Liniers y los veinte años de “Macanudo”: el recorrido de una historieta sin reglas con un universo de personajes adorado por los lectores
El humorista gráfico presenta en la Feria del Libro el volumen 15 de la tira que nació en LA NACION hace dos décadas; además, la primera novela gráfica para chicos que creó con su mujer, Angie del Campo
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“Que veinte años no es nada”, dice la letra del tango “Volver”, de Le Pera y Gardel. Pero en el universo Macanudo, creado por Liniers hace dos décadas, pasó de todo: aparecieron (y desparecieron) personajes, se editaron quince libros, se publica en inglés en 150 diarios estadounidenses, tomó la forma de juego de mesa y de objetos como tazas, remeras y almohadones y llegó, también, a las portadas de agendas, cuadernos y calendarios. El humorista gráfico dibujó la tira en LA NACION por primera vez el 16 de junio de 2002. “Queda inaugurada por este solemne acto la tira cómica Macanudo”, dice un presentador antes de tocar la trompeta. “Y, ahora, una coreografía como la de la inauguración del Mundial”, anuncia. A su lado, un pingüino (que se integrará luego el elenco estable) le avisa: “Eh, no nos alcanzó el presupuesto. Pero si quiere yo bailo tap dance”.
“¡Veinte años! No es nada”, dice Liniers con cara de asombro y se ríe. Radicado en Norwich, estado de Vermont, Estados Unidos, hace seis años, vino por unos días al país para participar de la Feria del Libro de Buenos Aires: el viernes 13, a las 20.30, presenta Macanudo 15 con una charla “dibujada” que compartirá con Tute en la sala Julio Cortázar. El jueves y el mismo viernes, a las 18, firmará ejemplares de sus libros en el stand de La Editorial Común (314, del pabellón azul), donde ya está a la venta la novela gráfica para chicos, El fantasma del faro, que creó a cuatro manos con Angélica del Campo, “Angie”, pareja y madre de sus tres hijas de 14, 12 y 8 años.
“Hace veinte años yo era un purrete con sueños de dibujar pingüinos. Fue una época súper linda: tuve la suerte de concretar mi deseo de hacer una tira en un diario. Es lo que más me gustaba como formato, siempre consumí desde chico las tiras de Caloi, Quino, Fontanarrosa. Creo que porque era vago y las leía hasta el final rápido. Me atraía dibujar una idea por día. Con el tiempo descubrí que estaba escribiendo una gran novela”, cuenta.
“A mí me divierte el ‘chistonto’ y me gusta experimentar y la tira diaria me dio la libertad de hacer todo lo que se me ocurría. De entrada, me propuse no tener un solo personaje. Al ser lector del género sabía que, pasado un tiempo, se agotan las ideas. Para manejar ese problema Quino incluía cada tanto un personaje nuevo: así aparecieron Guille, Libertad, Miguelito, que entraron para rejuvenecer la tira y darle más opciones al autor. Aprendiendo de los maestros, yo decidí crear un espacio en el que vale todo. Donde hay libertad absoluta, hay más creatividad”, agrega.
Como ejemplo de lo anterior, Liniers dice que “si en algo se portó mal la tira” es en no seguir un mismo registro de humor: “Macanudo a veces es un concepto sin chiste ni remate; a veces, tiene un diseño y, a veces, otro. Eso responde a que no quería encerrarme en un estilo y no poder salir. Mientras más abierto sea el espacio, más posibilidades creativas tengo”. Así fue como alguna vez la tira fue dibujada por otros ilustradores y, otra vez, cuando Liniers se tomó vacaciones y no quería repetir tiras ya publicadas convocó a los lectores para que jugaran a hacer Macanudo por unos días. Le llegaron tantos dibujos que, al final, le dio más trabajo la selección que dejar las tiras listas por adelantando.
El concepto Macanudo surge de una decisión sociológica: “Yo buscaba una palabra optimista: empecé con la historieta en junio de 2002, cuando estaba todo mal; no como ahora que está todo bien, por suerte: no hay inflación, no hay guerra”, dice con ironía. Hacía menos de un año del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York y en el país habíamos tenido saqueos, muertos en las protestas sociales y cinco presidentes en una semana. “Todo era una oscuridad total. Cuando me dieron ese espacio pensé: ‘Mi manera de ser antiestablishment o punk es ir en contra del pesimismo general y tratar de ser optimista’. Le puse la palabra más positiva que se me ocurrió: macanudo, algo que siempre dice mi padre. Me gustaba, además, que sonaba a otra época. Y quise jugar con el look de los personajes, que usan sombreros y moñitos”.
Adorados por los lectores, Enriqueta, Fellini, Olga, Madariaga, los pingüinos, el conejo (alter ego de Liniers), el misterioso hombre de negro y los duendes, entre otros, los personajes pasaron del diario al formato libro en 2004, primero por Ediciones de la Flor, luego por La Editorial Común y, ahora, por el grupo Penguin Random House, que acaba de sacar el volumen 15 y lanzó la reedición de los anteriores.
Para Liniers, publicar por primera vez en De la Flor fue la gloria. Allí estaban reunidos sus ídolos y maestros: Quino, Caloi, Fontanarrosa, Maitena, Rep. “En esa época De la Flor era como el equipo del Barcelona, donde jugaban todos mis héroes”. En 2008, cuando junto con Angie decidieron fundar un sello para editar novela gráfica (La Editorial Común), los Macanudo cambiaron de camiseta. “Es un esfuerzo enorme sostener una editorial en este país. Todavía no entiendo eso de ‘país generoso’. Con lo difícil que es sostener un castillo de naipes en la Argentina porque todo el tiempo pasa algo que te sacude y te tira abajo las cartas. Macanudo pasó a Random porque sentí que a nosotros no nos daba la espalda para empujarlo”, aclara.
La Editorial Común continúa publicando historietas y novelas gráficas. Uno de los últimos lanzamientos es El fantasma del faro, el primer trabajo conjunto de Liniers y Angie, con la colaboración de Christian Argiz en la compleja tarea de colorear los dibujos. Dirigida a pequeños lectores, es una novela de misterio con fantasmas que tendrá tres volúmenes. La pareja ya trabaja en el segundo y planea el tercero.
“Salió primero acá en español, pero saldrá también en inglés por Amazon. La última historia de la trilogía transcurrirá en Buenos Aires”, revela Liniers y confiesa que, a pesar del entorno de ensueño en el que vive y trabaja en el pequeño pueblo de la costa este de Estados Unidos, a más de 400 kilómetros al norte de Nueva York, ya piensa en la vuelta.
“En el primero está insinuado sutilmente que las chicas son hijas de una madre argentina y un papá americano. Para el lector que presta mucha atención a los detalles hay un póster de la ciudad en algún lado, hay un libro de Mafalda y aparece Olga. El segundo libro es una historia de brujas y en el tercero habrá un viaje en el tiempo y queremos que aparezca Buenos Aires. Hay una especie de vuelta, muy despacito, como haremos en la vida real. Todavía no, pero quizás en algún momento volvamos”.
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