Las puertitas del Sr. López
En Exceso , su muestra actual en la galería Ruth Benzacar, Marcos López deja aflorar sus fantasías previas al instante del clic
Gorra, sonrisa y la compu en la mano, Marcos López se pasea por la galería Ruth Benzacar en los momentos previos a la apertura de Exceso , la muestra en la que "ha dejado salir todo de adentro", como le aconsejó su analista. ¡Y hay que ver lo que ha salido!
"Está bueno que lo haya hecho", dice Miguel Harte a la hora del vernissage , cuando la galería Benzacar es un hervidero de gente, arriba y abajo, en el subsuelo, donde expone su magnífica e increíble nueva obra el colectivo de artistas llamado Provisorio Permanente.
"Quiero ser Jeff Koons y ser Cicciolina... filmar una escena con Alejandro Urdapilleta a las cinco de la mañana un día de semana en un bar a la vuelta de Constitución... Quiero que hagan coro los borrachos que conocen la letra... Quiero contar el mundo desde la esquina de mi casa."
Ésa es la voz de Marcos López en el presente perfecto del año de su definitiva consagración. Sus primeros trabajos, retratos en blanco y negro publicados por La Azotea, eran un preludio de lo que vendría después, ese estilo asumido en una recordada muestra del Rojas, cuando el centro de la avenida Corrientes era el lugar por el que pasaban las muestras y las personas que importaban. Cuando Pierre Restany, crítico francés y gurú del arte del siglo XX, visitó la muestra, se tranquilizó al ver patentada en esas fotos la lustrosa imaginería menemista de pizza con champagne.
En este balance y memoria que es Exceso está el retrato de un pugilista a la manera de López, con detalles y datos del contexto, y también una pequeña foto testimonial de Liliana Maresca, imagen icónica si las hay. Ella, bella, está sentada en el piso con los pechos al aire y una mirada lejana. Están también los autorretratos tomados en La Habana, cuando Marcos estudiaba cine en Cuba, más unos dibujos de colores fuertes y trazo ingenuo que refieren a la única pintura que hizo en su vida: un cartel bizarro de Villa Carlos Paz insertado en una foto que remeda la factura del road movie estadounidense. Esa foto la compró Gustavo Bruzzone, el juez que ganó notoriedad por su participación en el caso Cromagnon.
Esa mezcla con algo de disparate, de usar la aproximación del pop a lo cotidiano y la sociedad de consumo (muy Warhol con las Brillo Box, sopas Campbell´s y demás), para registrar marcas y productos "regionales" con ciertos códigos adulterados del american way or life , hicieron del santafecino una estrella en el firmamento de la fotografía contemporánea argentina.
Exceso es una vuelta de rosca. No espere el lector encontrar las fotografías technicolor que ya conocemos. Es mucho más que eso. Es una operación de deconstrucción para volver a la génesis que da lugar a cada toma fotográfica y hacer del simulacro una escena real. Una escenografía montada con lujo de detalles, hasta con sala vip y casting . Hollywood en castellano.
"Ser mister Chasman y Chirolita al mismo tiempo, desdoblarme, desdecirme, cambiar de idea, cambiar de ideología, no ser yanqui ni marxista ni peronista. Hacer como Picasso: si se acaba el rojo, le pongo azul".
El kitsch signé López, vernáculo y grotesco, zumbón y articificial, es su lenguaje registrado en la superficie lisa y brillante de las fotos. En la muestra de Florida 1000 todo se parece a una kermés con muñecos, sirenos, santones y altares... Están los conocidos de siempre, el boxeador, el mártir, la chica de las manos ensangrentadas en una foto de look "fashionista" y su última placa: la familia boliviana en una toma directa y frontal, con la luz que entra por el costado. Todos mirando cámara "a la manera" del peruano Chambi con los toques clásicos, muy López. La foto está tomada en una casa que vende casimires; la familia se llama Sastre; hay un maniquí de aspecto teutónico que domina desde su altura atlética a la familia boliviana y el negocio de llama Germany.
Meses atrás, la gigantografía de una clásica foto de Marcos López inspirada en la picada porteña fue comentario y distracción de taxistas, tema de reflexión de locutores vespertinos y motivo de asombro de los turistas rubios que caminan por Buenos Aires con hawaianas en pleno julio.
