Laura Alcoba: "Mi memoria es como una caja de legos: elijo y hago una construcción"
Con La danza de la araña (Edhasa), Laura Alcoba cierra una trilogía de novelas inspiradas en su historia real como hija de militantes montoneros que incluye infancia en la clandestinidad, exilio en Francia junto con su madre y cartas a la distancia con su padre, detenido en una cárcel de La Plata.
La casa de los conejos, el primero de los títulos, se publicó hace diez años en español y fue reeditado recientemente. En coincidencia con el aniversario, este año llegará a los cines, dirigida por Valeria Selinger y protagonizada por Darío Grandinetti y Miguel Ángel Solá. La joven actriz Mora Iramain García interpreta a la narradora de la historia, que vive encerrada en una casa donde se crían conejos y crece rodeada de secretos. La autora no quiso participar del guion ni del proceso del film: prefirió dejar que crearan su propia obra a partir de la novela. Leyó los guiones hasta el definitivo, pero no vio ni una escena aún; lo hará, asegura, al mismo tiempo que los espectadores.
Radicada en París desde los 70, Alcoba vino al país a presentar su última novela y a participar del Diálogo de Escritores Argentinos en la Feria del Libro, hoy, a las 20.30 (Sala Sarmiento). Hablará de cómo es escribir en francés sobre la historia argentina. "Trabajo mucho la intensidad de los textos en general, hago lectura en voz alta en francés de mis textos y los considero terminados cuando suenan exactamente como quiero que suenen. Para la reedición de La casa de los conejos hice pequeños ajustes a la traducción original de Leopoldo Brizuela. Necesito que alguien me traduzca porque escribo en francés. Volver al texto diez años después fue para mí tan importante como la publicación de La danza de la araña".
-Después de los conejos del primer libro y de las abejas del segundo (El azul de las abejas), ¿qué representa la araña y su danza en esta historia?
-En cierto momento tuve la impresión de que había dejado algo inconcluso. Esa idea se volvió una especie de obsesión. En especial, el hecho de haber dejado al padre de la narradora en la cárcel, al final del segundo título. Entonces, la razón de ser del tercero es sacar al padre de la cárcel. Retomé la lectura de las cartas que mi padre me enviaba desde la prisión en La Plata, que conservo y son la matriz de esta serie, y di con el cuento de la danza de la araña, que vive en reducción lo que va a vivir el padre al final de la historia. La araña baila en espera de la puerta que se abre. Hay una serie de motivos que representan la expectativa de la libertad. Es la liberación en diferentes sentidos; también del grito, del llanto. Para llegar a ese estallido era necesario pasar por El azul de las abejas, que es la integración de otro idioma, salir del silencio y adaptarse a otra cultura.
-La insistencia de la protagonista en tener una araña pollito de mascota hace pensar en un pedido imposible, un deseo fuerte que sabe que no podrá alcanzar: estar con su padre.
-Sí, hay también algo de eso. La mascota imposible y tan deseada va a tener un efecto mágico al final. Es como si hubiese cierta magia alrededor de la araña que conduce a una múltiple apertura final.
-La correspondencia con tu padre es el alimento de buena parte de la trilogía. ¿Cuánto tomaste de lo real y cuánto te permitiste reinventar para tu obra literaria?
-Siempre hay desplazamientos de lo real en la ficción. Es como si mi memoria fuera una caja de legos: voy eligiendo algunos elementos y hago una construcción. Trabajé del mismo modo los tres libros. Con una serie de hilos que son auténticos, sabiendo siempre que hay subjetividad y deformación de la memoria, trato de construir algo donde resuene una serie de ecos poéticos, que nunca subrayo. Son hilos que cuido minuciosamente. Algunos elementos de lo real construyen la trama que funciona como una ficción.
-En el libro incluiste cuentos que los adultos le cuentan a la nena. ¿Por qué?
-En esos cuentos se cristalizan hechos que tienen que ver con la trilogía y con mis obsesiones: en especial, el tema de la supervivencia. Son historias reales que trabajo en la ficción y que están conectadas con el origen de toda mi escritura: ¿quiénes murieron, quiénes no y por qué? Conozco de cerca lo que se llama "síndrome del sobreviviente": la culpa que suele llevar a la locura.
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