Literaturas del orgullo
Así como ocurre en la política, la educación y la salud pública, también en la literatura la comunidad LGBTI gana espacios y se vuelve visible. En la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el Espacio de Diversidad Sexual, que se inauguró en la pasada edición, convocó a multitudes para presentaciones, conferencias y debates. La literatura local sigue un proceso de indagación de zonas, comportamientos y maneras de vivir que hasta no hace mucho tiempo fueron censurados por sectores de la sociedad y el Estado.
"En términos históricos, la literatura argentina sexo-disidente se caracteriza por líneas muy discontinuas –dice Jorge Luis Peralta, investigador de la Universidad Nacional de La Plata–. No hubo como en otros países una literatura del ‘orgullo’ o subgéneros específicos como la novela de ‘salida del armario’ que tuvo una tradición muy fuerte en los Estados Unidos. Cuando volvió la democracia, se publicó literatura sobre la homosexualidad masculina que se remontaba a los años 50 y 60 (Carlos Correas, Blas Matamoro, Oscar Hermes Villordo). Hay muy poca narrativa sobre los años 80 y 90, y en general son reconstrucciones de esas épocas, a cargo de Pablo Pérez, Patricia Kolesnicov o Claudio Zeiger. Después se dio un quiebre en 2001 con el fenómeno de las editoriales independientes y la autoedición, que llega hasta nuestros días". Para Peralta, los cambios sociales y jurídicos permitieron una mayor visibilidad de las minorías sexuales. "Hay una diversidad muy grande de miradas, una multiplicidad de voces. Otro cambio evidente es que se ha desplazado la centralidad de lo ‘identitario’ y se exploran subjetividades más fluidas y flexibles, y también formas de relación que escapan de la tiranía de los modelos normativos, tanto hétero como homosexuales". No obstante, aún muchas de las ficciones sexo-disidentes se enfocan en historias de hombres gays.
Gabriela Cabezón Cámara, autora de La Virgen Cabeza y Las aventuras de la China Iron, indica que los cambios en la ficción se dieron en una medida comparable a los cambios en la inserción social de las comunidades LGBTI. "Ya no somos castigados si salimos del clóset, al menos en circuitos de la 'industria cultural', aunque no me animaría a decir que pasa lo mismo en otros sectores. Y cambió la propia construcción identitaria; el modelo de la 'loca' y el 'chongo', presente en El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, o en Cachafaz, de Copi, no es hegemónico, como no es hegemónica la idea de la lesbiana como ‘tía soltera’ o mujer desprovista de sexo", dice. Para esta escritora, ahora se representan nuevas identidades. "Esto no significa que tengan un correlato directo en el mundo, pero de algún modo hablan del mundo. Pienso en la Dalia Rosetti, de Fernanda Laguna, con su deriva erótica y sensual, o en el personaje que monologa en La ilusión de los mamíferos, de Julián López, con su honda reflexión sobre el amor, o en las alocadas y libérrimas chicas de El affair Skeffington de María Moreno", destaca.
"La mayoría de los poemas de amor de Tarda en apagarse son lésbicos –remarca Silvina Giaganti, autora de uno de los pocos best seller de poesía local-. No sé si fue una decisión íntima, política o si sencillamente fue ocurriendo. Lo que pasa es que una no quiere quedar encasillada o que su personalidad se cristalice en un atributo. Porque en un momento una escribe sobre amor de mujeres pero no desea quedar encorsetada en ‘poeta lesbiana’. Yo discuto mucho con mis poemas. Y ellos discuten entre sí. Me gusta explorar esas tensiones. Cada poema dice lo que quiere decir en ese momento que fue escrito, que quizás no sea lo mismo que quiere decir después, en otro poema". Giaganti comenta que, en ocasiones, la recepción por parte de la prensa de sus poemas, que poseen una fuerte carga erótica, atenúa el elemento lésbico. Los tabúes, al parecer, también tardan en apagarse.
Según Peralta, las representaciones literarias siempre son políticas porque implican un posicionamiento, latente o explícito. "La literatura es un territorio donde se libran importantes batallas discursivas en torno a cuestiones de género y sexualidad: quién puede hablar y quién no, qué se puede decir y qué no, cuándo, en qué términos. Incluso un autor que defendió los intereses de la aristocracia, como Manuel Mujica Lainez, hizo intervenciones muy avanzadas cuando llegó a sugerir que las sexualidades disidentes eran parte de la historia argentina desde sus inicios, en esa especie de mitología porteña que establecieron sus primeros cuentos y novelas, en Misteriosa Buenos Aires, Aquí vivieron y La casa". En la actualidad, varias autoras trans (Naty Menstrual, Susy Shock, Camila Sosa Villada) escriben, publican y amplían los límites del campo literario. "La política sexo-genérica de la literatura argentina fue tradicionalmente masculinista, o directamente machista, y homo-lesbo-transfóbica, por eso es tan importante y tan necesario que se sigan abriendo espacios para otras formas de vida y escritura", agrega el compilador del volumen Cuerpos minados. Masculinidades en Argentina.
