Las puertas que me abrió Andy Warhol
Por Marta Minujín Para LA NACION
Una de las cosas más maravillosas que me pasó en la vida fue conocer a Andy Warhol. Porque fue como haberme encontrado con mi par.
Al llegar a Nueva York, en el año 66, fui a ver a Leo Castelli. Traía la obra El batacazo, una instalación muy grande con conejos, moscas, jugadores de fútbol hechos de hule y luces de neón, y él consiguió que expusiera en Bianchini & Castelli Gallery, una galería de la calle 57. Ahí estaban trabajando integrantes del grupo Fluxus, amigos de Andy Warhol. El día de la inauguración vino Andy, con The Velvet Underground y Nico. Inmediatamente nos hicimos amigos. Nueva York se me abrió totalmente de la mano de él, porque me llevó por lugares muy underground, muy increíbles, como el Chelsea Hotel, donde filmaba sus películas, o la Filmmaker Cinemateca, donde estaba toda la gente que hacía cine underground. Empezamos a ir a un lugar que se llamaba Max’s Kansas City, donde todos éramos artistas. Era el movimiento pop, que recién empezaba.
Yo era muchísimo más joven que Andy, pero él ya había oído hablar de mi happening en Uruguay, en el que había tirado pollos desde un helicóptero. Le había llamado la atención. Según él, yo era una supergirl, me consideraba su par sudamericano. Le parecía curiosa la fuerza cósmica que yo tenía. Es decir, la locura. Él no hablaba nada y yo hablaba muchísimo. Pero íbamos a todos lados juntos; entrábamos en todos los lugares sin ser invitados.
Después empezó a crecer y a hacerse muy famoso; yo me volví para la Argentina, fui a otros países... En el año 85 nos encontramos en el bar Odeón, adonde iban muchos artistas. Y como acá la gente estaba tan preocupada por el tema de la deuda, le dije: "Mirá, como yo soy la reina del pop en la Argentina y vos sos el rey del pop, o del arte, en Nueva York, te quiero pagar simbólicamente la deuda externa argentina con choclos. Le pareció genial la idea y se hizo una performance en la Factory. Ya se había hecho multimillonario, y tenía un edificio de seis pisos cerca del Empire State Building. Ahí llevé mil choclos e hice una montaña de maíz anaranjado. Él trajo dos sillas, nos sentamos sobre la montaña. Fuimos girando hasta que quedamos de frente. Yo agarré un choclo, se lo di, él lo agarró... Así quedó pagada, simbólicamente, la deuda externa argentina.
Un fotógrafo nos sacó doce fotos que son muy famosas. Tres de ellas fueron compradas por Eduardo Costantini el año pasado en la Feria Pinta, en Nueva York. Lo interesante del concepto del choclo es que era el oro latinoamericano, ya que la Argentina le dio de comer al mundo en la Primera Guerra Mundial y en la Segunda.
Después fue tristísimo, porque yo me volví para la Argentina y él se murió. Esto termina con un poema de Ernesto Cardenal, que dice así: "Si tú estás en Nueva York, en Nueva York no hay nadie. Y si tú no estás en Nueva York, en Nueva York no hay nadie más". Es decir que, a partir de que Andy Warhol murió, para mí Nueva York quedó vacía.