Liliana Villanueva: "La escritura es la sombra del lenguaje sobre el papel"
La arquitecta y periodista argentina, ganadora del Premio Casa de las Américas 2017 (categoría testimonial) y autora de Clases de Hebe Uhart, presenta un libro de relatos con su experiencia en Rusia
"No me considero periodista ni escritora. Soy arquitecta y construyo", dice a modo de presentación Liliana Villanueva al comenzar la entrevista en un bar de Belgrano, barrio donde vive una buena parte del año. El resto lo pasa en Berlín, ciudad en la que reside su hijo de 16 años, la misma edad que ella tenía cuando terminó el secundario y comenzó la universidad. Su padre, profesor de dibujo, falsificó su acta de nacimiento para inscribirla en la escuela un año antes de lo que correspondía, porque consideraba que el sistema educativo argentino no tenía buen nivel. Si bien se inquieta cuando un espacio no está bien usado, Villanueva no se ocupa de construcciones materiales, sino textuales. Su entrevista a la fallecida periodista y escritora uruguaya María Esther Gilio, Lloverá siempre, recibió hace dos semanas el premio Casa de las Américas en la categoría testimonial. Y en estos días se publicó Sombras rusas (Blatt&Ríos),con relatos sobre la vida y la cultura en Moscú, donde vivió cuatro años a fines de la década del noventa y donde trabajó como periodista para la agencia de noticias Deutsch Presse Agentur (DPA) y para Radio Francia Internacional (RFI). Blatt&Ríos también publicó el primer libro de Villanueva: Clases de Hebe Uhart, que recibió el premio del lector concedido por la Fundación El Libro, en 2015.
-Viviste en Berlín, Moscú, Montevideo y, desde que volviste al país, en 2000, pasás un tiempo en Buenos Aires y otro en Berlín.
-Hebe (Uhart) dice que soy nómade. Me ha pasado siempre de tener techo, pero no piso. Soy nómade, pero no porque yo lo quiera. Es la vida la que te lleva. Si perdés a tu mamá cuando sos chica y te llevan a una casa y después a otra y a otra, y no es tu opción... Nací en Palermo, me crié en Caballito y a los seis días de terminar arquitectura, cuando tenía 21 años, viajé a Alemania. Desde chica me quise ir, creo que fue porque mi madre estaba planeando irse, y eso tiene que ver con la dictadura.
-¿Ella murió por la explosión de una bomba en los años 70?
Prefiero no hablar de eso por ahora, porque son circunstancias que aún no están del todo claras. Yo quería ir a Inglaterra porque ya había estado allí y porque había estudiado inglés, pero no pude y estudié alemán y fui a Berlín. Allá hice el doctorado en arquitectura. Tenía un novio alemán con el que estuve 17 años. Él es periodista y lo nombraron corresponsal en Moscú.
-Allí comenzaste a hacer periodismo.
-Sí. En Berlín había trabajado como arquitecta y también dando clases. Fui a Moscú para hacer la tesis del doctorado de arquitectura (en plazas de influencia islámica en Persia y Asia Central), y sí, empecé casi por casualidad a escribir para el servicio español de DPA y después para la radio francesa. Me encantaría tener un lugar en el mundo donde yo sé que me voy a quedar con todos mis libros y con mi hijo. Más no quiero de la vida.
-¿Cuál sería ese lugar?
-Hay todo un tema ahí que tiene que ver con dónde uno se siente en casa. No tiene mucho que ver con el lugar ni con el país donde naciste, ni con la nación, ni con la bandera, ni con lo que dice tu pasaporte. Tiene que ver con la gente que querés. Te das cuenta de que tu patria son tus personas.
-Sombras rusas refleja experiencias de tu vida como periodista y como extranjera en Rusia. ¿Son crónicas de viaje?
-En el libro hay crónicas de viaje, pero ¿cuándo se acaba un viaje? Si te vas un mes es un viaje, pero si son cuatro años, ¿sigue siendo un viaje? ¿Cuándo es un viaje y cuándo es autobiografía? El género crónica de viaje está muy cerca de la autobiografía, es parte de tu vida. El género es crónica de viaje porque yo no soy el personaje principal. Me hubiese gustado que no estuviera mi yo. Tenía una primera versión sin el yo, pero no se entendía qué estaba haciendo en Rusia. Y ahora, en esta versión, me puse más yo.