"No sé si cambió la representación; es posible que hayamos entrado en el trabajo de hablar sobre nosotrxs mismxs, lo cual me parece mucho más poderoso –señala, en lenguaje inclusivo, Sosa Villada, autora de los poemas de La novia de Sandro y el texto autobiográfico El viaje inútil. Trans/escritura–. Pienso en Ioshua, que hablaba con tanta potencia del amor homosexual. Y eso, ahora, maravillosamente es leído. La gente consume esa temática también. Hay incluso hasta un público queer dispuesto siempre a leer a sus escritorxs". No obstante, los personajes trans siguen invisibilizados o aparecen de manera estereotipada. "Eso es porque no hay muchas escritoras o escritores trans. Es la eterna desigualdad, pero eso también cambiará", declara.
Para Hugo Salas, que acaba de publicar la novela Hasta encontrar una salida en el flamante sello Cía. Naviera Ilimitada, el cambio más marcado se advierte en la aparición frecuente de obras literarias que se enfocan en cuestiones vinculadas con las comunidades LGBTI. "En la literatura actual hay muchos más personajes LGBTI que en otras épocas, y esto contribuye a que exista también una mayor diferenciación entre ellos y, por ende, mayor diversidad. También cabe discutir en qué medida, casi por un efecto de época, algunos de estos personajes (pienso en particular en la representación de las travestis) no se convierten más bien en arquetipos", sugiere. Salas señala que muchas veces algunos de esos personajes aparecen solo para representar su propia existencia, y su construcción se reduce a una serie de trazos convencionales. "Por último, se produjo un cambio en el nivel de la recepción: estos personajes son mucho más legibles. Cuando uno abre hoy una novela tan queer como Sergio, de Manuel Mujica Láinez, cuesta entender cómo el público de la época podía leerla haciendo caso omiso de ese elemento. No se trata de que no se dieran cuenta, desde luego, pero la novela se leía ‘pasando por alto’ esa situación, es decir, no leyéndola". Los cambios sociales modifican también las maneras de leer.
Zonas veladas
Gustavo Pecoraro es periodista, activista por los derechos LGBTI y escritor. Para él, el cambio en los modos de representación literaria es innegable y corre paralelo a los procesos políticos. "Si vemos la historia, la casi inexistencia de personajes trans o travestis siempre fue ocupada por gays o lesbianas generalmente 'padecientes'. El éxito en el amor y en las relaciones sexo-afectivas de las personas LGTBI no tiene muchos años. Podría decir que empezamos a leer la esperanza luego de concluida la agudeza profunda de la pandemia del sida. Hasta ese momento, los lugares eran trágicos o desesperanzadores", señala. Pecoraro advierte que la irrupción de narrativa LGTBI no tiene su reflejo en el mercado editorial. "Las editoriales aún siguen despreciando este colectivo. En la Argentina hay excelentes escritores y poetas LGTBI que publican poco o que no publican", dice el autor de Amor marica, flamante libro de poemas editado por Ícara. En su opinión, otras expresiones culturales y artísticas le ganan a la literatura en este terreno. "Es necesario ‘deselitizar’ la producción literaria", concluye.
Julián López, autor de una nueva novela que narra apogeo y ocaso de una relación de amor entre hombres (La ilusión de los mamíferos), se detiene de otro modo en la cuestión. "Puedo evocar a escritores varones que hicieron colisionar mundos de lo que hoy se llama diverso en tiempos en que la diversidad era delito y obligaba al exilio o la condescendencia. Pienso en Osvaldo Lamborghini, en Néstor Perlongher, en Correas, en Puig, en Villordo, en Ioshua. Pero no pienso mi escritura en los términos de lo diverso y suelo escribir sobre personajes de la clase media, protegidos por discursos que hoy en las capas medias, por suerte, son hegemónicos", dice. En su opinión, la idea de lo político suele quedar capturada por lo menos interesante de la idea de género y una noción de representación que tiene más que ver con lo ‘real’ que con la literatura. "La idea de verdad, eso que repone que quien escribe cuenta su experiencia propia y habla a los lectores como en una confidencia, otra vez, me parece que arrasa lo más político de una escritura. Quién narra, desde dónde, cómo lo hace, para qué, por qué prorrumpe, qué referencias imprime en el texto: eso define la pregnancia política de un texto y esas preguntas están ausentes", indica.
