Laura Esquivel: “Es momento de reconectar con las utopías para reconstruir el mundo”
La escritora mexicana, autora del best seller “Como agua para chocolate”, publicó un libro de memorias sociales producto del tiempo de encierro durante la pandemia; “Lo que yo vi” es una especie de diario que incluye fotografías, postales, cartas y música
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Por entregas, al estilo de los antiguos folletines románticos o de aventuras, apoyada por el aporte económico de un grupo de mecenas con intereses culturales a través de una plataforma digital de crowdfunding: así nacieron los trece relatos que escribió Laura Esquivel durante la pandemia, en los meses más duros del encierro, cuando el mundo había cesado su actividad al mínimo y solo había incertidumbre. Casi dos años después, las memorias sociales de la escritora mexicana, actual embajadora de su país en Brasil, fueron reunidos en el libro Lo que yo vi, publicado este mes por el sello Suma de Letras.
“Así como muchos redescubrieron la cocina y otros se pusieron a ordenar todos los rincones de sus casas, un día yo abrí el cajón de los recuerdos, donde guardo fotografías de la infancia, recetas heredadas de mi abuela, discos, postales, cartas. Y surgió este proyecto: son mis memorias, pero representan a toda una comunidad, a una generación que se equivocó al apostar por un sistema que atenta contra lo que comemos y lo que respiramos”, dijo desde Brasilia la autora del best seller Como agua para chocolate a un grupo de periodistas hispanos durante la presentación virtual de este libro que trae códigos QR para que los lectores puedan escuchar la banda sonora que propone la autora.
Con la música como hilo conductor de los relatos, el proyecto de escritura pandémica fue tomando forma. “Mi compromiso con los mecenas fue entregar una historia por mes, con un audio narrado por mí y un video con lenguaje de señas para que fuera accesible a todos”, contó Esquivel, que mantuvo las entregas durante trece meses. “Cuando pasaron trece lunas, decidí darlo por terminado. Si bien no lo hice para publicar, luego vi que tenía sentido. Aunque, claro, no todos los editores apostaron por este libro”.
Uno de los que le tuvieron fe al diario personal y social de Esquivel fue David García Escamilla, director editorial y comercial de la sección Infantil y Juvenil de Penguin Random House México, que trabaja con la escritora desde los años de Como agua para chocolate y define Lo que yo vi como “un objeto artístico”.
A diferencia de la tan mentada y controvertida literatura del yo, que da vueltas sobre un mismo eje como los perros cuando intentar morderse la cola, en este libro Esquivel parte de un “yo” memorioso para llegar a un “nosotros” global: de sus recuerdos familiares y de la infancia a sus experiencias y aprendizajes en la búsqueda del bienestar, de una vida menos apegada al consumo desaforado y más cerca de lo natural y espiritual.
Dice en el inicio: “Hace 72 años abrí mis ojos por primera vez. Desde entonces el mundo no ha dejado de sorprenderme. En mi memoria cuento con un archivo fotográfico bastante amplio y recurro a él con frecuencia. Sobre todo ahora que he pasado tantos meses de confinamiento buscando respuestas. Si el sentido de la historia es la búsqueda del bien común, ¿en qué momento empezamos a interesarnos por el beneficio individual en vez del colectivo? ¿En qué momento aceptamos el discurso de la riqueza como el camino a seguir? ¿En qué momento el miedo comenzó a dictar nuestro comportamiento? Estoy consciente de que el mundo visible tiene su origen en el invisible. El mundo exterior es un reflejo de la manera en que pensamos, de la manera en que imaginamos, de la manera en que soñamos y, por qué no, de la manera en que amamos. Todos hemos participado en el sostenimiento de un modelo que ahora se nos presenta como obsoleto. Muchas de las cosas que antes de la pandemia funcionaban ya no lo harán. El mundo ya cambió. Mi forma de verlo también”.
Los trece capítulos llevan títulos que remiten al pasado: “Cuando no había plástico”, “Cuando no había noticiero”, “Cuando no había ruido”, “Cuando el Sputnik no era vacuna” son algunas de las frases que dan pie a cada relato en los que se propuso “rescatar de entre esos pequeños fragmentos de vida vivida el anhelo de toda una comunidad que quiso construir un mundo mejor”.
Ante la pregunta sobre si el viaje por la memoria le resultó alegre o nostálgico, Esquivel no dudó ni un segundo: “Fue alegre, pero hubo ocasiones en las que terminaba de escribir y me largaba a llorar. La nostalgia es una forma de búsqueda interna para encontrar lo que hemos perdido. Yo tengo nostalgia de sabores, de presencias, de sonidos. Creo en utilizar la nostalgia como estímulo, como resorte, para que la comunidad vuelva a compartir tradiciones, comidas, recetas”.
Uno de los recuerdos compartidos en el libro es una visita al Mercado de la Boquería de Barcelona, donde se encontró con una mujer que la reconoció y le regaló una receta de su abuela para hacer bacalao. “Me emociona recordarlo. Como digo en el libro, recordar es volver al corazón porque, cuando uno recuerda, le da vida nuevamente a esa historia. Creo que este es un momento de reconectar con las utopías para reconstruir el mundo”, dijo la autora.
Para Esquivel, vivimos en una época donde prevalece “la cultura desechable”. “Antes las cosas estaban hechas para durar. La heladera que compró mi madre cuando se casó en los años treinta todavía funciona”, contó con admiración y sorpresa. “Hay un afán consumista y un afán por vender que está destruyendo al planeta. La sociedad perdió el sentido de comunidad a causa del modelo económico imperante, que apunta a un individualismo extremo. Nos han hecho creer que somos seres atomizados, que debemos ganar más que el vecino, pero no es así. Lo que uno siembra para el bienestar común tarde o temprano da fruto. Lo que no se reproduce es el cemento y la vida artificial”.
En un momento de la charla a través de la pantalla, la escritora contó que en un mercado de Brasilia encontró un disco de vinilo de Chico Buarque y Pablo Milanés cantando juntos, un hallazgo que no se consigue en plataformas digitales. Tiene una hermosa versión, en portugués, de “De qué callada manera”, que compuso Milanés a partir del poema “Canción”, del cubano Nicolás Guillén. “Es una joya de principios de los años 70″, reveló.
Sonriente, como un chico a punto de hacer una travesura, Esquivel buscó su celular y ofreció a los periodistas un fragmento de su hallazgo. Con la exquisita canción de fondo, la escritora tarareó la letra y movió el cuerpo sentada en una silla. “En Brasil y en México hay mucha gente que trabaja de manera activa para sembrar utopías. Y yo estoy a favor de la utopía”.
Para el final, la autora de Malinche, Tan veloz como el deseo, La ley del amor y El diario de Tita, entre otros títulos posteriores a Como agua para chocolate, publicado en 1989 y traducido a más de treinta idiomas, se guardó una sorpresa: anunció que la versión para ballet de la exitosa novela, estrenada en junio pasado en Londres, se presentará en 2023 en el MET de Nueva York. La escritora formó parte del equipo creativo del Royal Ballet de Londres que adaptó la historia al lenguaje de la danza. Ya había escrito el guion de la película basada en su célebre novela y dirigida por Alfonso Arau, en 1992.
Con respecto a nuevos proyectos literarios, Esquivel adelantó: “Desde que llegué a Brasil he estado escribiendo algunas cosas. Ya hablamos con el editor: mi próximo libro no tratará solo sobre lo que vi sino, más que nada, sobre lo que aprendí”.
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