Leandro Erlich: "No es magia, ni tampoco es ilusión, ¡es arte!"
Maestro del artificio visual, el artista argentino hará hoy una intervención en el Obelisco y cambiará la postal de Buenos Aires; además instalará La democracia del símbolo, su primer site specific en la Argentina, en la explanada de Malba
Tocar el cielo con las manos. Algo así siente Leandro Erlich que ocurrirá hoy, a partir de las 15, cuando concrete un sueño y escriba la segunda parte de una historia que comenzó cuando tenía 21 años, una beca de Antorchas y quería construir un obelisco de acero en La Boca. Entonces pretendía desafiar la unicidad del ícono, y, al duplicarlo, obligar a la pregunta: ¿En cuál Obelisco nos encontramos?
Algo de esto pasará esta tarde. Por ahora, el secreto envuelve la operación que comenzará en el centro porteño y seguirá en el Malba, cuando se cumplen 14 años de su fundación, un 21 de septiembre, en los prolegómenos de las turbulencias de 2001.
Erlich ha imaginado una pieza de participación colectiva en dos actos. La sorpresa es parte de la obra y una estrategia con la que el artista nacido en 1973 establece guiños cómplices con el espectador, porque quiera o no está obligado a desmontar el truco de la ilusión y convertirse en cómplice del creador. El trompe l'oeil (engaña ojo) resulta un artificio de seducción irresistible que lo ha convertido en un argentino universal, el más internacional y demandado de la última década. Desde Shanghai hasta Nantes, desde Seúl hasta La Habana, sus obras se exhiben en los principales museos del mundo, integran colecciones públicas y privadas, y tiene por lo menos seis galerías que lo representan urbi et orbi.
El taller de Villa Crespo es un espacio inmenso con un árbol al fondo y el sol de primavera que atraviesa sin tamices el corazón de la máquina creativa: una línea de computadoras y una mesa inmensa de pinotea rodeada de ocho sillas blancas de buen diseño. En el hangar del arte guarda un Falcon vintage color beige y piezas de su producción, en escala o tamaño natural. Muchas son archiconocidas, como la foto gigante exhibida en la Usina del Arte, que reproduce la fachada de una casa de barrio y gente colgada de las ventanas, ilusión provocada por un espejo del mismo tamaño de la foto que está ubicado en el piso. O la nube atrapada en una caja de vidrio, una de sus piezas más poéticas; más los cambiadores de espejos, el gabinete del psicoanalista, el ascensor, la ventana de la tormenta... y la lista sigue.
"Me interesa cuestionar lo real y el orden establecido, abrir una ventana a otro horizonte. Crear juegos ópticos, espejos, laberintos a partir de cosas muy comunes como puertas, fachadas, casas. Que nada sea lo que parece ser me convierte en el hombre más optimista del mundo", dice con sonrisa de ojos azules.
Nómade por naturaleza, tras un paso rápido por la Escuela Pueyrredón viajó a Houston con una beca, vivió en Nueva York y vive en la mansa quietud de Montevideo, del otro lado del espejo, en la otra orilla de la inmensa pampa de agua que es el Río de la Plata. Esa cercana lejanía parece gustarle.
La semana que viene volará a París para instalar un site specific en la Gare du Nord en sintonía con la celebración de la Nuit Blanche, inspiradora de nuestra Noche de los Museos. La obra será el prólogo de la cumbre de cambio climático que tendrá a París como sede el próximo noviembre. Es una casa que se derrite, alerta rojo del efecto invernadero. Se llama Maison fond, casa fundida; al pronunciar el nombre en francés suena igual que mes enfants, mis niños, y esta vez el juego se vuelve fonético. Sus niños son Iara (9) y Romeo (5), su mujer es la artista Luna Paiva y juntos forman una suerte de equipo con las valijas listas.
Leandro Erlich, de 42 años, trazó una línea divisoria en su carrera cuando en 2001 mostró en la Bienal de Venecia una piscina por la que se podía caminar. Un juego óptico realizado con virtuosismo. Apenas unos centímetros de agua y una puerta lateral para entrar en la piscina. Fue seleccionado por la curadora Irma Arestizábal y terminó de pintar la piscina con la ayuda de Andrés Duprat, entonces asistente de la curadora y hoy director del Museo Nacional de Bellas Artes. Vueltas de la vida.
Con lo ojos fijos en el teléfono móvil, Leandro registra detalles del operativo Obelisco que ya está en marcha. El video tomado por Luna muestra una gigantesca grúa de 70 metros que se acerca al lugar del hecho. Tantos metros como el monumento proyectado por Alberto Prebisch por encargo del intendente de Vedia y Mitre, inaugurado en 1936 para celebrar los 400 años de la primera fundación de Buenos Aires.
Como Horacio Coppola, Grete Stern, Leandro Katz y Marta Minujín, Erlich quiere intervenir en el ícono. Esa mole silenciosa de 67 metros tiene 206 escalones en su interior, pesa 170 toneladas y es la postal de Buenos Aires.
¿Artista conceptual, mago o ilusionista? Frente a las obras de Erlich el espectador debe rendirse ante la evidencia: lo que ve no es lo que ve, le toca descubrir el truco si quiere entrar en el juego. "Tengo una relación ambigua con respecto a la magia, porque no le ofrece al espectador un carácter interpretativo; es simplemente eso, un truco. En mis trabajos la ilusión es un disparador que genera sorpresa y ésta actúa como despertador. Después el truco se devela y deja de ser importante; entonces, llega la interpretación. La gente se engancha en la experiencia porque puede reconocer cómo están hechas las cosas y así la obra se transforma en un escenario de participación sin manual de uso".
Dicen que en Japón lo veneran y la gente lo para por la calle para pedirle un autógrafo. Leandro admite sin falsa modestia que sus ilusiones hablan un lenguaje universal. "Me gusta el aspecto polisémico de un trabajo que está abierto a múltiples lecturas y experiencias. La ciencia necesita certezas, el arte no". En ese juego de asociaciones nacieron la torre que se vio en el Reina Sofía, o la casa en mudanza creada para la ciudad de Nantes.
"No tengo un método de trabajo. Sí algunas obsesiones que se repiten, como la duplicidad, los espejos, las ventanas y mirar, pero no con la actitud del voyeur, sino simplemente mirar y mirar a los otros. Me gusta pensar que la obra es un lugar de encuentro, de intercambios, como pasa en Centquatre, de París, un centro cultural multidisplinario que está transformando, gracias al arte, una zona marginal de la ciudad."
Juegos ópticos, carrera sólida
Leandro Erlich
Artista visual
Edad: 42 años
Origen: Argentina
Saltó a la fama en 2001, cuando mostró en la Bienal de Venecia una piscina por la que se podía caminar. Volvió allí en 2005
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