Logias secretas: José de San Martín y la masonería
El historiador y periodista Carlos Campana brindó ayer una conferencia en el Museo Mitre, en la que trazó una cronología de la relación del prócer con más de una decena de sociedades secretas a lo largo de su vida
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La vinculación del general José de San Martín con las logias masónicas ha sido objeto de múltiples especulaciones. Con datos inéditos o poco conocidos de archivos y documentación procedente de museos, instituciones y de boca de expertos de América Latina y Europa, el historiador y periodista Carlos Campana trazó una cronología de la relación del prócer con más de una decena de sociedades secretas a lo largo de su vida.
El Museo Mitre, poseedor del archivo sanmartiniano más completo del país, organizó una conferencia a cargo del investigador, quien aportó datos acerca de la llegada de las logias al continente durante el Virreinato del Río de la Plata y, entre otros, de la creación de la Gran Logia de Buenos Aires en 1812, a la vez que destacó la influencia de la masonería en los procesos de independencia en América del Sur.
“Los historiadores que estudiaron la vida del general José de San Martín han dejado de lado o no han abordado en profundidad su filiación masónica, pero existe una importante cantidad de documentos en Europa que muestran las claras evidencias de haber pertenecido a esta institución”, precisó el periodista al comienzo del acto, cuya presentación estuvo a cargo de la directora del Museo, Gabriela Mirande Lamédica, frente a un amplio número de asistentes.
Campana indicó que la masonería, “cuyos orígenes se remontan a los siglos X y XI, cuando funcionaba como un gremio de constructores de catedrales, puentes y castillos en la era feudal” en Europa, “es una sociedad de carácter inicial, filosófico y filantrópico que se basa en la interpretación de simbolismos; no se trata de una secta religiosa, sino de una institución que se mantiene ajena a la política y a la religión”.
La masonería como hoy se la conoce, señaló el estudioso, se fundó en Inglaterra en 1717 bajo la presidencia de Anthony Sayer. Un siglo después, se crea la Gran Logia Unida en ese país y, a mediados del siglo XVIII, la organización se expande por Europa, especialmente por Francia, momento en que muchos masones se involucraron en el movimiento de la Ilustración.
En el Río de la Plata, la primera logia “se desarrolla a principios del siglo XIX, gracias a la iniciativa de Juan Silva de Cordeiro” y otros ilustres que constituyen la primera logia en Buenos Aires, denominada San Juan de Jerusalén de los días felices. “Sus integrantes jugaron un papel destacado en los procesos emancipadores de América del Sur”, señala el historiador, quien detalla que la agrupación se reunía en una sede en la actual calle San Martín, entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear, en la posada de Los Tres Reyes y en la casa de Eleuterio Tavares.
En 1812, llegaron desde el Reino Unido varios miembros de la logia de los Caballeros Racionales nº 7, entre ellos “José de San Martín -que se encontraba en Europa-, Carlos de Alvear, José Zapiola, José Chilavert y otros americanos que se unieron a la logia de Buenos Aires”. Ese año también se crea junto a Carlos M. de Alvear y José Zapiola “una pequeña sociedad que luego incorpora a otras conocidas figuras, la cual celebraba sus reuniones en una casona en Pio Gana y Basualdo”. La agrupación creció hasta dar forma a la Logia de Buenos Aires, “también conocida popularmente como Lautaro, con Julián Álvarez como presidente, secundado por Antonio Sáenz y Bernardo Vélez, y con miembros como José Zapiola, Bernardo Monteagudo, Manuel Pinto, Anchorena, Murguiondo y Tomás Guido. El 23 de julio de 1812, se constituye la Gran Logia de Buenos Aires -que será más tarde disuelta y refundada-, presidida por San Martín. Gracias a la influencia de esta última, el 31 de enero de 1813 se celebra la Asamblea General Constituyente, que propondrá entre sus objetivos la emancipación de España y la redacción de una constitución del Estado de las Provincias Unidas”.
Más tarde, el Libertador viaja a Lima, Perú, donde “reconoce la primera Logia Paz y Perpetua Unión nº 1″. En esa ciudad, según indica Carlos Campana, se conserva “un mandil masónico original que perteneció al prócer y que está exhibido en la sede de la Gran Logia de ese país”.
En un posterior viaje a Europa, hacia 1824, San Martín se une a sociedades masónicas en Cádiz, Londres y Escocia antes de regresar a América, prosigue el historiador. “Existe interesante documentación que vincula al Libertador con las logias escocesas, las cuales visita, en especial las de la localidad de Banff. Más tarde, establecido en Bélgica, se une a la logia La Parfait Amitié en Bruselas, y en Francia, donde se instaló definitivamente hacia 1830, fue miembro de una logia en la ciudad de Ervy. En su casa de Grand Bourg, Juan B. Alberdi hace referencia a ‘una hermosa acacia blanca que da sombra al patio de la habitación’, siendo esta especie “un símbolo relevante del masón”, menciona el investigador. Y agrega: “También en Perú y Chile se fundaron logias que contaron con la participación del ‘padre de la patria’ y de otros líderes independentistas”.
Al final de su vida, San Martín expresa el deseo de que su corazón descanse en Buenos Aires, lo que algunos investigadores han interpretado como una referencia a una leyenda de grados superiores de la masonería. “Prohíbo el que se me haga ningún género de funeral y, desde el lugar en que falleciere, se me conducirá directamente al cementerio sin ningún acompañamiento, pero sí desearía el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”, expresa el Libertador en su testamento en 1844. “La palabra corazón está totalmente vinculada a una leyenda de la masonería”, concluye el historiador.
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