Las muchas vidas de Juan José Sebreli, un intelectual único e irrepetible
El gran ensayista, que murió esta madrugada en el Hospital Italiano, iba a cumplir 94 años el domingo; en sus setenta años de trayectoria, fue un pensador contracorriente, lector ávido, antiperonista acérrimo e incansable polemista
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Pensador a contracorriente, ensayista original, prototipo del intelectual en la Argentina (Santiago Kovadloff dixit), liberal de izquierda, antiautoritario, pionero en la lucha por los derechos de los homosexuales, profesor “clandestino” en los años de la dictadura militar (en los años 90, de celebridades en Punta del Este), antiperonista acérrimo y amigo amado por sus amigos, Juan José Sebreli (1930-2024) tuvo, en sus 93 años, muchas vidas. Había nacido el 3 de noviembre de 1930 en Buenos Aires, en Constitución, en una familia de clase media baja, custodiado, como dijo con su cáustico sentido del humor, por dos “hadas malignas”: la primera dictadura militar argentina y la crisis económica. “Una de ellas me acompañó buena parte de mi vida; la otra aún no me ha abandonado”, dice en Una cierta mirada, documental biográfico de Eduardo Montes-Bradley de 2004. Sebreli falleció esta madrugada en el Hospital Italiano, donde estaba internado desde hacía varios días. Antes de morir, pidió que su cuerpo fuera cremado y que las cenizas se esparcieran por las calles de su barrio natal. El escritor dejó un testamento, con nueve herederos designados. Uno de ellos, el escritor Marcelo Gioffré, recibirá los derechos de autor y será el albacea de la obra.
Un héroe. Un grande. pic.twitter.com/fMUyUNbAme
— marcelo gioffre (@marcelogioffre) November 1, 2024
Como estudiante de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, cuando aún no había sido creada la carrera de Sociología, Sebreli descubrió su pasión por la lectura, la escritura y el pensamiento. No concluyó sus estudios universitarios; se quejaba de que las aulas de la universidad (durante la primera presidencia de Perón) estaba “copada” por los curas. El joven se escapaba de las aulas para leer a Hegel, Sartre (uno de sus ídolos), Lukács y Kojève (a los que tradujo), discutir en cafés, ir al cine y recorrer librerías.
Sin embargo, gracias a su paso por la Facultad de Filosofía y Letras de la calle Viamonte, comenzó a colaborar en revistas culturales como Contorno (cuando aún cultivaba una “línea existencialista-marxista-peronista”, con Carlos Correas y Oscar Masotta), Centro y Sur, que dirigía Victoria Ocampo. “Mi ingreso coincidió con el de otros jóvenes de una nueva promoción no identificada con el grupo fundador”, contó en El tiempo de una vida. Autobiografía, de 2005.
En 1966, Sebreli publicó Eva Perón, ¿aventurera o militante?, que cosechó el éxito del best seller Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, de 1964, que en 2003 amplió con un nuevo ensayo (en Comediantes y mártires. Ensayo contra los mitos, de 2008, brindó una perspectiva más crítica sobre Eva Perón). Esta impronta de la obra sebreliana -perfilada en ensayos sociológicos que incluían apuntes testimoniales e incluso narrativos, además de esbozos de crónicas- reaparecería a lo largo de su trayectoria junto con otros trabajos más ambiciosos, de corte filosófico, como El asedio a la modernidad, Las aventuras de la vanguardia y Dios en el laberinto. Crítica de las religiones, donde estudió las grandes religiones monoteístas desde la antigüedad hasta el presente (”Francisco se ha transnformado en una de las principales figuras políticas del siglo XXI”, destacó).
“Sebreli fue un ‘evitista’ de la primera hora, una Eva medio genetiana [por Jean Genet], es cierto, lo que le valió la salida de Sur -dice el profesor Diego Di Vicenzo a LA NACION-. También su amor juvenil con Correas, las cartas que se escriben, y con un Masotta en otra cuerda, los dos normalistas del legendario colegio Mariano Acosta, es algo que atrae; un Masotta frente al que Sebreli se siente aminorado, como ante los ‘machos’ de Contorno” [los carismáticos hermanos Ismael y David Viñas, con quienes también discutió]. Años después, Sebreli lamentó su querella con Ocampo. “Me equivoqué”, admitió. Con el Nobel Mario Vargas Llosa, sin embargo, pudo hacer las paces en La Biela, en 2022.
