Las editoriales empiezan a usar la inteligencia artificial para traducir
Se probará con libros de algunos autores; en el Reino Unido, un tercio de los traductores han perdido su trabajo por la IA y en la Argentina se teme que la herramienta precarice aún más el sector
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Una de las editoriales más importantes de los Países Bajos, Veen Bosch & Keuning (VBK), adquirida por el grupo Simon & Schuster a comienzos de año, confirmó que utilizará inteligencia artificial (IA) para traducir algunos de sus libros al inglés, según reveló en exclusiva la publicación británica The Bookseller. Un portavoz de VBK sostuvo que estaban trabajando en un experimento limitado con algunos autores holandeses, para que sus libros se traduzcan al inglés con programas de IA generativa. “No estamos creando libros con IA, todo empieza y termina con la acción humana. Las traducciones aún no se han lanzado”, dijo. Ya hay programas de IA generativa orientados a la traducción.
El traductor británico Ian Giles, presidente de la Asociación de Traductores de la Sociedad de Autores (SoA) del Reino Unido, sostuvo que era una noticia preocupante. “A principios de este año, la SoA descubrió que un tercio de los traductores literarios ya están perdiendo trabajo a causa de la IA. Cuando no se pierde trabajo en sí, los traductores luchan por aumentar sus precios frente al desafío de la IA. Esta presión sobre los ingresos de los traductores pone en peligro nuestra capacidad de mantenernos en lo que es una industria muy precaria”.
“Si los autores no dejan que la IA escriba sus propios trabajos, ¿desearían que la IA los tradujera? -razonó Giles-. Los modelos de IA son máquinas de detección de patrones que priorizan la fluidez en el producto final. Si un editor siente la necesidad de consultar a traductores o editores humanos para ajustar el resultado, está reconociendo los fallos de este enfoque. Una traducción de baja calidad, incluso después de la posedición, tergiversará o, en el peor de los casos, afectará negativamente la obra original del autor sin que este lo sepa”.
En la Argentina, varias editoriales consideran la posibilidad de traducir cierta clase de libros con IA. No obstante, en sus contratos varios autores y herederos prohíben explícitamente que se use IA para traducir obras.
En su visita al país este año, el pensador francés Éric Sadin había augurado que los traductores estarían entre los más afectados por los avances y usos de la IA, si no tomaban medidas gremiales. Pero el sector editorial argentino no está sindicalizado y pocas entidades defienden los intereses de los trabajadores de dicha “industria creativa”. Tampoco queda claro el modo en que las editoriales deberían consignar en la página de legales que una traducción fue hecha por IA y, en ese caso, a quién deberían pagarle los honorarios.
Asociaciones profesionales de traductores han declarado los riesgos que corre su profesión con el avance de la IA y su inclusión en el mercado editorial. Los traductores son uno de los eslabones más débiles en la cadena de producción de libros y, si bien la IA no hace por ahora traducciones literarias, el ahorro que las editoriales hacen al utilizar estas herramientas precarizaría aún más el sector. El precio de la traducción puede alcanzar el 20% del costo de producción de un libro.
Consultada por LA NACION, Magdalena Iraizoz, directora ejecutiva de Centro de Administración de Derechos Reprográficos (Cadra), dijo que desde la institución velan por “la protección del derecho de autor y consideramos que la IA es una herramienta que, bajo ciertas consideraciones, resulta útil para la realización de contenidos, incluso en el ámbito literario”.
“Sin perjuicio de esto, cabe destacar que siempre tiene que haber una intervención humana que evalúe el trabajo realizado por la IA, muy especialmente cuando se trata de traducciones -agrega-. Es indispensable que un traductor o una traductora corrijan, validen, modifiquen, revisen técnicamente y mejoren ese texto y garanticen la fidelidad con la obra original. En conclusión, desde nuestro lugar, aconsejamos que, si se desea utilizar la IA como herramienta, se debe hacer de manera responsable, con revisión humana y transparencia. Siempre garantizando el derecho de los creadores”.
LA NACION solicitó la opinión de traductores, docentes e investigadores, que detallaron los perjuicios que conlleva para la calidad de un libro las traducciones hechas por IA.
