Es lunes por la tarde y en San Telmo hace un calor sofocante. Leticia Sala, de 29 años, avanza por los pasillos del hotel boutique en el que está parando con una frescura envidiable. La camisa blanca oversize que lleva puesta aviva el rubio cobrizo de su pelo y sus pálidos ojos celestes. Tiene, además, unas zapatillas grises que cubren adrede los pies que tanto odia mostrar. Su simpatía no se condice con la imagen de "chica emo" que su Instagram suele reflejar. Dice que, si no sonríe para las fotos, es porque no le parece razonable hacerlo.
La española nacida en Barcelona vino a Buenos Aires a presentar su primer libro: Scrolling after sex (está escrito en español). Allí compiló casi todo lo que escribió hasta ahora: poemas sobre la vida cotidiana, frases sobre sus pensamientos más crudos, listas de cosas que la ponen triste, fotos de su novio Pau y su perra Greta y hasta capturas de pantalla de su celular. A través de las 300 páginas la autora recorre sus pensamientos sobre absolutamente todo.
Scrolling after sex intenta retratar el momento en que una persona, después de haber tenido sexo, comienza a "scrollear" en las redes sociales. "Es el sarcasmo y a la vez la tristeza de ese momento, cuando en verdad lo bonito es estar con esa persona que está ahí contigo. Mi intención no era hacer una oda al scrolling after sex en sí, pero sí situarte en ese momento", dice Leticia.
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La originalidad de su obra, en la que abundan las fotos y las páginas de diversa textura, ha llevado a algunos europeos a señalar a Leticia como parte del nacimiento de una nueva voz literaria. La abogada, devenida en escritora, colabora además con las letras de las canciones de la joven cantante catalana Rosalía (por ejemplo en la canción Bagdad), quien se posiciona como un nuevo fenómeno pop mundial. También escribe para Vogue España y Vogue internacional, donde publica frases y poemas en Instagram, además de algunos artículos.
Leticia comenzó a escribir a los 9 años. Recuerda haber anotado cuanto pensamiento y ocurrencia se le pasaba por la cabeza. "Escribía cosas como que la felicidad estaba en los detalles", dice. Esas frases se asemejan a los poemas que escribe actualmente y que están atravesados por un tinte millennial. "¿Cuántas veces subimos stories que están pensadas para que las vea una sola persona?", se pregunta Leticia en una página del libro.
Un salto al vacío
La escritora es, antes que eso, abogada. Cuenta que cuando era chica las injusticias le daban ganas de llorar y que fue eso lo que la acercó a estudiar Derecho. Creía que ese sentimiento, "quizás un poco cursi" -aclara-, la ayudaría a encontrar su lugar en el plano laboral. La incursión en la abogacía hizo que la vuelta hacia las letras fuera mucho más dificultosa, pero admite que valió la pena.
Unos siete años atrás acababa de recibirse de licenciada en Derecho. Primero hizo un intercambio en China, luego aplicó a una pasantía en la ONU de Nueva York. La mudanza a Manhattan ocurrió en 2012, tenía 22 años. Al principio vivía en Kips bay, luego se mudó a Brooklyn, donde permaneció un año y medio. "Son de esas experiencias que te abren la mente a niveles muy fuertes", cuenta. Pero al cabo de dos años el mandato profesional la llamó. "Desde España me decían: ‘Ojo, no pierdas trenes, porque si estás mucho tiempo fuera luego quizás no van a querer tomarte en un despacho de abogados’".
Por aquel entonces vivir de la escritura no era una meta. Decidió volver a Barcelona y entró a la multinacional Ernst and Young. "Cometí el error de especializarme en derecho laboral; yo ayudaba a empresas a despedir a trabajadores al mínimo precio. Fue la época menos estimulante de mi vida, estuve ahí dos años. Llega un momento en que esta vibración que uno siente por dentro [en referencia a la escritura] se mueve mucho, y si no le das de comer, está muy apagada y muy triste. Así me sentía", dice.
La frustración de verse inmersa en un trabajo que no disfrutaba la acercaron al abismo, y decidió lanzarse. "Tomé una decisión que fue muy visceral: dejar el trabajo y ponerme a escribir. Ahora lo veo y digo: ‘¡Madre mía, cómo pude!’. Fue un salto al vacío". Poco antes de eso había aplicado a un máster en derechos humanos en la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde la tasa de alumnos admitidos es muy inferior a la de los que aplican. Leticia fue admitida y rechazó la propuesta. Su vocación por las letras fue más fuerte que cualquier universidad de elite.
Con ahorros, el primer paso fue hacer un máster en Periodismo cultural en su ciudad natal. "Quería encontrar una forma de escribir que además me permitiera ganar algo de dinero, no tenía ningún amigo ni familiar escritor, todo lo que me decían era que un escritor se moría de hambre. Pero principalmente era una búsqueda para estar un poco en paz conmigo misma", continúa. En paralelo, además, comenzó una pasantía en una editorial, en la que luego quedó contratada. Al poco tiempo, sin embargo, no pudieron renovarle el contrato por falta de fondos. "Ahí sí que me quedé en casa un poco triste, pero también un poco inquieta. Pensaba: ‘¡Ostras!, he hecho todo el salto al vacío y finalmente no estoy haciendo nada’".
Un abismo no tan profundo
La española tiene unas cuatro mil notas en su Iphone. Fueron esas frases las que empezó a compartir de a poco en su cuenta de Instagram. "Hacía capturas de pantalla y las subía, las veían mis 200 seguidores y puse mi Instagram público para ver qué pasaba. Alguna gente empezó a compartir mis escritos, otra me dejaba de seguir... Al cabo de tres o cuatro meses el editor [Luis Cerveró] de la editorial Terranova comenzó a seguirme, lo que me hizo mucha ilusión", cuenta.
Dice que fue un Sant Jordi, el día festivo donde en Barcelona se estila intercambiar rosas por libros, cuando Cerveró la contactó para hacerle una propuesta. "Quedamos en una cafetería y me dijo que le gustaba mucho lo que escribía y que quería sacar un libro. Yo literalmente me pellizqué. Pensé: ‘¡No me lo creo!’ Porque con todo lo que había pasado... y en mi vida profesional nunca había estado completamente satisfecha con nada, es decir, dando lo mejor de mí". El editor le dio "carta libre" para que hiciera lo que quisiera.
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Scrolling... es un autorretrato y también una autoficción. Leticia utiliza nombres como Lucía y Olivia cuando quiere darle a entender al lector que lo que está contando en esa página tiene condimentos de ficción. "Esos son mis álter egos, es mi forma de no mentirle al lector, de decirle: ‘Oye, esta soy yo, pero no soy yo’", explica.
Hay quienes dicen que el Instagram es ese lugar donde los normales aparentan ser raros y donde los raros aparentan ser normales. Leticia dice que pertenece al segundo grupo.
- La presentación del libro es mañana, lunes 26 de noviembre, a las 19, en la librería Eterna Cadencia (Honduras 5582, esquina Fitz Roy, Parlermo Hollywood). La entrada es gratuita y no requiere inscripción previa.
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