Liniers: "Ser político argentino me daría vergüenza"
Liniers, o Ricardo Siri, vive en un bosque de Vermont, Estados Unidos, con su familia, y da clases de dibujo en una universidad. Se reconoce como una mezcla entre Batman y Bruno Díaz. Dice que Liniers es el que se porta mal y Bruno es el perfecto, el tímido, el correcto. Esas dos personalidades le permiten inventar dibujos, historietas, tiras, hacer humor con el que el lector, según él, puede transformarse, hacerse más bueno, como a él lo hizo la Mafalda de Quino, su gurú absoluto. Sus trabajos como ilustrador y dibujante aparecen en afiches de películas y tapas para la prestigiosa revista The New Yorker. El historietista, conocido por ser el autor de Macanudo, tiene más de 30 libros editados, acaba de ganar el Oscar de los cómics y de presentar su último libro, Macanudo 14, en la Feria del libro.
- ¿Cómo empieza una idea, un dibujo, una historia?
- Trato de no ir siempre por el mismo camino, si no llegaría siempre a la misma dirección. En Macanudo cambio todo el tiempo de personajes, lo que busco a la mañana es que algo me tome de sorpresa, que me divierta algo que después pueda dibujar. A veces, la sorpresa está en la historia o en el dibujo o en el personaje. Si yo me sorprendo, el lector se va a sorprender.
- ¿Entonces, te sentás a trabajar todas las mañanas?
- Yo tenía la fantasía de esperar la musa y tomar cerveza, leía a Bukowski, quería ser ese artista que esperaba la inspiración. Resulta que hay que estar mucho tiempo sentado trabajando. Lo que la gente que conocés de nombre tiene en común, sea Bono o Cortázar, es el trabajo. El trabajo del historietista es estar mucho tiempo sentado, sin ese tiempo de trabajo, lo que hacés sale tosco. Debería parecer, natural como cuando lo ves bailando a Julio Bocca. Su cuerpo se tensa y sonríe, parece natural porque lo repite infinitas veces. En el arte no hay atajos.
- ¿Cómo te llevás con la soledad del dibujante?
- El dibujante, en general, tiene una niñez muy tímida, uno se vuelve dibujante en el colegio y cuando jugás al fútbol sos querido por tus pares. Eso nunca me pasó. Me quedaba en el recreo y dibujábamos historietas.
- Ahora que estás menos tímido hasta te subís a los escenarios de la mano de tu amigo y músico Kevin Johansen, acompañando la música con pintura en vivo, y girás por latinoamérica con un show de stand up ilustrado junto a tu amigo, el dibujante chileno Alberto Montt: ¿Subir al escenario a dibujar en vivo es una vivencia muy distinta a la de la soledad del dibujante?
- Hay una adrenalina y salen cosas que no harías solo. Cuando trabajás con alguien talentoso como Kevin (Johansen) vas a lugares que nunca llegarías, a lugares donde yo no iría. Hace poco hice un libro con un escritor mexicano que se llama Mario Bellatín, Bola Negra, y salió un libro que nunca hubiese dibujado, me metí en un mundo muy particular sobre un entomólogo japonés.
- En Estados Unidos viste a Trump llegar al poder: ¿Cómo fue eso?
- Estaba feliz de que iba a mostrarles a mis hijas a Obama y la idea de que habían elegido tan bien. Llegó Trump y todo se volvió oscuro. Es un personaje más oscuro de lo que nos imaginamos.
- ¿Cómo ves a la Argentina hacia las elecciones?
- Con preocupación, creo que la última vez que un político nos dio algo fue en el 83. La política argentina nos debe explicaciones. Ser político argentino me daría vergüenza.
- ¿Por qué te fuiste a vivir a Estados Unidos?
- Me convocó una universidad de historieta, algo que no existía, que se hizo con el dinero de Charles Schulz, el creador de Snoopy, con ese dinero armaron un máster en Fine arts. En dos años aprendés cosas que a mí me tomaron 20 aprender solo. Me invitaron a ser un profesor adjunto y, como era una gran movida, la convertimos en una aventura familiar.
- Estar ahí te ayudó a visibilizar tu trabajo y te llevó a ganar este premio Eisner, quizás el más prestigioso de la industria, por tu libro Good Night, Planet (Buenas Noches, Planeta). Es un cuento para chicos, primeros lectores: ¿De qué se trata este premio?
- Yo digo que el Oscar es el Eisner de las películas. Tengo la teoría de que aunque tengamos la sensación de que estamos todos conectados, creo que las cosas todavía te pasan donde estás, cuando vas a un lugar y te ven la cara. Es más confiable. Siempre que me tocó ir a un lugar y mostrar lo que hago lo ven más que si les mando un PDF.
- ¿Planeta es un personaje que se inspira en un peluche de tu hija?
- Sí, cuando llegamos a Estados Unidos fuimos a comprar juguetes, uno para cada una de mis tres hijas. Ema, la más chica, le puso como nombre Planeta a su peluche. Y con mi editora, Francoise Moully, mirando unos dibujos que le había llevado, vio una página en la que estaba dibujada Emma con Planeta, que se levantaba, buscaba una galleta y volvía a la cama. Ahí me dijo: 'El libro está acá, en esta página, ese es el libro'. Y gané todos los premios. Hay que darle bola a los editores.
- ¿Cómo la conociste?
- Ella es la mujer de mi ídolo absoluto en el mundo de la historieta, Art Spiegelman. En 2000 estuve en Nueva York y casi la llamo pero no me animé. Finalmente, siete años más tarde, ella descubrió a Enriqueta y me llamó para publicar. Francoise, además, es la editora artística del New Yorker y en una reunión me pidió que le entregue algunos bocetos para la revista. Casi colapso, pero le dije: 'Sí, claro'. Lo más increíble es que mis héroes se convirtieron en mis amigos.
- ¿Cómo es la búsqueda para encontrar el estilo?
- Tenés que confiar en la intuición. Hay algo que te dice: 'andá por acá' y muchas veces no lo entendés. Muchas veces me dicen que no entienden mis chistes y yo les digo: 'Yo tampoco'. Lo que empecé a hacer es dejar abierto el trabajo, dejar abierta la idea. Cuando dejás una idea abierta estás confiando en que el lector puede completarla. Yo confío en mis lectores. Uno crea sus espectadores según cómo les habla. Yo sé que mis lectores son buena gente.
- ¿Le pediste a tu mujer que se casara con vos en una historieta?
- Publiqué una historieta en la que aparecía yo y le preguntaba: '¿Te querés casar conmigo?'. No tenía plata para el anillo. Antes de que se despierte le hice el desayuno, le llevé el diario y le dije que lea el chiste de hoy. Cuando se estaba por dormir y vio su nombre me dijo que sí.
- ¿Cómo te sentís ahora que te comparan con tus maestros, como Quino?
- Quino para mi, en mi ideario, está entre los artistas como Bob Marley, Picasso o Los Beatles: que, si pudiste ver su obra, ya no sos el mismo, te transforma. Un libro de Quino humaniza.
- ¿No te tentó nunca hacer humor político?
- Hago chistes políticos, sobre temas políticos, pero no me interesan los políticos.
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