Libros políticos como “ladrillos”: ¿con qué títulos construyó Marta Minujín su monumental Big Ben?
Con 20.000 ejemplares de unos 150 títulos, la artista argentina hizo una réplica del emblemático edificio londinense que se “recuesta” en el Festival Internacional de Manchester
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Como en el mítico Partenón de los Libros, realizado en la avenida 9 de Julio de la ciudad de Buenos Aires en 1983 para celebrar el retorno de la democracia al país; la Torre de los Libros de Babel (en Plaza San Martín, 2011), el Ágora de la Paz (en Plaza Alemania, 2013) y El Partenón de los Libros Prohibidos en la Documenta de Kassel, en 2017, la nueva obra de Marta Minujín en Inglaterra también está hecha de libros. El Big Ben acostado con libros políticos, que se inaugura este jueves en el marco del Festival Internacional de Manchester, es una réplica de 42 metros de largo del edificio londinense, construida con 20.000 “ladrillos” hechos de papel, palabras y diversos sentidos. En épocas de revueltas populares, crisis políticas (como la ocasionada por el Brexit en Europa), pandemia y neoautoritarismos, la obra de Minujín adquiere, por los materiales elegidos, un significado profundo. Para la artista más destacada de la Argentina, la democracia sin libros no es democracia.
Como contó Minujín a LA NACION, debido a las restricciones sanitarias impuestas en Inglaterra no pudo viajar a la ciudad que fue epicentro de la II Revolución Industrial en el siglo XIX y debió dirigir el montaje de la obra a distancia, Atlántico mediante. Los ejemplares del Big Ben recostado fueron reunidos por diversas entidades, entre otras, la Universidad de Manchester. Son 150 títulos en inglés, entre los que se incluyen clásicos de la literatura universal, como Oliver Twist, de Charles Dickens; Rebelión en la granja, de George Orwell, y Mil soles espléndidos, de Khaled Hosseini, y ensayos políticos como La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Frederich Engels (que residió en Manchester durante dos años en la década de 1840), y el flamante La era del capitalismo de la vigilancia: La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder, de la estadounidense Shosana Zuboff.
Otros libros aluden a los conflictos entre Londres y Manchester, como el estudio The General Strike of 1842, de Mick Jenkins, que documenta las históricas huelgas que involucraron a más de medio millón de trabajadores; The People: the Rise and Fall of the Working Class 1910–2010, de la historiadora inglesa Selina Todd, y la novela The Manchester Man, de Isabella Banks, publicada en 1876 y donde se representa la masacre de Peterloo. La democracia, parece insinuar la obra de Minujín, no solo se hizo con libros sino también con sangre. Fueron seleccionados, además, ejemplares de la “biblia” de la historia social inglesa: La formación de la clase obrera en Inglaterra, del historiador inglés E. P. Thompson.
El feminismo está presente en el Big Ben acostado con libros políticos. Entre otros se destacan The Suffragette Movement, de Sylvia Pankhurst, activista y una de las principales dirigentes del movimiento sufragista en el Reino Unido en el siglo pasado; It’s Not About The Burqa, antología de ensayos de mujeres musulmanas que han sido víctimas del racismo, la misoginia y la homofobia, y Todos deberíamos ser feministas, de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichi. Títulos anticolonialistas -en el corazón de lo que fue el Imperio británico- aparecen en la obra minujiniana, entre otros, Abolition! The Struggle to Abolish Slavery in the British Colonies, del británico Richard S. Reddie, y Manchester Happened, de la novelista ugandesa Jennifer Nansubuga Makumb.
Como no podía ser de otro modo, figuran en el catálago del Big Ben acostado algunos títulos referidos estrictamente a la actualidad británica, como Why we Get the Wrong Politicians, de la periodista Isabel Hardman; Brexit: How Britain left Europe, del laborista Denis MacShane, y The Road to Somewhere: The Populist Revolt and the Future of Politics, del periodista David Goodhart. Para felicidad de los lectores manchesterianos, los libros se repartirán entre el público al finalizar el festival. La obra de Minujín siempre da la hora.