"Literatura femenina", una etiqueta que todos usan, pero nadie sabe qué quiere decir
Aunque el mercado editorial lo emplee a su favor, no está claro si el término se refiere al sexo de quien escribe, al género del que lee o a los temas que abordan las páginas; cuatro autoras en busca de una respuesta
Hay cuentos y novelas escritos por hombres y mujeres. La historia de la escritura lleva más tiempo en mano de los hombres. Desde que la mujer empezó a narrar, a ser autora, la literatura se tejió desde unos y otros. Pero se le atribuyó el término de "literatura femenina" a las obras de algunas escritoras, cuando no hay tal clasificación, por caso, para la producción de los hombres. Es decir, en ferias de libros o encuentros entre escritores y lectores, no se arman mesas sobre "literatura masculina". No se dan cuestionamiento o nuevos títulos en la forma de nombrar lo que un escritor produce. El término "literatura femenina" se lee, a priori, desplazado del eje de la literatura y pone en foco la cuestión de género. Tal vez sea un atajo del mercado para encauzar otra forma de venta. Las suposiciones en cuanto al porqué del término podrían seguir. Desde ahí, se instala la pregunta, ¿existe, en todo caso, una "literatura femenina" o las mujeres escriben historias que dan cuenta del lugar desde donde miran? Para ahondar en los territorios donde nacen las preguntas, cuatro escritoras, Gloria V. Casañas, Inés Garland, Angélica Gorodischer y Alejandra Laurencich, reflexionan sobre si hay o no una "literatura femenina".
"La literatura es, para mí, literatura. La escriben hombres y mujeres. En un nivel muy elemental, la clasificación de «literatura femenina» viene en general a través de la suma de escritora mujer + conflicto padecido por una protagonista femenina", dice Inés Garland, escritora y traductora. Su último libro es La arquitectura del océano (Alfaguara). Para Garland, "Si Anna Karenina hubiera sido escrito por una mujer, sería tildado de literatura femenina. Lo mismo le habría pasado a Expiación, de Ian McEwan, por poner un ejemplo más reciente".
Algunas librerías arman mesas con libros escritos sólo por mujeres, un collage con mayor presencia de lo que llaman género romántico. El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez, ¿no sería una historia sobre el amor? Aunque anónimo, el libro de las narraciones de Sherezade, ¿también sería expuesto en esa mesa? Hablar de "literatura femenina" no radica sólo en el lugar de exhibición para las ventas, sino cómo se recibe y se nombra la producción de una autora.
En este sentido, Gloria Casañas escribe historias de amor con un contexto social fuerte. La maestra de la laguna (2010), por ejemplo, narra el viaje de una de las maestras que Sarmiento convocó para trabajar en el país. Por el sendero de las lágrimas (Penguin) es su último libro. "No siento que escribo para el público femenino en particular. Es una novela y le puede interesar a cualquiera. Las mismas mujeres creamos a veces categorías que nos discriminan, sin darnos cuenta", dice.
Desde que el mundo es mundo
Angélica Gorodischer lleva tiempo reflexionando sobre la relación entre mujer y escritura. Autora de un listado grueso de libros, Palito de Naranjo (Emecé) es su última novela. "Escribimos desde que Vibia Perpetua dejó estampada su desesperación porque sabía que la iban a echar a los leones por ser cristiana. San Agustín no se apiadó de ella, total, era sólo una mujer, y hablando de la Passio en donde ella contaba su desolación, dijo que bah, total, no es más que otro gimoteo de una mujer que va a morir. Y desde entonces, pasando por una edad media fértil en mujeres que escribieron, sobre todo textos religiosos; por otros siglos más cercanos al nuestro, en el que nunca pero nunca dejamos de escribir."
El derecho de la mujer a ocupar un lugar en la literatura tiene la genética de la conquista de cualquiera de los derechos. Aunque es territorio ganado cómo se cuentan las historias o de qué manera cada autora es dueña de una voz. Por ejemplo, Casañas cree que "no es tan fácil percibir el sexo del que escribe, hay casos en que sólo después de muchos años y muerto el autor, se conoció que en realidad era una mujer y no un hombre". Y a propósito de los lugares, Gorodischer recuerda que cuando Elena Poniatowska recibió el premio Cervantes "dio cuenta de la ínfima cantidad de escritoras y la enorme cantidad de escritores que lo habían recibido. Lo mismo pasa con el Nobel. Lo mismo con los grandes premios y la repercusión de los libros".
Alejandra Laurencich es escritora, directora de la revista La Balandra y tallerista. Por estos días, se presenta su nuevo libro, Las olas del mundo (Alfaguara). "Hay literatura -dice Laurencich- como hay música, cine o pintura. Las etiquetas sobre género son, en el mejor de los casos, intentos de ordenar la vastedad de voces que la construyen. Pero la pregunta sobre literatura femenina seguirá, creo, formulándose."
Si se escribe a partir de la propia experiencia, que una mujer narre su infancia en las cocinas de las tías o al lado de la Singer de la abuela, no es menos inquietante que desarmar autos a la hora de la siesta o ayudar al padre a carnear una vaca. "Quizá tengamos que pensar -sigue Laurencich- en cómo intervino la valoración hecha por el género masculino en la posibilidad y el derecho de las mujeres a ser parte del oficio."
A propósito, Liliana Heker establece en su libro de 1999 Las hermanas de Shakespeare varios ejes. "Si se me pide que me ubique como narradora, no me quedará otra posibilidad que instalarme con todo lo que me constituye en tanto narradora, o sea: con todo lo que me constituye. Con mi sexo, con mi miopía, con mi carga cultural, con mis estudios de física, y hasta con la zozobra particular que constituyó para mí, en mi infancia, el creer, cada noche, que un caballo subiría por el ascensor. Con todo eso me instalo, y con la inquietud y el poderío de quien sabe que dispone de un material a la vez maleable y escurridizo: el lenguaje."
Cada escritora con su enfoque, coinciden en que seguirá siendo tema de debate. Pero Gorodischer deja como propuesta una acción, a su aire: "Y sí, oigan, minas, sigamos escribiendo, por favor, inundemos los escritorios, las editoriales, las bibliotecas, las librerías con libros escritos por mujeres porque vale la pena. Porque con cada línea que escribimos contribuimos a que el mundo sea de las mujeres y de los varones por partes iguales como tiene que ser".