"Papa, su Majestad. Se come. Es muy nutritiva", le dice Walter Raleigh a la reina Isabel de Inglaterra, al ofrecerle uno de los "regalos" robados a los barcos españoles que volvían de América. A casi cuatro siglos de aquella escena recreada en la película Elizabeth, en el pueblo bonaerense de Junín un chico aprende que la papa es mucho más que eso y fabrica una radio que se alimenta de su energía.
"Años después ese juguete se transformó en una obra pedagógica que ponía de manifiesto una fuente de energía no tradicional", recuerda Víctor Grippo en el catálogo de la retrospectiva de 2004 en Malba, que el museo acaba de sumar a su biblioteca online tras incluir una de sus obras en el ciclo Hable con ella.
Esta última pertenece a la serie Analogías, representada en la colección de Eduardo Costantini y en el Museo Nacional de Bellas Artes. Se inició en 1970, con un circuito de papas conectadas con electrodos a un voltímetro para medir su capacidad energética. Una segunda versión integró el envío argentino premiado en 1977 en la Bienal de San Pablo, donde se volvió a presentar en 2016.
"Grippo no sólo redescubría la energía vegetal sino que planteaba su correlación con el despertar de la conciencia humana", escribe María Gainza en su reseña de la exposición en Malba, recuperada ahora en el libro Una vida crítica (Capital Intelectual). "La mente del hombre como una gran papa capaz de encender lamparitas -agrega-, expandirse, y, al conectarse en red, generar una fuerza nueva".
Quizás por obra de esa alquimia que tanto exploró desde su casa-taller de la calle Juncal, donde trabajaba hasta tarde al calor de hornallas siempre encendidas, su legado vuelve a escena en un momento clave. Mientras crece la alerta global sobre la necesidad de un cambio de conciencia, y de la unión entre ciencia y arte para lograrlo.
Décadas antes de la dictadura del algoritmo, Grippo defendía la importancia de integrar opuestos para lograr una transformación social. "En la era de la ciencia y la tecnología, el artista descree que la humanidad encuentre en ellas la solución a todos sus interrogantes -observa la crítica Adriana Lauria-. Piensa que lo humano requiere observar algunas de sus dimensiones esenciales como la ética, las creencias –entre ellas, las convicciones ideológicas– y la superación espiritual. Para hacer que estos aspectos se manifiesten en sus obras, necesita que la poesía atraviese tanto su manera de elegir y tratar sus materiales como la de elaborar sus metáforas".
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