Fue también un pionero en la lucha por los derechos civiles en la Argentina. Con los escritores Manuel Puig, Blas Matamoro, José Bianco, Juan José Hernández y Héctor Anabitarte, fundó en 1971 el Frente de Liberación Homosexual (FLH), que bregaba por la derogación de los edictos policiales y el fin de la persecución y las razias. Se alejó del FLH un año después, por diferencias con algunos integrantes (entre ellos, Marcelo Benítez y Néstor Perlongher). A partir de la década de 1970, inició su crítica de la política de la “izquierda revolucionaria” con Tercer mundo, mito burgués (1975).
Durante la última dictadura militar, dio en su casa de Barrio Norte clases de filosofía, arte e historia, a las que asistieron Horacio Tarcus, Paula Pérez Alonso, Gerardo Yomal, Raúl Isman, Alejandra Goupillaut, Oscar Cetrángolo, Ricardo Aronskind, Laura Klein, Mónica Benavídez y Rubén Saferstein, entre otros reconocidos escritores, docentes e intelectuales. “De 1977 a 1982 dictó en su departamento de la calle Juncal varios cursos privados, semiclandestinos, que formaron a toda una generación -recuerda Tarcus-. Autores como Hegel, Marx, Gramsci, Sartre, Lukács, Henri Lefebvre, Kojève, Adorno y Arnold Hauser eran las principales referencias. El dictado y la asistencia eran más formales de lo que uno en principio puede imaginar. Materias como ‘Teoría de la historia’, ‘La Lógica de Hegel’ e ‘Historia del arte moderno’ eran presentadas en un programa que indicaba los temas a tratar y la bibliografía general. Se cursaba cada materia una vez a la semana, entre marzo y diciembre. Las clases comenzaban a las cinco de la tarde, pero para no despertar sospechas de porteros ni vecinos en tiempos en que toda reunión era peligrosa, los alumnos debíamos llegar de dos en dos, cada cinco minutos. Una vez que nos abría la puerta, Juan José se ubicaba detrás de su escritorio, leyendo con énfasis sus apuntes escritos y sobreescritos, iluminado escenográficamente por una lámpara. La exposición duraba alrededor de cuarenta minutos, después seguían preguntas y, a menudo, acaloradas polémicas que Sebreli disfrutaba especialmente. Salíamos del departamento de la calle Juncal de dos en dos, a las siete de la tarde”. En diciembre, cuando terminaba la cursada, cada grupo organizaba una cena en un restaurante de la calla Rodríguez Peña casi Vicente López.
En los años 1990, acorde con la época, dio clases privadas en Punta del Este. “Lo conocí al inicio de la democracia, en la casa de Natu Poblet, que organizaba almuerzos con intelectuales y artistas -dice la escritora y periodista Cristina Mucci a LA NACION-. Establecimos una relación muy fluida que duró toda la vida. En 1987 vino por primera vez a Los siete locos a presentar Las señales de la memoria. Fuimos amigos y asistí a las clases que dio en la Academia del Sur, de Blanca Isabel Álvarez de Toledo, en Punta del Este, con Mirtha Legrand, Natalia Kohen y Magdalena Ruiz Guiñazú. Sus presentaciones de libros eran multitudinarias”.
En 1983, con el retorno a la democracia, publicó Los deseos imaginarios del peronismo, donde no solo sentó las bases de una crítica profunda, sino que además hizo una autocrítica. “Pasé años de mi vida y escribí algunos libros defendiendo el peronismo y pasé otros años y escribí otros libros atacándolo”, sostuvo. Evaluó el peronismo como un “bonapartismo de masas” con muchas coincidencias con el fascismo; recordó que las relaciones entre Perón y el movimiento obrero no habían sido siempre armoniosas y estimó que la Juventud Peronista era “un extraño maridaje que puede llamarse fascismo de izquierda”. En ese entonces, protagonizó un debate con el ensayista Jorge Abelardo Ramos.
