Las mil caras del Cabildo porteño
Desde el siglo XVII, cuando fue construido, sufrió numerosas modificaciones hasta llegar a la actual, que data de 1940
El Cabildo es el símbolo del 25 de Mayo por excelencia, ¿quién lo duda? Si no fuera porque alguna vez le rebanaron algunas arcadas de cada lado -lo enseñan en la escuela- y quedó más chico, sería igualito al de 1810, pensamos todos.
Pero, error, el Cabildo no sólo no siempre fue como lo vemos hoy, sino que actualmente -si bien es parecido- presenta varias diferencias con el que vio nacer al primer gobierno patrio. Sus reformas y cambios de cara -hubo varios- fueron siempre de la mano de las idas y venidas de los porteños con respecto al monumento. Cuando se lo valoró se gastaron fortunas en restaurarlo. Cuando se lo identificó con la antítesis del progreso se llegó a exigir su demolición completa.
"Prácticamente, del Cabildo de 1810 no queda más que la mampostería -explicó a LA NACION el arquitecto Carlos Moreno, vicepresidente de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos-. Lo que vemos hoy corresponde a la restauración de 1940."
¿Desilusión? No hay motivo. La edificación será relativamente nueva, pero el Cabildo del siglo XXI, tras sucesivas reconstrucciones, se parece bastante al de los días de mayo de 1810. Como se dijo, hoy le faltan tres arcos de cada lado y la torre se hizo más baja que la original. Pero fue una decisión que se tomó por un problema de escala, para que no quedara puro campanario sin nada a los costados.
Cabildantes con silla propia
Las primeras referencias del Cabildo provienen de cuando el siglo XVII era un recién nacido. Para 1608, por ejemplo, era poco más que un rancho; paredes de adobe, techo de paja. El interior se encontraba dividido en dos: un salón para reuniones -"los cabildantes debían llevar sus propias sillas", acotó Moreno- y otro que funcionaba como cárcel. Las tejas llegaron dos años más tarde y, para mediados de siglo, el Cabildo tenía balcón y torres de madera y barro.
Las cosas cambiaron abruptamente en 1725. El edificio estaba en muy mal estado y se decidió demolerlo. A cambio comenzó a levantarse uno nuevo, a partir de un proyecto del italiano Andrés Blanqui. Comenzaba a tomar forma el Cabildo tal como lo conocemos.
En 1748 estuvo listo el primer piso y, por fin, en 1773 apareció la torre -algo más alta que la actual- cuya cúpula se cubría con un techo de lata.
"A fines del siglo XVIII, y en un clima de creciente secularización, muchos vecinos de Buenos Aires presionaron para que la Iglesia dejara de tener el control del tiempo con sus campanadas -explicó Moreno-. Así, llegó el reloj de la torre, de un estilo similar al de las casas capitulares de Cádiz". El reloj actual, sin embargo, data de 1940 y, por una donación de Pago Fácil, volverá a funcionar el próximo sábado, a las 13.
Ese fue el Cabildo que conocieron los patriotas de 1810 y esa fue su época de mayor esplendor.
El Cabildo como institución fue derogado en 1821 y por casi 60 años funcionó como un edificio administrativo. Se avecinaban los años en que se convertiría en un edificio irreconocible para cualquier porteño actual.
Modelo italiano
Ocurrió en 1879 , que el edificio se convirtió en la sede de los tribunales de la Justicia. Buenos Aires era otra. Ahora la metrópoli estaba completamente obnubilada por la idea del progreso y los modelos por seguir venían de Europa. Para su nueva y grave función, el Cabildo fue remozado. El ingeniero Pedro Benoit fue el encargado del proyecto.
"Así, al edificio se le construyó una fachada de estilo renacentista italiano y un piso más para su torre. La idea era borrar su significado, ya que se lo relacionaba con el atraso y con la época de la colonia", agregó Moreno.
En 1891, la construcción de la Avenida de Mayo le produjo una herida que persiste hoy día: tres arcos de un ala fueron demolidos y lo mismo hubo que hacer con la torre para que no peligrara su estabilidad. Algunos vecinos pidieron, directamente, su demolición total. Otros comenzaron a preocuparse por el edificio. ¿Y si se lo trasladara al medio de la plaza?, propusieron.
El Cabildo quedó allí. Maltrecho, asimétrico y sin torre, fueron sus años de peor maltrato, en los que siguió albergando dependencias del Estado.
La década del 30 lo recibió con otra amputación que le devolvió la simetría: tres arcos de su ala Sur, arrancados para construir la diagonal Julio A. Roca. Y entonces, en 1933, llegó el decreto salvador. Se lo declaró monumento histórico nacional.
El que ven hoy los porteños fue reconstruido entre 1938 y 1940 por el arquitecto Mario Buschiazzo. Ni las ventanas, ni el portón, ni la fachada, ni la torre, ni el reloj fueron testigos de los días de mayo de 1810. Pero lo importante es que al entrar -en la actualidad es un museo- todavía se respira el aire de aquellos días históricos. Basta con hacer la prueba.
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