Libros para chicos hechos por chicos
Cuentos, poemas, versiones de relatos clásicos, diccionarios con palabras inventadas y modismos regionales, enciclopedias ilustradas con definiciones creadas por chicos "con pajaritos en la cabeza": los autores son alumnos del taller Azul de Salta y tienen entre 4 y 14 años. Desde 1995, este espacio creativo de arte y literatura lleva publicados 21 libros que se distribuyen por todo el país. Son libros para chicos escritos por chicos con historias, frases y dibujos que sorprenden a los grandes.
"Basura: algo que es un asco y no se come", explica Constantina, de 4 años, en el diccionario "triciclopédico" El pequeño ilustrado 2, editado por el sello Laralazul del taller que fundó la artista Silvia Katz hace 30 años. "Aburreniños: es algo que se crea el día que comienzan las clases de todos los niños del mundo y también se lo llama tarea. Cuando un niño lo ve, se queda dormido", escribió Kiara Morales Sánchez, de 9 años, en Invencionario, de edición reciente.
De otros proyectos autogestivos con fines sociales y culturales surgieron también otros grandes libros que reúnen creaciones de chicos en distintos soportes. PH15 es un libro de fotografías tomadas por niños y adolescentes de Ciudad Oculta entre 2000 y 2015, que se vende en librerías. "PH15 es una organización que existe desde 2000 y brinda talleres de fotografía para chicos en situación de riesgo social. Nació por iniciativa de un grupo de habitantes de Ciudad Oculta –contó Moira Rubio Brennan, directora de la fundación–. El libro salió en 2015 con la idea de celebrar nuestros primeros 15 años de historia. Realizamos una gran exposición en la planta baja del Palais de Glace y, a través de una campaña de financiamiento colectivo, logramos recaudar el dinero para imprimir el libro que hoy, además de sacar a la luz las historias de los chicos de Ciudad Oculta, colabora con el financiamiento de nuestras actividades y permite que otros chicos y chicas puedan retratar su propia forma de ver el mundo".
Mine y el tiempo. Una aventura puede comenzar en tu ventana, publicado en mayo por Ediciones Cosas Invisibles, nació del taller Filosofía entre Cuentos, que dictan la psicóloga Romina Gianfelici y la doctora en Filosofía María Belén Campero en Rosario. Ilustrado por Fabricio Caiazza, es el primero de una serie que cuenta con el apoyo de Industrias Culturales de Espacio Santafesino. Los 500 ejemplares se venden en la provincia de Santa Fe y en la librería virtual Bimbam. Es el primer material publicado a nivel local para invitar a los chicos a filosofar con preguntas abiertas y desafiantes sobre el paso del tiempo. Como muestra, va una definición de un pequeño filósofo: "El tiempo se recupera yendo en bicicleta muy pero muy rápido".
"La literatura reúne varios de nuestros propósitos: lecturas, filosofía y horizontalidad para trabajar con chicos. Así nació nuestro primer taller: Filosofía entre Cuentos. Queríamos que fuesen gratuitos y en bibliotecas populares, que chicas y chicos tuvieran la oportunidad de pararse frente a una biblioteca, elegir qué leer, llevarlo a casa, devolverlo, queríamos habitar las bibliotecas de otras formas. Y lo pudimos hacer, por entonces en la Biblioteca Argentina Juan Álvarez, de Rosario, que nos abrió las puertas y nos brindó ese espacio para la creación y exploración de lo que para nosotras era nuevo", recordaron Gianfelici y Campero, que comenzaron el proyecto en 2014.
Continúan: "En ese marco nos pasaron muchas cosas lindas, nos arriesgamos a convocar a un grupo heterogéneo en edades, y fue mágico ver a las niñas y los niños de once y doce años escuchar con atención y paciencia las opiniones de los más chicos sobre temas como el amor, los regalos, los sueños, la magia, la imaginación. Así, tomamos dimensión de la diferencia que hay entre una conversación filosófica, en ronda, y la charla común con otra disposición. Supimos de la importancia de usar múltiples recursos, de salirnos de la planificación sin frustración y del valor del vínculo amoroso en cualquier producción".