-¿Por qué llamás sombras a esos relatos?
-Hay una frase árabe que dice que la escritura es la sombra del lenguaje sobre el papel. El lenguaje es más que la escritura, entonces la vida es mucho más de lo que uno puede expresar con palabras. Todo son como sombras.
-Sombras reales. No es ficción.
-Es que no hay un género ficción y uno no ficción, como se dice últimamente cuando se habla de crónica y de novela. Lloverá siempre, el libro sobre María Esther (Gilio), no es ni una cosa ni la otra. No es biografía porque yo elijo la primera persona de ella; tampoco es entrevista porque hay una construcción. No es crónica porque no estoy yo contando lo que veo. Y no es novela porque es todo real.
-Entonces, ¿qué es?
-Yo lo llamo transgénero, porque es un poco de todo. Roland Barthes decía que toda biografía es ficcional y toda ficción es biográfica. ¿No es fantástico?
-¿Cómo conociste a Gilio y cómo surgió el libro sobre su vida?
-La conocí en un bus viajando de Colonia a Montevideo en 2005. Nos hicimos amigas y en 2010 empezó a tener problemas de memoria. Yo viví un año en Uruguay y le propuse que me contara su vida, el detrás de escena de las entrevistas. La entrevisté todas las mañanas durante varios meses. ¡Ella decía que no le iba a interesar a nadie! En 2015 fui al taller literario de Damián Ríos, en Buenos Aires, con el proyecto de terminar las crónicas rusas y las 170 páginas que tenía hasta entonces se transformaron en 330. Damián Ríos vio dos de las entrevistas a María Esther y me dijo que ahí había un libro.
-El fallo del jurado de la Casa de las Américas dice que Lloverá siempre está escrito "con originalidad, sin preguntas, posee un atrapante lenguaje coloquial, abierto, sincero, y una voz única, cálida, con momentos conmovedores".
-Sobre todo se trata de la construcción de una voz y de darle estructura al relato de una vida, aunque esto suene espantosamente vanidoso. Es una larga charla de nueve horas (reales) que yo ubiqué en un día determinado cuando en Uruguay hubo un apagón histórico (que sucedió realmente, pero algún tiempo antes), está contada desde una sola voz, la de la protagonista. Si bien yo hago preguntas, éstas sólo se intuyen. La idea de escribir un texto dirigido a una segunda persona fue premeditada y la elegí luego de algunos intentos de entrevista del tipo pregunta-respuesta, que no funcionaron. Al releerlo yo como autora desaparezco y la protagonista le habla al lector.
-Gilio recibió también el premio Casa de las Américas, en 1970, cuando se creó la categoría testimonial, por La guerrilla tupamara. ¿Cómo tomás la coincidencia de recibir vos ahora ese premio con un libro sobre ella a cinco años de su muerte?
-Hay paralelos increíbles. Cuando murió, el 27 de agosto, me llamaron a la mañana para avisarme y yo había estado soñando con ella. Fue una pesadilla. Mi hijo me hizo dar cuenta de que ese mismo día había muerto mi padre unos años antes.
-Gilio fue muy amiga de Juan Carlos Onetti.
-Sí, y en el libro hay mucho sobre esa amistad. También se incluye una carta que él le mandó a Maria Esther y que hasta ahora es inédita.
-¿Por qué el título Lloverá siempre?
-En un principio yo quería titularlo La extensión del océano, porque María Esther solía decir que "el periodismo tiene la extensión de un océano y la profundidad de un charco". Pero no nos convencía y en un momento me vinieron a la mente estas dos palabras (lloverá siempre), que son con las que termina Onetti su último libro, Cuando ya no importe. A María Esther le gustaba mucho la lluvia y había ocurrido ese apagón histórico que en el texto coincide con el momento de nuestro diálogo. Eso es lo único que realmente no fue así. Todo lo demás son frases de ella. La frase de Onetti es: "La losa no protege totalmente de la lluvia y además, como ya fue escrito, lloverá siempre".