV no lo hubiera debilitado hasta la muerte en noviembre de 2002. En el espacio que Klemm legó para que su valiosa colección de arte argentino e internacional del siglo XX (700 obras) fuera de visita pública y gratuita hay ahora un montaje de sus foto collages de inspiración grecolatina que parecen salidos de un estilizado book de escorts masculinos. Se trata de la muestra Telecristales y homoerotismo” que inaugurará la saga “Encantador de la Noche” con la que la Fundación Klemm rendirá culto al pionero queer que soñó y dirigió el lugar instalado en Marcelo T. de Alvear 628 durante casi diez años. En las otras salas los hitos del acervo Klemm se mezclan con sus retratos encargados, un subgénero del arte argentino. Así lo vemos pintado y fotografiado por Silvina Benguria, Delia Cancela, Rómulo Macció, Marcos López, Humberto Rivas y Oscar Bony. Pero lo que hace punch en el ojo es un retrato de 1964 que el joven Federico le encargó a la entonces exitosa Mariette Lydis montado en una especie de altar que reproduce el mobiliario de la casa familiar de la calle French 2825. Es lo más cerca que se puede estar de sus célebres cumpleaños, en los que Federico agasajaba a sus invitados con veladas que rozaban el delirio.
“En un determinado momento sus fiestas se volvieron un hito del calendario”, dice Fernando Ezpeleta, su mano derecha desde el comienzo de la galería y a cargo de la Fundación desde 2003. Este gentleman (“fui su amigo, padre, hijo, cualquier cosa menos su amante”) habla en una mesa del Florida Garden a metros del subsuelo donde minutos atrás observaba el nuevo montaje. El Garden y Fundación Klemm son lo único que queda en pie de la calle Florida como vía del arte en Buenos Aires. Aquí es donde pasó todo: de la galería Witcomb y Amigos del Arte al Instituto Di Tella y Ruth Benzacar. El mismo Ezpeleta había conocido a Klemm en 1972 en la vecina Galería del Este mientras revisaba los discos de vinilo importados por la disquería El Agujerito. Dice que entonces Klemm era como un dandy que se estaba haciendo diseñar un pied a terre por Edgardo Giménez en la calle Agüero. Que luego se frecuentaron en Río de Janeiro, donde él se había ido a vivir y el rubio tenía una casa de verano, y que ya en los 80 pasó por sus primeras experiencias de cumpleaños.
“Siempre tenían una acción performática, que pasaba por lo lírico y lo escénico. En su casa tuvo un partenaire que era José Luis López. Federico hacía la parte del barítono y José Luis, que era muy genial, hacía de soprano. Eran como un dúo operístico”, detalla Ezpeleta. Por French recuerda haber visto pasar a todos los ex Di Tella (donde Klemm tuvo un fallido debut como actor en la adaptación de Hamlet “Oh, sólida carne”), pero también a Mercedes Sosa, Amalia Fortabat y Miguel Abuelo. De farándula poco y nada. “La gente cree que Federico se quedaba dormido hablando con Mirtha Legrand o Susana Giménez, y la verdad es que estaba muy lejos de ese mundo. Entre otras cosas porque la fama le llegó tarde”, completa.
La fascinación de Klemm por la ópera estaba focalizada en la voz de Maria Callas del mismo modo que de la danza clásica solo le atraía Rudolf Nureyev, cuyo traje de pitón compró en Sotheby’s y ahora cuelga en el centro de la Fundación. La voz de la diva greco-americana lo rescataba cuando volvía de ronda pasado de alcohol. “Después del último blíster de clonazepam escuchar a la Callas era lo único que podía calmarlo”, confirma Ezpeleta. Los cumpleaños eran entonces bacanales regadas de mucho alcohol y poca comida porque a Klemm nada le importaba menos. “El comía siempre lo mismo: gelatina, una carne magra. He presenciado almuerzos en French con brokers internacionales a los que les daba albóndigas con puré o lo que se cocinara ese día en la casa. Jamás se le hubiera ocurrido contratar un chef”.