Según Peralta, la literatura de los últimos años ha tocado temas muy diversos de la diversidad sexual: sadomasoquismo, sida, poliamor, abuso sexual, pornografía. "Están apareciendo textos donde las sexualidades disidentes ya no están en primer plano por sí mismas, es decir, se están explorando las dinámicas que surgen a medida que esas sexualidades se integran en la vida cotidiana. Fotocopia, de Facu Soto, o El hombre que duerme a mi lado, de Santiago Loza, son buenos ejemplos. Pero también me parece muy importante que se siga recuperando el pasado, lo que significó ser disidente en otras épocas menos propicias. En ese sentido, los libros de José María Gómez (El cine de los sábados, Los violaditos) y Roberto Videla (El chico), me parecen fundamentales".
"Si, como sostiene Jacques Derrida, la literatura guarda una relación sustancial como la democracia, el tema de la representación se liga de manera compleja al problema de la representatividad política", aporta Salas. "La sola representación no supone en sí misma una ruptura política; muy por el contrario, en varias ocasiones podría oficiar de acto de normalización, codificación, convencionalización, a la manera de un aparato de captura". Giaganti complementa esta visión sobre el asunto. "Pienso en esa idea prejuiciosa y vetusta de que ya no se puede decir nada que ataque a una minoría, de que el arte se está volviendo cada vez más políticamente correcto. No lo veo de ese modo. Lo que sucede es que esa afirmación proviene de un grupo de gente que descubrió que hay otras voces que no solo están manifestando sus puntos de vista, sino que también están haciendo algo artístico con eso. No es que se está achicando la producción de hombres heterosexuales blancos, sino que hay una variedad, una gama más amplia de temas que se abordan en las diferentes manifestaciones artísticas. Cada uno sigue diciendo lo que quiere decir y simplemente hay más gente diciendo otras cosas". Para esta poeta y periodista, la clase social aún opera como un filtro en la representación de las minorías sexuales.
Cabezón Cámara apunta que los personajes LGBTI expresan nuevas subjetividades de la manera única en que la literatura puede hacerlo. "La mera representación es un acto político. Hablar de otras formas de vincularse, de escapar a lo programado, de pensar el mundo más abierto, más diverso, menos determinado es político". Nuevas lenguas disidentes se hacen escuchar en el panorama de la producción literaria local en una dinámica social que suma derechos y posibilidades de vida.
La ciudad de Buenos Aires celebra el Día del Orgullo LGBTI
La Subsecretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural junto a la Dirección de Convivencia en la Diversidad, organismos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, realizarán diversas acciones con el objetivo de visibilizar la inclusión y los avances en las políticas LGBTI. A las 11.30, se izará la bandera del Orgullo LGBTI en el Obelisco junto a la Red Diversa del GCBA, organizaciones activistas por los derechos LGBTI, funcionarios de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y todos aquellos que quieran acercarse. Más tarde, se descubrirán dos murales realizados por el artista David Petrini: uno de la bandera LGBTI en el Hospital Ramos Mejía y el otro con los colores de la bandera Trans en la Casa Trans, que cumple su primer año de vida. Este espacio es un lugar de contención, sociabilidad y protección de los derechos orientados a la población trans, minoría aún muy estigmatizada por diversos sectores de la sociedad. En ese espacio se ofrecen capacitaciones en oficios, atención integral a la salud, testeos rápidos de VIH, vacunación, orientación jurídica y apoyo educativo. Desde su inauguración, casi 3300 personas pasaron por la casa, se realizaron más de 300 testeos de VIH, 186 vacunaciones y se entregaron elementos de prevención.
¿Qué se conmemora en el Día Internacional del Orgullo LGBTI?
El 28 de junio de 1969 tras la detención de varias personas en un bar de Nueva York donde se reunía la comunidad LGBTI, se desencadenó una serie de disturbios que dieron inicio al movimiento de liberación homosexual. En respuesta a este acto de violencia institucional se realizó la primera marcha por el orgullo gay en esa ciudad. En Buenos Aires, la primera marcha del orgullo gay se hizo en junio de 1992. A partir de 1997, la marcha del Orgullo LGBTI de Buenos Aires se celebra el primer sábado del mes de noviembre, en conmemoración del 30º aniversario de la fundación de "Nuestro Mundo", el primer grupo homosexual de la Argentina y de toda Latinoamérica, creado en la localidad de Gerli, durante la dictadura militar de Juan Carlos Onganía.
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