Los 20 libros que tendrías que haber leído en 2020
Una lista –como toda lista, algo caprichosa– que sin querer puede servir como guía de lecturas para el verano
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Puede ser que este año tan singular hayamos leído más aunque probablemente los números de fin de año nos digan que, pandemia mediante, se ha publicado –y vendido– menos. Lo que es seguro es que en esta edición de “los libros de 2020″ aparecen aquellos títulos que para el equipo de Cultura de LA NACION conformaron lo mejor de la temporada editorial. La mayoría de ellos llegan hasta aquí después de haber atravesado un juego de votación interna en busca de acuerdos; otros, en cambio, reflejan preferencias personales. Por eso, como toda lista, ésta también es susceptible de omisiones, caprichos y afortunadas coincidencias.
Enciclopedia B-S, de José Emilio Burucúa (Periférica)
No hay novela de familia que no pueda empezar como Marco Aurelio las Meditaciones: “De mi abuelo Vero: el buen carácter y la serenidad”. Pero José Emilio Burucúa no hace novela, aunque su enciclopedia familiar está regida por el par facta y ficta; lo primero son los hechos, y lo segundo, no el fingimiento ni la ficción, sino las razones ocultas del encadenamiento que lleva al encuentro de B. y de S., Burucúa y Schreiber. Nuestro historiador y crítico mayor de arte revirtió la lectura de las imágenes en la lectura de una vida, y ya se sabe que se lee para escribir. Pablo Gianera
Círculo de lectores, de Eduardo Berti (Páginas de Espuma)
Un libro fascinante sobre libros, lectores y lecturas. Combina inteligencia, humor y delirio en textos breves que rinden homenaje al movimiento Oulipo (Taller de Literatura Potencial). Hay “Instrucciones para leer un libro”, una reversión de “Instrucciones para subir una escalera”, de Julio Cortázar; también, un catálogo de lectores excéntri cos y una biblioteca formada por más de cincuenta modelos de cuentos cortos: entre ellos, uno con formato de telegrama y otro con una eterna lista de erratas. Natalia Blanc
La vida mentirosa de los adultos, de Elena Ferrante (Lumen)
La familia perfecta no existe. Tampoco la verdad absoluta: las historias domésticas siempre dejan un resquicio por donde puede filtrarse y anidar a través de los años una mentira. Después de las mujeres de sus Crónicas del desamor y de Lila y Lenú, las “dos amigas” de su exitosa tetralogía, Giovanna protagoniza la última y esperada novela de Elena Ferrante: la enigmática voz que ya revolucionó la literatura del siglo XXI. Su sensación de querer saber a toda costa es la misma que, página a página, tiene el lector. Constanza Bertolini
El pelícano, de César Aira (Mansalva)
Ambientada en Villa Urquiza, esta fábula sobre la maternidad, la degradación y la impermanencia está protagonizada por dos buscavidas: Jocoserio y Quinta de Tos. Los amigos, dobles porteños de Bouvard y Pécuchet, viven de las magras pensiones de sus madres (las dos de 94 años) y pasan los días en un galpón abandonado donde, de a poco, confluye el resto del elenco: un vendedor de drogas, un periodista vecinal, la bella Sheila y su madre, el Tiempo y la Naturaleza. Es la menos “clásica” de las tres novelas que el autor dio a conocer en 2020 y narra la desaparición de un pelícano, pariente lejano del Zahir borgeano, en una ciudad de capa caída. Daniel Gigena
La cucaracha, de Ian McEwan (Anagrama)
Aquel joven aficionado a las historias siniestras que llamaban Ian Macabro con los años se ha vuelto más elegante y efectivo. Su última travesura es una sátira que invierte la premisa kafkiana: la cucaracha se convierte en Jim Sams, un hombre que se parece mucho a Boris Johnson. Más cruel y estúpido que el insecto es su gabinete. Y la distopía es completa porque en la Inglaterra post-Brexit las personas pagan por trabajar y las empresas, por consumir. Parece un capítulo de Black Mirror, pero es una fábula urgente de lectura obligada. Matías Néspolo
Salvar el fuego, de Guillermo Arriaga (Alfaguara)
Por esta novela combustible, la más femenina de su obra, según considera el propio autor, Guillermo Arriaga obtuvo el Premio Alfaguara. El mexicano incendia y fusiona dos universos: el de una bailarina, dueña de una escuela prestigiosa y de una vida llena de lujos, y el de un preso que cumple, sin arrepentimiento, la condena por un crimen atroz. El narcotráfico, el sexo, y el misterio de la creación artística arden en una intriga vertiginosa por los pasillos del poder y de una ciudad-laberinto. Laura Ventura
Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez (Anagrama)
Ganadora del Premio Herralde de Novela y el de la Semana Negra de Gijón, el lector desciende en un relato gótico a los infiernos y a las oscuras dimensiones donde habitan espíritus y demonios. Mariana Enriquez toma elementos de la mitología popular argentina y de la demonología universal en una historia épica. Un hombre lucha contra un sistema ancestral: el mal. En esta novela de terror que estremece, habitada por ángeles, siervos y crueles amos, se narra también un amor obsesivo y devocional. L.V.