Pablo Ingberg, escritor y traductor
“Hasta donde yo alcanzo a ver, la IA se alimenta con traducciones preexistentes y ahí habría dos aristas principales: 1) Derechos de autor: debería utilizar para eso traducciones libres de derechos (en defensa de esa cuestión está en alerta y lucha el gremio traductor), o sea, de traductores muertos hace más de setenta años, o sea, material alejado en el tiempo, tanto en cuanto a las traducciones mismas como por ende en cuanto a las obras traducidas. 2) Creativa: el arte se caracteriza por la extrañeza, por romper moldes, o sea que todo lo basado en lo preexistente (y más aún si con más de setenta años de preexistencia) nunca podrá resolver del todo bien lo nuevo que se salga de moldes anteriores.
Por supuesto, quienes tienen cierto poder, por ejemplo de manejar una empresa editorial, preferirán más poder en sus manos, depender menos de la volición de otras personas. Pero creo que por más que se perfeccione la traducción literaria mediante IA, siempre quedará un margen que sólo podrá resolver bien una inteligencia natural.
O bien, el mundo se acostumbrará a la reducción de la calidad de todo y, mientras los robots hacen también el trabajo creativo, las personas se pasarán el día sentadas mirando películas y leyendo libros escritos y traducidos por robots y viendo partidos de fútbol artificial en la PlayStation o su sucesora, que es más fácil de gobernar que un grupo de jugadores humanos”.
Estela Consigli, traductora
“Es verdad que la traducción y la interpretación son las profesiones creadoras más afectadas por la irrupción de las IA generativas en este momento. Quienes nos dedicamos a ellas en cualquiera de sus especialidades (traducción técnica, científica, literaria, de ensayo, académica, la traducción de videojuegos, de subtitulado, de tecnología y contenidos web, interpretación, etcétera) estamos perdiendo un volumen cada vez mayor de trabajo.
En muchas de esas especialidades, nuestro rol está virando forzosamente al de poseditor y corrector de las traducciones hechas con esta nueva tecnología, lo que (además de reducir sus honorarios) suele generar un distanciamiento del texto original y un “espejismo” con respecto al texto ya traducido al que tenemos de editar: como su sintaxis es correcta, el poseditor confía inconscientemente en que la traducción también lo es, lo que muy probablemente lleva a producir un texto final de baja calidad.
Si además se pretende aplicar esta metodología para traducir literatura, los resultados pueden ser nefastos, ya que allí se suman otros problemas: las IA generativas (IAG) no son capaces de interpretar ni reproducir las sutilezas humanas de la ironía, el humor, las emociones, las diferencias culturales, las diversas connotaciones de las palabras en cada lengua, las metáforas, las intenciones, las referencias intertextuales implícitas, por dar solo unos pocos ejemplos.
Por otra parte, para traducir, estas tecnologías reproducen lo que más aparece en las millones de fuentes que las alimentan, mientras que la escencia de la obra de arte (la literatura en este caso) es justamente encontrar y mostrar una cara nueva de lo que existe. Por lo tanto, las IA generativas todavía están lejos de poder traducir literatura seriamente.
Y lo más grave en este caso es que tanto Simon & Schuster como VBK parecen creer que los traductores no son autores, puesto que en este artículo de The Bookseller dicen “comenzar y terminar sus libros con acción humana”, excluyendo claramente de esa categoría la acción de traducir.
Finalmente, no puedo dejar de preguntarme si esos autores neerlandeses verdaderamente autorizaron la traducción de sus obras con IAG con el fin de acceder al mercado europeo”.
Cecilia de la Vega, profesora e investigadora
“No creo que sea buena idea traducir con IA. Si la IA va a aprender a hacerlo, como dicen los expertos, todavía le falta muchísimo. Y revisar y poseditar literatura traducida con IA es un dolor de cabeza. Lleva mucho tiempo y los resultados son muy deficientes. Una cosa es cuando la IA “crea” algo nuevo y no hay nada con qué contrastarlo y otra cosa es cuando tiene que traducir frente a una contraparte ineludible que es el original. La IA no interpreta el lenguaje figurado salvo que sea una frase hecha o un cliché. Las singularidades del texto literario, eso que convierte un texto en una obra de arte, se las pierde, o las malinterpreta, o las toma en sentido literal.
A eso se le suma el riesgo de que lo que no puede resolver, lo inventa o lo omite. Salvo que sean libros obvios, llenos de lugares comunes, de esos que se escriben en serie (¡que en este momento se escriben con IA!), no creo que vaya a funcionar. Van a terminar haciendo el trabajo dos o tres veces entre revisión, posedición y hartazgo”.
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