Las sopresas de Mildred Burton
Sus imágenes suelen corporizar ciertos detalles de tal modo que terminan por ocupar el primer lugar. Susana Lescano, Sara Galiasso y José María Suhurt, tres escultores del interior
La larga trayectoria de Mildred Burton muestra su tendencia a sorprender con algún detalle, a menudo, tan inesperado como cruel. Algo de niña traviesa preside su fantasía, en la que abundan los recuerdos y las lecturas infantiles que, a la larga, terminan por manifestarse con elocuente insistencia. En ese sentido, impone lo retrospectivo desde el mundo de las ensoñaciones que oscilan entre la fantasía y la realidad.
Dispuesta a fabular, como en los libros que guardan la sorpresa para el final, representa escenas cuyo remate asegura su interés con súbitas revelaciones. Se recorren sus obras sin sobresaltos hasta que, de pronto, aparece algo extraordinario.
Escondida entre una frutas, unas flores o cualquier otra cosa, una discreta señal descubre que nada es inocente como parecía al comenzar. Un pormenor inquietante atrae la mirada y lo que en principio había pasado inadvertido se transforma en el foco de atención. Ya no es posible apartarse de ese "detalle" que altera todo.
Los trabajos expuestos provienen claramente de dos tiempos alejados: veintisiete pertenecen a los años setenta, al comenzar los cuales, más precisamente en 1972, presentó su primera exposición individual; las ocho restantes fueron realizados en 2000 y 2001.
En suma, un total de treinta y cinco piezas permiten cotejar, con un interregno de veinte años, lo anterior y lo reciente. El resultado indica la unicidad de la autoría por varias razones, entre las cuales ocupan un lugar de privilegio las cuestiones formales, frecuentemente resueltas con virtuosismo. Las técnicas son variadas; hay dibujos, pinturas, collages y procedimientos mixtos entre los que se dispersan los temas, tan diferenciados entre sí como aquéllas. El nexo reside en el tenor ocurrente, que suele sobresaltar aún al espectador más prevenido.
Las influencias provienen de tiempos y corrientes diversas. Hasta es posible encontrar una variante del cómic en Ninforuncita y el lobo, un dibujo narrativo en color que desarrolla en diferente cuadros la historia de Caperucita Roja, aunque con una variante que estimula la sonrisa: la víctima es el lobo. Su esqueleto pelado indica que la niña, que le sirvió voluntariamente de cebo, lo atrajo y se lo comió. Una fuerte connotación sexual revela la ambigua picardía de invertir el sentido tradicional de la narración.
En otros casos, como en los pequeños dibujos de línea de 1966, hay evocaciones fálicas de corte surrealista. Por otra parte, uno de los cuatro "collages irreverentes" de 1972 imita a Aizenberg; otro, encuentra en el Pantocrátor los estímulos que lo determinan.
Uno de los recursos más notables proviene del terreno de las ilustraciones, en el que Burton dio numerosas muestras de maestría. Consiste en comenzar una imagen en las páginas de un libro de las que se libera para continuar en otro lugar que el espectador imagina fuera del cuadro. Lo que comienza como algo imaginario finalmente excede el marco natural en el que se configura para expandirse en un mundo que abandona la virtualidad.
Burton, entrerriana de Paraná descendiente de británicos, estudió en la escuela Provincial de Bellas Artes de su provincia y, posteriormente, en la Escuela Superior Ernesto de la Cárcova.
(En Brodershon - Martínez arte contemporáneo, Viamonte 625. Hasta el 20.)
Valores del interior
Expone juntamente una trío de escultores que viven en Córdoba, aunque dos de ellos nacieron en distintas provincias. No lo hacen por primera vez ni componen un grupo con características comunes. Los une simplemente la dedicación a una misma especialidad, que cada cual practica a su modo.
Sara Galiasso (Santa Fe, 1946) ensambla materiales diversos, pero de un modo que resulta algo forzado. Opone formas muy elaboradas, a veces geométricas, con elementos naturales morfológicamente irregulares. Eso les confiere a sus trabajos una presencia ambigua, a medio camino entre la representación figurativa y la abstracción. Tal proceder es conceptualmente aceptable, pero poco conciliador de la apariencia artística, que resulta escindida. Es algo brusca la diferencia entre los materiales laboriosamente desbastados y los agregados en crudo.
Susana Lescano (Córdoba, 1948) también practica el ensamblado, aunque de una manera que acuerda con maestría los elementos en juego. Es capaz de juntar los metales con la madera en composiciones que los integran pese a su disparidad.
José María Suhurt (La Pampa, 1948) trabaja con formas cuya configuración, salvo excepciones, como por ejemplo las que representan un lobo marino, parecen provenir de su imaginación. Sin embargo, tienen su origen morfológico en la interpretación estilística de personas o de animales.
( En Palatina, Arroyo 821. Hasta el 16.)