Poeta chileno, Alejandro Zambra (Anagrama)
¿Cómo es posible que la misma historia que páginas atrás causara risa (en voz alta) se convierta luego en un relato que oprima el pecho? ¿De qué modo nombrar los vínculos sentimentales que no aparecen en el diccionario? Alejandro Zambra escribe un bildungsroman, dos jóvenes en su camino hacia convertirse (o no) en poetas, y también versos. Esta novela, que se lee al tiro, es también una guía para quien quiera aproximarse a la poesía chilena y regala, discúlpese el spoiler, un final feliz. L. V.
Una cierta idea de mundo, Alessandro Baricco, Anagrama
Resulta que cuando Alessandro Baricco se mudó de ciudad decidió armar una biblioteca de cero. Y resulta también que un día quiso compartir cuáles habían sido los mejores libros con los que –azarosamente dice él– se fue topando en esos diez años. De cualquier manera, esa selección de 50 títulos que dan Una cierta idea de mundo (su mundo) se aprecia hoy por los seguidores de la obra del escritor italiano como la ineludible recomendación que nos hace un amigo que, después de discutir de cine y de política, pone sobre la mesa su mejor ofrenda: qué libro es bueno leer. C.B.
Música, sólo música, de Haruki Murakami y Seiji Ozawa (Tusquets)
Una decisión editorial venal hizo que quien figure como autor de este libro sea Haruki Murakami; lo es apenas en parte, aunque nada más que como entrevistador, y por lo tanto autor subsidiario. El nombre mayor es el del director Seiji Ozawa. Lo que pasa en este libro de conversaciones es lo siguiente: dos hombres se sientan a escuchar música y, al hacerlo, uno de ellos habla de lo escuchado, refiere escenas de su vida de músico deja entrever lo que un director casi siempre se guarda: por qué toma las decisiones que toma. P. G.
Tiempo sin lluvia, de Cynan Jones (Chai Editora)
Se sabe: no existe relación proporcional entre el tamaño de un libro y su grandeza. Así como hay novelas desmesuradas, es una sorpresa maravillosa cuando una historia cautiva y conmueve en menos de 150 páginas. Es el caso de Tiempo sin lluvia, que en momentos de otras carencias como los actuales nos recuerda lo que es esencial: la naturaleza y las relaciones humanas. El galés Cynan Jones escribió este libro que transcurre en un campo parecido adonde él se crio, durante un solo día marcado por una búsqueda, la espera y varios hallazgos. C. B.
La claridad, de Marcelo Luján (Páginas de Espuma)
Con este libro que reúne seis cuentos inquietantes, Lujan ganó el Premio Internacional Ribera del Duero. Tienen personajes femeninos muy contundentes que son el motor de cada historia y una oscuridad que contrasta con el título en un juego de claroscuros que atrae e incomoda. Violencia, soledad, culpa, desborde, incomunicación, vínculos y azar son los tópicos que atraviesan las tramas. Algunos personajes saltan de un cuento a otro para cerrar (o reabrir) el círculo. N. B.
Paisaje interior, de Leonard Cohen ilustrado por Pablo Bernasconi (Edhasa)
“Estos textos se escribieron en silencio”, dice Cohen en un verso de “Como decir poesía”, uno de los tres poemas interpretados por Bernasconi con pinturas y collages junto con “Himno” y “Todos saben”. Cada uno tiene un libro propio; juntos forman una cajita feliz que trae una lámina de regalo con un texto del ilustrador que funciona como un prólogo. Con traducción de Laura Wittner, los poemas están en español e inglés. N. B.