Con el correr de los cumpleaños, Klemm fue sumando atracciones salidas del under como transformistas, drag queens y go-go dancers. El coleccionista era un consumado protagonista de la noche y su presencia en las discotecas (de Le Club a Experiment y New York City) no pasaba desapercibida: era La Klemm, diamante en bruto de la escena gay porteña. “Una mesa entera de sus cumpleaños podía estar ocupada por sus parejas circunstanciales”, dice Ezpeleta. Pero Klemm nunca convivió con otro hombre y ni siquiera hizo pública su sexualidad. “Como a él no le interesaba la vida de los demás tampoco necesitaba ventilar la suya”, piensa Ezpeleta. Pero acaso fue la misma homofobia del ambiente la que lo convirtió en un personaje de los medios a partir de la sátira que Raúl Portal hacía de su programa de cable El banquete telemático. Esa caricatura bizarra tendría un arraigo popular insospechado para alguien que hasta entonces solo era conocido en el mundo del arte y los laberintos de la noche.
Ezpeleta recuerda que una tarde llamó a la galería una mujer pidiendo ayuda económica para dejar de vivir bajo la autopista y volver a instalarse en el Chaco. “Llamadas como esas teníamos todos los días, pensamos que era una actriz y le seguimos el juego”. Klemm se encargó de que le llegase el dinero y a los pocos meses recibió una carta manuscrita en una letra casi infantil. La historia había resultado verdadera y empujó al mecenas al llanto. “Federico tenía mucha conciencia de su responsabilidad social como rico. Por eso decidió que la venta de la casa de French sirviera para sostener este espacio en el que cualquier amante del arte puede ver gratis obras maestras”, dice Ezpeleta. Desde entonces, la Fundación se sostiene con un fideicomiso de la fortuna familiar heredada por Klemm que tiene una vida útil de treinta años más. Pasado ese momento, todas las obras pasarán a la órbita del Estado. Tal la voluntad de Federico en su testamento.
Para sumarse al proyecto de la galería, Ezpeleta dejó una vida exitosa en Londres que no tenía relación alguna con el arte. Ocuparon el espacio de la antigua galería Bonino y los 25 de marzo pasaron a festejarse aquí en este subsuelo. Entrados los 90, las fiestas de Klemm atraían cada vez más invitados y se superaban en producción. Para la última, el anfitrión quiso que hubieran animales salvajes. Se alquilaron una tigresa y dos panteras a una empresa de Luján que usaba los animales para campañas de publicidad. Ezpeleta estuvo ahí: “La tigresa de 600 kilos se quedó en la puerta porque no la pudieron bajar. Metieron otra en el lugar donde ahora esta la recepción y a las panteras las bajaron entre ocho tipos. Una locura. En un momento de la noche Federico me mira y me dice ‘no está pasando nada’. Con cada fiesta se producía un crescendo y es como que había que esperar un tsunami. En un momento fue y abrió la jaula de las panteras que salieron y empezaron a correr por toda la Fundación. Se armó un griterío tremendo, las mujeres subidas a las mesas, toda una conmoción. Los domadores tuvieron que meterlas de nuevo en las jaulas, pero Federico había conseguido lo que quería: que el invitado se llevara una experiencia única de su celebración”.
Como cada 25 de marzo desde 2002, cuando murió, esta noche no habrá cumpleaños de Klemm y Buenos Aires no será una fiesta. Alguien, acaso, tendrá un déjà vu de todo aquello.
Para agendar
Encantador de la Noche. Federico Klemm 1942-2002. El programa que conmemora el doble aniversario de Klemm contará con tres episodios en la sala Bonino e intervenciones en la colección permanente, con la curaduría de Federica Baeza, Guadalupe Chirotarrab y Santiago Villanueva. El 31 de marzo, a las 19, se inaugurará la primera muestra, Telecristales y Homoerotismo, en la galería de Marcelo T. de Alvear 628.
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