Ése es el pop latino . Marcos López hizo su primera foto con una Nikon sin pretensiones cuando tenía 18 años. Las modelos eran su hermana y sus primas. Esto ocurría en Gálvez, provincia de Santa Fe, el pueblo donde nació, habitado por 10.000 almas. Se hizo fotógrafo por cuenta propia, a contramano del deseo familiar que lo soñaba ingeniero.
Primero en Santa Fe y luego en Buenos Aires, comenzó a recorrer el camino que va de la periferia al centro. El centro se fue corriendo a México, Cuba, Francia y Alemania (ver recuadro) .
"Cuando hago una foto no pienso en la coherencia ni en el estilo. Lo que tiene que salir saldrá, un día puedo hacer un retrato blanco y negro estilo Humberto Rivas, y al otro, una situación teatralizada con una modelo vestida en bata escocesa, enagua verde, en chancletas, en una cantina de La Boca."
Fuera de la foto, el enorme Ekeko Pop (realizado por Mariano Raffo, del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez, de Santa Fe) está rodeado de los símbolos y clichés del arte actual que les divierten a Marcos y a su hija Aliona (8). Es la celebración de su pop latino, la estética que patentó e impuso en el mundo entero, "mezcla del barroco churrigueresco cuzqueño y de la vibración fosforescente de los murales psicodélicos que decoran las paredes en los bares de Iquitos". A los pies del Ekeko están la cara de Kuitca en la tapa de Art News , un perro salchicha de Jeff Koons, las Marilyns de Warhol, las Brillo Box , Mao , las latas de sopas Campbell´s y los dólares de rigor porque "al Ekeko se le puede pedir todo".
En una pradera que no es la pampa gringa sino Normandía, Marcos López ha fotografiado una vaca contra el fondo del mar -el mismo mar donde desembarcaron los aliados para poner fin a la Segunda Guerra- y ha intervenido la fotografía con una calavera de Damien Hirst en primer plano. El Exceso va en serio. Hizo fabricar por manos artesanas del vecindario de la calle Libertad una calavera de brillantes falsos, idénticos a los verdaderos, por la que pagó un puñado de billetes (no millones de dólares).
El año del Bicentenario ha sido generoso con Marcos López. Se presentó con éxito en el Festival de Arlés, algo así como en el Mundial de la Fotografía, y dos semanas atrás inauguró una muestra en Fráncfort, acompañado por su amiga, mecenas y coleccionista Dudu von Thielmann (ver recuadro). También este año ganó el Gran Premio de Fotografía del Salón Nacional, gracias a una de sus más conocidas imágenes. Es una foto de cuño publicitario, con el cartel de Criollitas y el viejo guapo fumador con la chomba del pingüino. La claridad del mensaje y la factura perfecta resumen para el artista lo que llama "una foto bien hecha".
"Que la entienda el empleado de las fotocopias y la coleccionista sofisticada, eso me gusta." La producción de esta última muestra incorpora los santones, el Ekeko Pop, el altar del gauchito Gil, el sireno sentado y las fotos pintadas. Todas tienen el relumbrón de un set hollywoodense. Los artistas invitados son Elba Bairon, Paola Balario, Luis Gaspardo, Yanina Moroni y Miguel Valverde, un pintor peruano, oriundo de Lima, que por encargo de Marcos pintó a punta de pincel en semanas de paciencia infinita sus fotos con técnica hiperrealista. Su mujer, la ingeniera Leda Eskenazi, cubana graduada en San Petersburgo, es la autora del diseño sonoro de una vista neoyorquina. "No falta nada", dice Marcos López, cual maestro de ceremonias de una fiesta largamente esperada.
Ficha.
adn López
Santa Fe, 1958
Fotógrafo y realizador independiente de videos (colaboró con Nicola Costantino), comenzó la carrera de Ingeniería, que abandonaría para dedicarse de lleno a la fotografía, sin estudios formales. Se considera un autodidacta. Luego de un viaje por Perú y Bolivia, se radicó en Buenos Aires, donde inició una serie de publicaciones en medios independientes como El Porteño, Expreso Imaginario y Alfonsina. Su prim>era foto, tomada con una Nikon usada, la hizo cuando tenía 18 años. En 1989, integró el primero grupo de estudiantes extranjeros que estudió cine en San Antonio de los Baños, Cuba