El presente, Ana Basualdo (Sigilo)
Conocida por un único y extraordinario libro de relatos, Oldsmobile 1962, Basualdo condensa ahora su dilatada y legendaria trayectoria de reportera. A contrapelo del título, se trata de un viaje al pasado, desde el último verano antes de la pandemia en Barcelona, hasta una lejana conversación con Leonardo Favio o una investigación sobre una esotérica secta de López Rega (por la que tuvo que exiliarse). Basualdo hace de la crónica un arte de la lucidez y el insidioso pasado que captura sigue interrogándonos e ilumina nuestro incierto presente. M. N.
Pequeñas mujeres rojas, de Marta Sanz (Anagrama)
Las referencias a género policial y a un personaje –aquí ausente– de novelas anteriores son lo de menos. Si la última novela de Marta Sanz es negra lo es a la manera de Rulfo, de Goya o de Francis Bacon. Una fosa común de la Guerra Civil, las voces de los muertos y el olor a azufre de un pueblo perdido en la meseta castellana marcan el compás de la pesquisa. Una polifonía de mezquindades y crímenes irredentos que consigue fusionar lo estético y lo político. Hacía mucho tiempo que la literatura española no exhibía semejante ambición. M. N.
Eufonía, o la ciudad musical, Hector Berlioz (Fondo de Cultura Económica)
En este raro y muy breve libro, el compositor Hector Berlioz, a quien la pluma le corría más feliz en palabras que en notas, sitúa la ciudad de Eufonía en una vertiente del Harz, en Alemania, y en 2344, 500 años después de la fecha de la escritura. “Podemos considerarla como un vasto conservatorio de música, puesto que la práctica de dicho arte es el único objeto en las labores de sus habitantes”. No hay un solo eufoniano que no cante, toque un instrumento, imprima partituras o sea luthier. Hay una calle de sopranos, otra de cornistas. Como toda utopía, también esta sale mal, salvo por los educativos “conciertos de mala música”. Berlioz entrevió en el presente, en el suyo, el basurero artístico del futuro, el nuestro. P. G.
El acontecimiento, de Annie Ernaux (Tusquets)
Veinte años después de su publicación, este relato de Annie Ernaux, Premio Formentor 2019, adquiere por sincronía una vigencia plena para los lectores de América Latina. A su modo austero y etnográfico, la autora recrea una experiencia personal, cuando decidió abortar al quedar embarazada de un joven estudiante. La historia transcurre en 1963, años antes de la aprobación de la ley que despenalizó el aborto en Francia, y se alterna con observaciones sobre el presente. Incluye una breve defensa de la autoficción: “El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, otorga el derecho imprescriptible de escribir sobre ello”. D. G.
El libro expandido, de Amaranth Borsuk (Ampersand)
Subtitulado Variaciones, materialidad y experimentos, el ensayo de la poeta, artista y académica estadounidense explora el concepto, la evolución y las posibilidades del libro, hoy ampliadas por los recursos de la era digital. De los rollos y códices a los audiolibros y aquellos que facilitan la interactividad, pasando por los libros de artista, Borsuk sugiere que, así como cambian los lectores, también cambian los libros. Entretenido y revelador, debe incorporarse a la extensa biblioteca de los libros que tienen a los libros como protagonistas. D. G.
Una guía sobre el arte de perderse, de Rebecca Solnit (Fiordo)
La versión al español de estos nueve ensayos, que la escritora estadounidense dio a conocer en 2005, llegó al país en el momento oportuno. Con dosis autobiográficas, y al amparo del redescubierto Henry D. Thoreau, Virginia Woolf y George Orwell, hace un elogio de la búsqueda sin brújula como acto de libertad, y aun de resistencia política, en un mundo donde la incertidumbre causa terror. Perderse en otras culturas, en el amor, en territorios desconocidos, en la memoria o en el arte son modos de habitar el misterio. Según Solnit, se puede ser rico en pérdidas. D. G.
Encuentros con libros, de Stefan Zweig (Acantilado)
Es hábito entre los maledicentes de salón burlarse de Stefan Zweig porque escribió, dicen, demasiado, como si la medida de una obra fuera una cuestión de grado y no de naturaleza (se puede ser bueno en lo mucho y malo en lo poco). En realidad, lo que sorprende también es que haya, habiendo escrito tanto, leído tanto. Puede ser que Zweig no tenga ideas críticas muy agudas, pero es porque deja lugar para que intente tenerlas el lector. Nos presenta a Joseph Roth, Thomas Mann, Rousseau, Rilke y por supuesto Goethe como un amigo presenta a otro amigo. P. G.