Fuego y lavandina. A eso apeló Liliana Maresca hace casi tres décadas para quitar los restos cadavéricos de las carcasas de ataúdes traídas desde el Cementerio de la Chacarita, cuyo olor apestó las salas del Centro Cultural Recoleta. Las piezas se exhibían sobre una alfombra roja, en una habitación pintada de dorado, como parte de una instalación que incluía música árabe y humo de incienso.
El velorio montado por la artista tres años antes de morir de sida, a los 43, no solo fue una denuncia a la guerra en el Golfo Pérsico. "Liliana parecía dar los últimos pasos en un proceso de transformación alquímica", señala María Gainza en el libro que acompañó la retrospectiva del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en 2017. "Wotan, rey de la guerra y Vulcano, rey del fuego -agrega en referencia al título de la obra-, aparecían ahora como el resultado más extremo al que se podía aspirar: el fuego permitiría finalmente la transmutación del alma hacia los estados superiores de la existencia. Liliana volvía a realizar su operación: lo negativo lo volvía positivo".
Ese don místico de una mujer apasionada que aspiró a ser monja contribuyó también a transformar la escena contracultural de los años 80. En su casa de San Telmo creó una ecléctica comunidad que se dispersaría tras su muerte. Amigos como Marcos López, Alejandro Kuropatwa y Adriana Miranda registraron performances que marcaron un hito en la historia del arte argentino; hoy integran la colección del Malba y la muestra Pensar todo de nuevo en la galería Rolf Art, que las exhibió en ARCO y Paris Photo.
¿Qué la mantiene tan actual? La unión es, según el curador Javier Villa, otro eje que atraviesa su trabajo. Con una mirada curiosa y abierta a la experimentación no solo hizo piezas con basura, ramas, oro y bronce; también concilió la sabiduría oriental con un espíritu salvaje que la llevó a provocar con su cuerpo desnudo. "Maresca se entrega todo destino", decía el mensaje que publicó junto a su número de teléfono y fotos en la revista erótica El Libertino, en 1993, como parte de una de sus acciones más famosas.
"Lega una forma de trabajo que tiene que ver con cómo pararse frente al arte, frente a la vida y a los otros, frente al contexto y al tiempo", escribe Villa sobre la artista en el catálogo del Moderno, y agrega que su obra "desafió ser solo un cúmulo de formas preservadas porque prefirió perdurar como una actitud y una potencia: irradiar la determinación de cambiar el mundo".
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