El cine existió siempre. Desde las pinturas rupestres que mostraban una cacería en episodios rústicos, registrando el paso del tiempo. El cine siempre está ahí aunque la máquina para hacer cine solo tenga 125 años, más o menos. Y el cine está ahí porque no hay mayor necesidad, deseo, obsesión, angustia del hombre que la de vencer la marea del tiempo. Ahora, por ejemplo, tenemos la tecnología para que el deficiente documento de aquel pasado pueda verse tal como los ojos podrían registrarlo hoy. Podemos tener una ventana que viaje en el tiempo.
Es posible que Peter Jackson pensara en eso más que en una cuestión histórica o testimonial, entonces, porque Peter Jackson es, sobre todo, un cineasta de lo fantástico.
La película de este mes, y probablemente una de las grandes creaciones de 2019, se llama TheyShall Not Grow Old y la realizó el neozelandés. No es sobre una loca invasión extraterrestre como Mal gusto, ni un viaje a un universo paralelo lleno de elfos, orcos y magia como El señor de los anillos. Sin embargo, tiene algo de todo eso. They Shall Not Grow Old es, antes que nada –y con las reservas del caso–, un documental. Está construido con material filmado durante la Primera Guerra Mundial, más las voces de viejas entrevistas a los sobrevivientes de esa masacre imposible de imaginar. Pero no son esas películas temblorosas, obturadas de fotogramas, fugaces. Peter Jackson tomó todas las herramientas tecnológicas que, en 30 años de carrera, le permitieron volver plausibles los panoramas fantásticos más imposibles (desde la Tierra Media hasta el propio Paraíso) para que esas películas se vistieran de los movimientos naturales y los colores verdaderos. La máquina está al servicio de la memoria. No de su recuperación, sino de su recreación.
Seguramente, el lector se preguntará qué implica todo esto. En primer lugar, el trabajo impresionante sobre la imagen y sobre el sonido permiten apreciar algo que solo sabemos más o menos de oídas: que la Guerra era terrible. Suenan las explosiones, se ven de un modo muy impresionante las repentinas columnas de tierra que podía levantar un obús. Se ve la carne, se ve la sangre. Se ve que detrás de los bigotes a la moda de las primeras décadas del siglo XX, esos eran pibes, pibitos, chicos que fueron pensando en el heroísmo y en la patria y descubrieron la carnicería y el desencanto. Esa primera parte del paréntesis, a diferencia de la segunda, carecía de imágenes que golpeasen al espectador. El deterioro y la tosquedad de la maquinaria que las registró las volvía humos extraños, indicios mínimos de un planeta imaginario del que solo nos llegan ecos. La distancia del tiempo permitía, pues, disolver la tragedia que concitaban tales imágenes. La reconstrucción que muestra la película trae todo el peligro, lo terrible, lo trágico, de nuevo.
En 1920, Ernst Jünger escribió Tempestades de acero, sus memorias de la Primera Guerra Mundial como oficial del ejército alemán. Probablemente ese libro, escrito a los 25 años, sea el retrato más lúcido de esa tragedia. No hay énfasis en esas páginas, sino solo la descripción de la rutina interrumpida cada tanto por la catástrofe y la muerte. Las imágenes de They Shall... complementan esas líneas. En los relatos que se escuchan en off hay tan poco énfasis, tan poca búsqueda del efecto dramático como en los textos de Jünger. Y, justamente, eso es lo que hace todo más efectivo, más actual, más cercano al espectador. Todo en la película consiste en manipular el documento para descubrir la verdad tapada por décadas y décadas de polvo y olvido. Y eso implica dejar que quienes estuvieron, simplemente, cuenten lo que vivieron. Puede parecer paradójico, en la medida en que la película recupera el tiempo perdido, que se llame They Shall Not Grow Old: "No envejeceremos". Pero es cierto: el cine ha fijado la juventud doliente y eterna de esos soldados. Y la tecnología recupera esas imágenes quitándoles la vejez. No envejecerán: siempre jóvenes para recordar el escándalo de la muerte.
Lo que hará Mr. Jackson
Después de They Shall…, que fue una de las películas más comentadas en el circuito de festivales en la segunda mitad de 2018, Jackson está terminando la producción de otro documental realizado con material de archivo. No tiene título aún, pero es sobre los Beatles en un estudio de grabación. Mientras, sigue vigente la idea de crear más películas de Tintín, aunque la primera –genial, además– que dirigió Spielberg y él produjo fue un fracaso de taquilla (como su más reciente producción, Máquinas mortales, que apenas pasó por las salas locales).
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