Las hermanas Ocampo
-Quisiera que nos hablaras un poco más de Victoria Ocampo.
-Mirá, era una figura muy atractiva. Era muy inteligente, no era nada marisabidilla, no era nada femme de lettres , era una mujer que sabía muchas cosas pero nunca hacía alarde de lo que sabía. Era una mujer más bien callada, que se interesaba mucho en el pensamiento ajeno, tenía mucha superstición casi diría, ya no admiración, por las ideas, precisamente porque ella no había tenido una cultura sistemática, había sido una lectora un poco desordenada. Pero sentía gran respeto por las ideas. Y la literatura de imaginación, en cierto modo, le gustaba poco. El mito, ella misma lo ha dicho, no le interesaba, salvo en la poesía. Pero no quiero decir que no tuviera mucha lectura, mucha lectura de grandes novelistas. Era muy, muy inteligente. No se ha dado una figura así que yo sepa en las letras argentinas. Viajaba mucho, impresionaba muy bien a los escritores, los trataba con gran naturalidad y confianza. Y los escritores le tenían, además de respeto y admiración, afecto. Yo conocí a algunos escritores ilustres en París por medio de ella.
-De las hermanas Ocampo me da la impresión de que siempre has sido más amigo de Silvina, ¿podrías hablar de ella como escritora y como persona?
-Silvina es tan peculiar, tiene tanto talento y es tan susceptible... Cualquier cosa que digas, aunque hagas un elogio de ella, puede parecerle mal. A mí me parece una gran escritora y una poeta extraordinaria. Precisamente ayer estuve hablando con ella y le di la satisfacción de poder decirle un soneto de ella de memoria. Quedó muy contenta y entonces me dijo "¡Qué bien decís los poemas, cómo marcás los acentos!". Pero estaba bastante conmovida. Era un poema de hace muchos años, "El espejo", que pertenece a los Sonetos del jardín .
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