Los 60 equívocos de la Biblia en los que todos creen
Dos periodistas católicos los revelan en un polémico libro
ROMA.- Eva nunca mordió la manzana; el maná no cayó del cielo; el diluvio no duró 40 días; Jesús no nació el 25 de diciembre; San José no era un viejito.
Aunque millones de católicos están convencidos de que es cierto todo lo contrario, un libro recientemente publicado en Italia habla de los pequeños "equívocos, mentiras y lugares comunes sobre las Sagradas Escrituras y alrededores". En "Los once mandamientos", Roberto Beretta y Elisabetta Broli, dos periodistas católicos, intentan desmitificar todas las creencias que, a través de los siglos, la tradición popular difundió con respecto a hechos y personajes de la Biblia.
"Son por lo menos 60 errores los que hemos recogido", explica Beretta, redactor de Avvenire, el diario de la Conferencia Episcopal italiana. "No se trata de ninguna invención. Lo único que hemos hecho es juntar, con fines divulgativos, todos los aportes de los especialistas bíblicos, que por diversas razones no han llegado al gran público", explica. Y agrega: "No pretendemos demoler nada, sino rectificar las mentiras de la tradición cristiana, como la que asegura que los Reyes Magos eran tres, cosa que no figura en los Evangelios, donde ni siquiera está demostrado que eran reyes".
Así, por más que de chicos nos hayan enseñado que Eva mordió una manzana roja, apartando de esta forma a la humanidad del Paraíso, en "Los once mandamientos" uno se entera de que no fue así. Eva no mordió una manzana, sino otro fruto prohibido del Edén, no especificado en el Antiguo Testamento. "Para los judíos se trataba de un higo; para los ortodoxos, de una naranja; para los católicos, de una manzana, y para los islámicos, de un vaso de vino", explica el libro, que cuenta que la manzana surgió a partir de una traducción errada del latín de la palabra malus-malum , que indica tanto al mal como al manzano.
Un año de diluvio
Además de contar que en verdad el Diluvio no duró 40 días, sino un año, que en el Arca Noé no puso a dos animales por especie, sino siete parejas de cada animal, y que el Arca no era un barco, sino una suerte de submarino, Beretta y Broli cuentan que el maná no cayó del cielo. Nació, en cambio, en la tierra y, seguramente, fue milagroso porque los judíos pudieron encontrarlo en el desierto en grandes cantidades durante cuarenta años. "El maná, en efecto, es una sustancia resinosa, que aún hoy se encuentra en la península del Sinaí. Se forma sobre la corteza de un arbusto, a raíz de la picadura de un insecto. Con un sabor similar a la miel, los beduinos lo juntan y después de haberlo derretido al sol lo untan sobre el pan o lo usan para cocinar."
Los autores explican que en realidad los mandamientos no son diez, sino once. Según la exégesis bíblica actual, el undécimo es el mandamiento que Jesús les dio a sus discípulos poco antes de la Pasión, en el que llama a "amarse los unos a los otros, como yo los amé" (Juan 13,34).
Hilando aún más fino, el libro detalla que, en verdad, los mandamientos son doce: el tema es que judíos y cristianos adoptaron dos modos distintos de contarlos, y en la Iglesia Católica se adoptó el conteo de San Agustín, con el decálogo. Además, se tuvo en cuenta una cuestión mnemológica: es más fácil recordar diez mandamientos, el mismo número que los dedos de las manos.
Al respecto, el libro apunta otro posible equívoco: los diez mandamientos no fueron dictados materialmente por Dios a Moisés. "Los diez mandamientos habrían nacido de a poco por vez, y habrían sido recolectados en las tablas no antes del siglo VII a.C. (Moisés y el Exodo están fechados en el 1200 a.C.), en una forma bastante distinta de la propuesta por la Biblia en el Exodo y en Deuteronomio."
En otro dato curioso, los especialistas explican por qué Moisés es representado con cuernos por varios artistas, a partir del siglo XII. Miguel Angel, por ejemplo, lo inmortalizó así en el magnífico mármol que hoy se conserva en la iglesia de San Pietro in Vincoli, de Roma. Aunque no se habla de cuernos en las Sagradas Escrituras, otra vez todo se debió a un error de traducción del hebreo al latín.
Al desmitificar algunas creencias surgidas del Nuevo Testamento, el libro recuerda que Jesús no nació el 25 de diciembre. La Navidad es una fecha convencional, que apareció en Roma en un calendario de 326 y fue fijada definitivamente por el papa Liberio en 354, en correspondencia con las antiquísimas celebraciones del solsticio de invierno, que justamente cae el 21 de diciembre.
San José, por su parte, no era ningún viejecito -"cuando se casó con María debía tener entre 18 y 24 años"- y no trabajaba de carpintero, sino como constructor.
Jesús no era alto, rubio ni buen mozo, como el de la película de Zeffirelli o el de las estampitas. Según el libro, "un intento efectuado recientemente, dándole a una computadora los datos antropométricos de un palestino del siglo I, dio lugar a un retrato totalmente distinto: Jesús era un individuo de altura media, o menos, con la frente baja, la piel y el pelo oscuros, más parecido a un hombre primitivo que a nuestros cánones de belleza mediterránea".