El proyecto fue sumando otros recursos como los Cubos aventureros, un juego de dados para contar historias. "Y el proyecto editorial en el que se enmarca la publicación de Mine y el tiempo. Una aventura puede comenzar en tu ventana, una obra que se inscribe simultáneamente en el género del cuento infantil ilustrado y en el relato propicio para filosofar con niños y niñas", acotaron las especialistas. "Nosotras buscamos religar la filosofía con la vida y la cotidianidad, propiciar oportunidades de encuentro, promover inquietudes filosóficas y el placer de la lectura, estimular el ejercicio de hacer preguntas, fomentar el pensamiento crítico y reivindicar el valor de la palabra. Queremos estar cerca de las lectoras y los lectores, invitar a las familias a darse tiempo para leer juntos y para conversar".
Otro enorme proyecto producido por chicos y dirigido a chicos es Guardianes de la cultura, de Pequeños Grandes Mundos, de los ilustradores y maestros itinerantes Ivanke (Iván Kerner) y Mey Clerici. "Durante dos años recorrimos 32 países de América, Asia, África y Europa creando espacios de creación artística gratuitos en escuelas, orfanatos, hospitales, bibliotecas, centros culturales, museos –contó Ivanke–. Desde marzo de 2017, con el apoyo de Unicef Argentina y el Fondo Nacional de las Artes, llevamos adelante Pequeños Grandes Mundos Argentina en escuelas primarias rurales de todo el país. La propuesta de nuestros talleres siempre está vinculada con la identidad y la idiosincracia de cada cultura, con el arte como medio de expresión y comunicación".
Ivanke y Mey pasaron una semana en cada escuela trabajando y conviviendo con los chicos. "Hicimos varias actividades pero la principal fue la creación de un cuento, una historia sobre la comunidad. Fueron creadas en forma oral y grupal por los alumnos. Cada historia tiene un protagonista que llamamos ‘Guardián de la Cultura’. Los personajes fueron construidos con maderas, piedras, semillas y demás elementos del entorno. También hicieron ilustraciones que, junto con las fotos de las esculturas y el texto, dieron cuerpo a un libro. Lo diseñamos, imprimimos y encuadernamos artesanalmente. Una copia quedó en cada escuela y otro igual fue de regalo a la escuela siguiente. El conjunto del material (un libro por provincia) es un registro poderoso y significativo de la cultura de estos chicos, que los hace visibles y da cuenta de sus infancias, tan distintas y tan ricas. Dos de los 23 libros son bilingües, ya que se hicieron en una escuela guaraní de Misiones y en una de la comunidad Pilagá en Formosa", agregó el ilustrador.
Ahora, los fundadores de Pequeños Grandes Mundos buscan apoyo económico para imprimir un solo libro que reúna los 23 guardianes de la cultura. Su deseo es distribuirlo en forma gratuita en la mayor cantidad posible de escuelas del país.
Los libros generados y editados por el Taller Azul de Salta se consiguen en las librerías de todo el país porque los distribuye Calibroscopio. "Las artes visuales se enriquecieron con literatura, títeres y música, y la aventura con la palabra impresa comenzó cuando sentí la necesidad de rescatar los maravillosos cuentos que se inventaban e ilustraban en cada encuentro. La idea de dejar registrado este trabajo nos llevó a publicar un primer libro y a crear nuestra editorial. Y hoy tenemos una familia numerosa, de 21 hijos y uno en camino –explicó Katz–. Los primeros proyectos que se convirtieron en libros fueron cuentos ilustrados, una suerte de antologías temáticas con dibujos en blanco y negro, cuyos temas fueron propuestos y elegidos en votación por los mismos chicos. Los cuentos están ordenados por edades de los autores. con la idea de mostrar el desarrollo del pensamiento infantil".
Como dice Katz, el proyecto literario del Taller Azul se propone "recuperar la voz y la mirada de los chicos, sus pensamientos y sus deseos, y hacer que tengan un espacio en el mundo legitimado culturalmente por las voces de los adultos. Darles la palabra, convertirlos en autores, es también dejarnos cuestionar en cuanto padres y maestros. Es un aprendizaje. Los chicos tienen mucho para decir, y sus producciones, muchas veces subestimadas, son tan válidas como las de los mayores porque los niños son creadores y productores de sentido, de belleza y de verdad. Porque cuando ellos se expresan, lo hacen sin condicionamientos, sin tapujos, sin especulaciones. Solo hay que darles la oportunidad y la libertad".
Los que tengan alguna duda lean, por favor, este verso del libro Rima que arrima, escrito por Nicolás, de 11 años: "Mi papá es cariñosito/ mi mamá también/ mi hermano, molestoso/ y yo no me porto bien".