Leonor Acuña: "Todos hemos pasado una situación de sufrimiento lingüístico"
La flamante directora del Instituto Nacional de Antropología llama la atención sobre los desafíos de proteger el "patrimonio intangible"
Este año Leonor Acuña fue elegida por concurso directora del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Inapl), organismo que depende del Ministerio de Cultura de la Nación. Es una docente respetada e investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en donde fue vicedecana y secretaria académica. El Inapl alberga una biblioteca, que se inició con la donación del folklorólogo Augusto Raúl Cortazar; distintos departamentos de investigación, y, en la planta baja de 3 de Febrero 1378, el Museo Nacional del Hombre. Además de la muestra permanente, se inauguró Objetos poderosos, muestra temporaria con talismanes y estatuillas religiosas de distintos pueblos latinoamericanos.
Acuña fue vicedirectora y directora del Laboratorio de Idiomas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA entre 1991 y 2000. Allí desarrolló el área de enseñanza del español como lengua segunda y extranjera, y creó y dirigió el programa de capacitación en enseñanza del español como lengua segunda y extranjera, para la formación de profesores de español como lengua extranjera, que recibe a cientos de inmigrantes, refugiados políticos y estudiantes.
¿Está muy desprotegido el patrimonio cultural?
-Es difícil contestar eso. Los sitios arqueológicos y de arte rupestre son fuertemente vandalizados. Todos los investigadores vienen con la preocupación de los grafitis. En la Cueva de las Manos, en Santa Cruz, algunos grafitis atraviesan los dibujos. También pasa en otras provincias. A veces, como son lugares de paseo, algunos van y usan parte de las piedras para apoyar la parrilla y hacer un asado, por ejemplo. O lo típico: sacar una piedra y llevársela a casa. Pasa en todas partes donde hay sitios con arte.
-¿Hay políticas para prevenir los riesgos?
-La idea de los museos, la educación en escuelas, las leyes, las declaratorias sobre qué es patrimonio son políticas importantes. Primero hay que determinar qué es lo que está en riesgo. Yo como investigadora tiendo a ver qué es lo que me preocupa: si hay una "lengua en riesgo", ¿me preocupa la lengua o el hablante? Desde el punto de vista de la lengua, podría llegar a aceptar que el latín no se murió y que en realidad se transformó en las lenguas que siguieron después. Desde el punto de vista del hablante, uno se preocupa por qué es lo que le pasa en situaciones donde la lengua que habla no es la que se espera de él y, por lo tanto, es reprimido, corregido o ninguneado. Ahí se maneja el concepto de sufrimiento lingüístico. Todos en algún momento de nuestra vida hemos pasado una situación en la que la lengua que hablamos nos impide cumplir o decir algo. Los indígenas no lo pasan tan bien en el contexto escolar; no siempre consiguen las mismas posibilidades de trabajo; aunque hayan terminado la escuela, no es fácil manejarse en un ámbito universitario. Su lengua pueden hablarla con la propia comunidad, pero al salir de ese ámbito se complica.
-¿El Estado puede hacer algo para atenuar el sufrimiento lingüístico?
-Sí, sobre todo en la educación. Solamente el Estado puede planificar las lenguas y la educación. Ciertos hablantes podemos resistirnos a las políticas lingüísticas y hasta tener éxito. Lo que no podemos hacer los difusores de la lengua es tener la iniciativa propia de poner eso en marcha sin que los organismos del Estado lo apoyen. Se puede proteger a los hablantes, poniéndose en un lugar en el que se le da prestigio a la lengua, incluyendo esa lengua como parte de las enseñanzas escolares. Si en un país en el que se hablan, como en la Argentina, más de doce lenguas indígenas los docentes al formarse tuvieran un nivel de una de ellas, eso sería un cambio notable en la valoración de la lengua y también sería fructífero para el chico.