Las últimas obras que pintó Rafael, restauradas, en la apertura de los Museos Vaticanos
ROMA.- Visitar los Museos Vaticanos vacíos, sin gente, es una experiencia única. Si la pandemia tuvo efectos positivos, uno fue éste. Después de casi tres meses de cierre debido al coronavirus, los Museos Vaticanos se preparaban para su reapertura, que tuvo lugar hoy, junto a las de otros sitios emblemáticos como el Coliseo. Todos con estrictas medidas de seguridad: barbijo y reserva obligatorios, control de temperatura, alcohol en gel y medición de temperatura.
Junto a un reducido grupo de periodistas, acompañados por un guía excepcional, Alessandro Conforti e incluso por su directora, Barbara Jatta, LA NACION pudo recorrer los 6 kilómetros con la espectacular Capilla Sixtina, la galería de los Mapas, la pinacoteca y demás. Una experiencia inolvidable, que incluyó el adelanto que los Museos Vaticanos le reservaron a los visitantes: las últimas obras de Rafael, recién restauradas. Se trata de las alegorías de la Justicia y de la Amistad (Comitas), pintadas al óleo entre los frescos del Salón de Constantino, adyacente a las famosas estancias.
Jatta contó que, en verdad, la idea era desvelar este descubrimiento durante un convenio internacional que iba a tener lugar el 20 de abril pasado, en coincidencia con la serie de homenajes por los 500 años del maestro de Urbino (1483-1520). "Esto no fue posible porque tuvimos que cerrar por la pandemia y ahora, con la reapertura, tenemos un motivo más para hacer venir a los romanos, a los italianos y cuando vuelvan, los extranjeros", dijo la directora, que detalló que un equipo de restauradores e investigadores del Vaticano, desde 2015, limpió y puso a nuevo tres de las cuatro paredes de este espectacular salón.
Fue en 1517, en el momento culminante de su período de doce años en Roma, que Rafael recibió de León X el encargo de decorar el Aula Pontificum Superior, la sala utilizada para los banquetes, las recepciones de los embajadores y las autoridades políticas: la cuarta y más grande de las salas del apartamento de representación, en el segundo piso del Palacio Apostólico. Sus dimensiones, en efecto, son imponentes: 18 metros de largo por 12 metros de ancho, y una altura de unos 13 metros.
"Desde el inicio este salón fue concebido por el papa Julio II y después por León X y Clemente VII, como el aula de las audiencias, la más pública y política y por eso su programa iconográfico es distinto que el de las estancias, que tienen un valor más íntimo y refinado. En las cuatro paredes se cuentan las historias de Constantino el grande, el primer emperador romano que se convirtió al cristianismo, sobre unos falsos tapices. Por un lado está la visión de la cruz para ganar la batalla en Ponte Milvio, cuando decide convertirse al cristianismo, la escena del bautismo en el baptisterio lateranense y en la cuarta pared, aún no restaurada, está la donación de Constantino", explicó Jatta.
En ese momento Rafael, hombre curioso y artista que además, según subrayó, era un "gran manager" y trabajaba con un equipo, al margen de preparar en cartones la representación iconográfica, decidió probar una técnica nueva de óleo sobre muro. "¿Por qué? Porque también era un pintor de caballete extraordinario, piensen en sus madonnas", contó Jatta, que precisó que utilizó para ello un material llamado "brea griega", que tuvo que pegar con clavos como base para pintar encima, clavos que fueron hallados en la restauración, debajo de las figuras de la Justicia y la Alegría.
Pero el experimento de Raafel terminó abruptamente con su prematura muerte, a los 37 años, que dejó a toda Roma de luto y atónita. Por eso la decoración del Salón fue completada luego en fresco por Giulio Romano, Giovanni Francesco Penni y otros colaboradores de su equipo. "Sus alumnos no querían continuar con una técnica que no manejaban, tenían miedo. Pero no hay duda de que la Justicia y la Alegría son de la mano de Rafael. En el pasado, los expertos como Vasari no tenían los medios para afirmarlo, pero nosotros hoy lo podemos decir. Son dos figuras del último Rafael, que muere imprevistamente el 6 de abril de 1520 después de cuatro días de fiebre", evocó Jatta. "Y uno piensa, por Dios, fiebre, el coronavirus... En este momento pensamos de todo y justo cuando teníamos que celebrar el convenio que debía desvelar esto tuvimos la pandemia y no pudo hacerse... Por ahí es la némesis de Rafael", bromeó.
En la reapertura marcada por esta estupenda revelación, los Museos Vaticanos recibieron la visita de unas 1600 personas. Muy pocas comparadas con las 27.000 que solía recibir cada día en tiempos pre-Covid, pero seguramente una maravillosa señal de renacimiento.