En los años 2000, fue muy crítico del kirchnerismo, en especial, de los gobiernos de Cristina Kirchner. “El kirchnerismo se transformó en un populismo caliente y fanático”, dijo en 2011, en pleno apogeo “cristinista”. En las últimas elecciones había apoyado a Patricia Bullrich y, en el balotaje, a Javier Milei; ”En contra de Sergio Massa”, puntualizaba.
Capítulo aparte merece la relación de Sebreli con su ciudad natal, Buenos Aires, a la que dedicó acaso sus mejores páginas en Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, Cuadernos, El tiempo de una vida y en dos libros en coautoría: Conversaciones irreverentes (con Marcelo Gioffré) y Entre Buenos Aires y Madrid (con Blas Matamoro). Se consideraba un flâneur atraído desde la adolescencia tanto por la “Buenos Aires art déco” como por la “vida oculta” de las estaciones de trenes, con lúmpenes, delincuentes de poca monta, prostitutas y homosexuales. Para apreciar los cambios en la intelectualidad porteña y en la convivencia entre personas de diferentes clases sociales en Buenos Aires en el siglo XX, hay que leer a Sebreli.
Con El asedio a la modernidad. Crítica al relativismo cultural, de 1991, dio inicio a una trilogía filosófica donde se reivindica la razón como eje del programa moderno y se denuncia el “irracionalismo” de algunas líneas de pensamiento contemporáneo. Le siguieron Las aventuras de la vanguardia. El arte moderno contra la modernidad (2000) y El olvido de la razón (2006).
Recién en 2018, durante el gobierno de Cambiemos (que Sebreli apoyó a su modo, es decir, críticamente), recibió el Premio Nacional por la trayectoria. “Fue un intelectual único e irrepetible -dice el exministro de Cultura Pablo Avelluto a LA NACION-. Lo descubrí muy chico en la biblioteca de mis padres, con Buenos Aires, vida cotidiana y alienación y Mar del Plata, el ocio represivo. Luego me convertí en un lector obsesivo de su obra. Y finalmente, a comienzos de este siglo me convertí en su editor en Sudamericana, donde pude publicar varios de sus libros. Me enseñó, como a tantos, la importancia de pensar contra la corriente e ir contra las modas aun a riesgo de quedarse solo. Me enseñó mucho, muchas veces sin saberlo, como hacen los grandes maestros”. Sebreli obtuvo dos Premios Konex de Platino a las Letras en la disciplinas Ensayo Filosófico y Político, en 1994 y en 2004, respectivamente. En 2015 fue nombrado Ciudadano Ilustre de la ciudad de Buenos Aires por la Legislatura porteña, donde amigos y lectores pueden despedirlo este viernes. Mañana, sábado, de 9 a 11, en el Cementerio de la Chacarita.
Días atrás, Sebreli participó de la presentación del ensayo El incansable polemista. La trayectoria intelectual de Juan José Sebreli, de Carlos Cámpora. “Fue sin duda uno de los más destacados ensayistas del siglo XX de nuestro país -dice Cámpora-. Sin embargo, su extensa trayectoria intelectual de más de 70 años no fue estudiada hasta hace poco. Siempre se lo estudió como parte de algo: de Contorno, de la izquierda en los años 1960, una caricatura de Sebreli como antiperonista. Nadie se tomó el trabajo de estudiarlo en serio. Mi libro dedica un análisis de su obra, desde sus comienzos en las revistas culturales en los años 50 hasta los ensayos del siglo XXI. Su última aparición pública fue hace poco más de una semana en la presentación del libro, un reconocimiento a su figura que él pudo leer”.
Lector ávido de la literatura del siglo XIX y el XX, se jactaba de haber conocido París antes de viajar gracias a las novelas. En los últimos días, leía con entusiasmo los dos últimos libros de Francis Fukuyama. Fanático del cine, podía hablar durante horas sobre salas porteñas (transformadas en templos evangélicos y tiendas multirrubro), películas argentinas y extranjeras del siglo pasado y series (su favorita: Downton Abbey). Este año, Sebreli participó de varias escenas para la película documental del escritor y cineasta Fabián Soberón sobre Juan Bautista Alberdi.
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