A algunos chicos les gusta más dibujar. A otros, escribir. Pero a todos, absolutamente a todos, les gusta encontrarse. Y entonces, en plena pandemia, la periodista y escritora Cristina Macjus lanzó la gran propuesta: talleres virtuales de libros plegables. Espacios inventados a través de Google Meet, donde grupos de no más de cinco chicos confluyen para saludarse, contar cómo les va, dar rienda suelta a sueños, inquietudes e imaginaciones varias, y plasmar todo eso en pequeños libros de papel.
"Al principio no había librerías –cuenta Macjus–, así que nos arreglábamos con hojas A4 que hubiera en la casa. Y con los marcadores, lápices o papeles que tuvieran a mano".
La propuesta fue exitosa, y no solo por las maravillas que, en la senda del libro objeto, fueron saliendo del taller: castillitos de papel para cuentos con héroes y caballeros, casas con ventanitas plegables, ciudades "anticuarentena" y atentas talleristas enfundadas en su pijama de unicornio. Fue un éxito, porque además de inventar historias, dibujarlas y convertirlas en coloridos libros artesanales, los chicos se armaron un espacio personal, invitaron a sus amigos y recrearon, a contramano del encierro, una zona de juego, un recreo distinto.
"Con la cuarentena, los chicos perdieron espacios propios –explica Macjus–. Y un taller, incluso si es virtual, les ofrece algo así." Les ofrece, también, el orgullo de estampar su nombre en la tapa del libro. Y la alegría de saberse parte de un mundo de palabras que seguirá estando cuando el virus no esté.
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