Las opiniones del escribidor
En sus artículos y ensayos, Mario Vargas Llosa suele ser muy seductor cuando cuenta una historia, narra un viaje o reseña un libro o un estreno teatral, y suele ser muy polémico cuando opina. En el terreno de la crónica y en el de la ficción, el escribidor suma admiradores: nadie puede dejar de apreciar la fluidez y la perfección de su estilo. En el terreno de la opinión, divide. Esto tiene un aspecto bueno y otro malo: o quien lo lee adscribe de modo pleno a lo que dice o lo rechaza. La indiferencia queda descartada como alternativa. Ése es el lado bueno. El malo es que desde el comienzo la suerte está echada. Los presupuestos del autor son tan nítidos, tan fuertes, que está claro desde el primer momento que no va a haber matices. Ni nuevas hipótesis, ni síntesis. En los fragmentos del nuevo libro que anticipamos se ve precisamente esto. Desde el título, La civilización del espectáculo , hay una idea inamovible, con posición tomada. La línea es ésta: "La cultura dentro de la que nos movemos se ha ido banalizando hasta convertirse en pálido remedo de lo que nuestros padres y abuelos entendían por esa palabra".
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